Ilustración: Alejandro Cañer
I
-Creo que me van a meter preso.- dijo Yoan de la Cruz Cruz cuando entró a casa nervioso, y de un tirón cerró la puerta.
Afuera se escuchaba muy poco del ajetreo de la mañana. Las cientos de personas que marchaban gritando consignas contra el presidente y pidiendo comida y medicinas ya se habían mudado a otro lado, tal vez a la sede del Partido Comunista de Cuba (PCC) en San Antonio de los Baños o a la de la Asamblea del Poder Popular.
-¿Pero hiciste algo?- preguntó Maribel, su madre, preocupada.
-No. Bueno, filmé la protesta. Hice una directa.
-A nadie lo meten preso por solo hacer un video.- dijo, ya más calmada.
-Tú no entiendes. Van a venir a buscarme. Lo sé.- respondió Yoan.
Luego se sentó, sacó su móvil de un bolsillo e intentó localizar el video que un rato antes había colgado en vivo en su perfil de Facebook.
“Vamo’a caminar to’elmundo. Vamo’a caminar poripallá. A gritar to’el mundo. Ahí, cojones”, se escuchó decir en el video y su miedo no hizo más que aumentar. Lo borró de inmediato. Luego intentó buscar a quienes lo habían compartido, pero eran demasiados. A esa hora de la tarde del 11 de julio de 2021, casi al mediodía, miles de personas sabían gracias a él que en San Antonio de los Baños estaba sucediendo una protesta popular contra el Gobierno. Poco después lo sabrían muchos más. Luego, avanzada la tarde, en decenas de localidades del país la gente se lanzaría a las calles a manifestarse.
-Lo van a hacer. Me van a meter preso.- insistió Yoan cuando supo que el Gobierno había desplegado a policías, militares y simpatizantes armados para enfrentar violentamente las protestas. Durante los siguientes días, sus temores aumentaron. Sintió que el momento de su detención estaba cada vez más cerca.
-Ya ha pasado un tiempo y no han venido a buscarte. No lo van a hacer. Tú solo grabaste un video.- intentó tranquilizarle Maribel, pero fue en vano.
Yoan entendió que lo mejor en ese momento era permanecer encerrado en casa con su madre y su abuela, de 83 años. Intentó pasar desapercibido y emplear su tiempo en lo de siempre: las redes sociales. Pero ni siquiera esto le trajo consuelo. Desde el 11 de julio no paraba de toparse con publicaciones que mostraban el clima de represión política que se vivía en las calles. Abundaban los videos de policías irrumpiendo en viviendas para arrestar a supuestos manifestantes, de jóvenes recibiendo golpizas brutales a manos de militares y agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil, de madres en peregrinación por unidades policiales en busca de sus hijos y activistas exigiendo información sobre el paradero de decenas de personas.
A pesar de la incredulidad de su madre, estaba convencido