Un yihadismo tan americano como Starbucks

Ilustración: Alen Lauzán

Durante muchos años, la gente de Bayamo necesitó un salvoconducto para asomarse por Santos Suárez. No en balde, a los orientales que emigraban a La Habana les llamaban “palestinos”. Alen Lauzán, nuestro psicoanalista de guardia, ha vuelto a poner el dedo en la llaga con una caricatura donde aparece Cuba como “Islael” y, al norte, una “franja de Hialeah”.  

El mapa de Lauzán describiría cabalmente nuestra situación si no existiera una diferencia importante: los dos pueblos segregados por el estrecho de la Florida son el mismo. No hay diferencias de razas, tribus o credos: solo que el Hamás cubano se instaló en “Islael”, no en Hialeah. He ahí la ironía. 

Hialeah es Dachau, un campo de exterminio que recibe carretones de gusanos a golpe de diez mil por mes. El asunto es que, como dijera Alexander Solzhenitsin refiriéndose a la Unión Soviética, a nuestra cámara de gas le faltó el gas. He repetido muchas veces que una recámara de camión forrada con lona y lanzada al mar, es nuestra cámara de gas. No hay que engañarse: hace seis décadas que estamos siendo exterminados. 

Los cubanos y cubanas libres son atacados constantemente por las tropas de choque del Hamás castrista. Sus mercenarios cruzan las barreras, sus empresarios hacen negocios sucios, sus ideólogos montan campañas para tergiversar y azuzar el odio, sus esbirros entran y salen como perros por su casa, sus oligarcas compran, roban y revenden. Los gringos anticubanos de la academia y el Partido (Demócrata, claro; pero también el otro) son los socios de nuestros agresores. Bajo pretexto de defender la “opinión balanceada” promueven a quienes predican la normalización de la dictadura. 

Hace poco, la doctora Susan Eckstein fue a denunciar el “privilegio de los cubanos” en el auditorio de la Universidad Internacional de la Florida, un acto de terrorismo cultural en la franja de la Sagüesera, donde se atrevió a negar que fuéramos perseguidos.

Si nuestra situación se asemeja a la de Gaza es porque, en el imaginario de la izquierda estadounidense, el régimen de La Habana es el equivalente moral de Hamás. El castrismo es considerado por los “progresistas” de Harvard y Columbia como el pionero de lo que ellos llaman “descolonización”. La mayoría de los países de la ONU vota diligentemente a favor de un régimen fundamentalista que invadió Angola y colonizó Venezuela. Cuba es miembro de la Unicef y la Comisión de Derechos Humanos y considerada paradigma de resistencia anticolonial. 

A raíz del 11-J, más de 40 congresistas liberales se negaron a suscribir una resolución que condenaba la represión. Así y todo, muchos exiliados cubanos votan demócrata y apañan a los jueces que facilitan la farsa jurídica contra Donald Trump. Continuamos enclochados en la falacia de “la izquierda”, incluso cuando en Time Square aparecen vallas que expresan apoyo al régimen de Díaz-Canel. Los muy liberales Susan Sarandon y Mark Ruffalo celebraron el triunfo de las tropas antimotines castristas, exigiendo “Dejad vivir a Cuba”, cuando lo que realmente decían era “¡Dejad en paz al fidelismo!”.

Bernie Sanders, al visitar al contratista Alan Gross en el Combinado del Este, lo expresó de esta manera: “No veo nada de malo en enseñar a leer y escribir a la gente. Es injusto decir que todo  anda mal en Cuba”. Sin embargo, los cubanos siguen pensando como “demócratas” y militando en el bando de sus enemigos jurados.

Poco faltó para que Barack Obama creara una Palestina cubana, con los disidentes acorralados en la franja de San Isidro. Un califato que incluyera a Florida y New Jersey y administrara las remesas, las mulas y las fantasías del pueblo. Por la época del deshielo, el caricaturista Pat Oliphant retrató a los malagradecidos miamenses, apiñados en un bote que el Tío Sam empujaba hacia alta mar, de vuelta a Cuba: “Mr. Obama ha decidido que ustedes, pendejos, pueden largarse a Cuba… lo cual me parece una brillante idea”. 

La reacción de las turbas universitarias a la carnicería del 7 de octubre en Israel tomó por sorpresa al público. No entiendo por qué, si los acontecimientos recientes demuestran que el antiliberalismo ha hecho su guarida en los centros de alta cultura. Hace solo un año, la canalla académica permaneció muda ante la masacre de las mujeres iraníes. Las feministas de Stanford no levantaron un dedo en apoyo a la sublevación de las chicas que quemaron hiyabs y dieron manotazos a los turbantes de los clérigos. Esto debió avisarnos de que algo andaba mal en la cabeza de los “demócratas”.   

Porque solo una mente torcida que conoce la democracia y, después de conocerla, la repudia, puede celebrar la masacre perpetrada por Hamás o aplaudir la imagen de un yihadista que dispara su metralleta contra un niño. Los árabes de a pie no están tan locos como el estudiantado de Columbia University.

Hace un año, a casi cuatro décadas de la fetua del ayatolá Jomeini, un terrorista árabe le cayó a puñaladas al escritor Salman Rushdie. No sucedió en Haifa, sino en el idílico pueblecito estadounidense de Chautauqua, New York. Hadi Matar, libanés de New Jersey, actuando en nombre de Alá, le sacó un ojo y le perforó el hígado a uno de los más populares novelistas contemporáneos. Por si no bastara, Hitoshi Igarashi, el traductor al japonés de la obra de Rushdie, fue asesinado a puñaladas fuera de su casa, mientras que al editor noruego de la condenada novela le rociaban plomo en una calle de Oslo.

Algo peor le pasó al gran Naguib Mahfuz, padre de la novela árabe y Premio Nobel de Literatura. En octubre de 1994, un joven fanático se aproximó al auto donde el anciano escritor esperaba a su chofer. Creyendo que el asaltante deseaba saludarlo, Mahfuz bajó la ventanilla y fue apuñalado en el cuello. Una de sus novelas más fascinantes y perturbadoras es El espejismo (1948), en la que Mahfuz retrata desfavorablemente a su amigo, el escritor y activista Sayyid Qutb. 

Mahfuz y Qutb se habían conocido en la mocedad. Qutb era un novelista mediocre, pero también el influyente crítico literario que lanzaría a Mahfuz. Como empleado del Ministerio de Educación egipcio, los escritos de Qutb atrajeron la atención de la policía. Mahfuz y sus compañeros del ministerio creyeron que Qutb debía abandonar Egipto lo antes posible, y en 1948 lo despacharon a los Estados Unidos para que recibiera formación y estudiara el sistema de enseñanza norteamericano. En el pueblito agropecuario de Greeley, Colorado, Qutb pudo observar de cerca la corrupción de América, la depravación de sus mujeres, el vacío de una sociedad decadente. El jazz fue para él “la música que crearon los salvajes para satisfacer sus deseos primitivos”. 

Sayyid Qutb había estudiado y trabajado en el Wilson Teacher’s College, precursor de la Universidad de Columbia, antes de pasar los exámenes del Colorado State College y mudarse a Greeley. De esa manera pudo dedicar su estancia en el Medio Oeste a explorar el alma de los Estados Unidos. De regreso a Egipto, en 1951, plasmó sus ideas en el libro Jalones en el camino, en el que desarrolla los conceptos de la vanguardia islamista, la anatemización de los apóstatas (takfir), la posibilidad de la guerra santa (yihad). Según Karen Armstrong, autora de Islam: A Short History, “Todos los movimientos fundamentalistas suníes han sido influenciados por Qutb”. 

El padre del yihadismo, santón de Al Qaeda y guía de la corriente qutubista de la Hermandad Musulmana, fue acusado de planear un golpe de Estado contra Gamal Abdel Nasser y llevado a la horca en 1966. Después del 7 de octubre del 2023, un nuevo mapa de Lauzán que actualizara la geografía islamista tendría que extender Gaza hasta la franja de Manhattan, a la altura de Broadway y la 116, donde Edward Said, el gurú palestino de Columbia tuvo su alma mater, y extrapolar la Gran Arabia a los remates de Chautauqua.

 

Las opiniones expresadas en esta columna representan a su autor/a y no necesariamente a YucaByte.

Néstor Díaz de Villegas es un poeta y ensayista cubanoamericano. Ha colaborado con Letras Libres, El Nuevo Herald y The New York Times. Creador de Cubista Magazine y NDDV.blog. Reside en Los Ángeles.
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3 pensamientos en “Un yihadismo tan americano como Starbucks

  1. Magnífico!!!! Maldita paulatina recartografía del Mundo, visto por la plaga zurda y el fundamentalísimo beligerante del neocalifato.
    Dios nos coja confesados.
    -Lo bueno que tiene todo esto, es lo malo que se está poniendo-.
    Gracias NDDV, Brillante como siempre.

  2. Qué placer ver la unión de dos mentes brillantes produciendo: la de Néstor Díaz de Villegas y la de Lauzan. ¿Qué es lo que diferencia un artículo de opinión común de uno como este? Pues, establecer esas conexiones de la información, de hechos aparentemente distantes y llevarlas al punto exacto del buen periodismo. Tiempos complejos en los que ya no hay soviéticos vs norteamericanos protagonizando en el panorama mundial. Tiempos nuevos con todo lo extraordinario del desarrollo que puede hacer la mente humana a la par de todo lo salvaje que sigue teniendo la mente humana. Tiempos en los que todos, y por lo tanto, cualquiera es una fuerza de poder para mal. Harta de los académicos de izquierda que hablan de problemas y realidades que no conocen. Como escuché un día, con el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha. Gracias, Néstor, por tu claridad y brillantez de siempre.

  3. Brutalmente claro. La diáspora intelectual post 90’s te debe odiar, por hacerlos reflexionar una vez más. Ya la suerte del mundo como lo conocemos está echada y me parece que al final, los ideólogos marxistas se saldrán con la suya. Lamentable pero muy interesante.

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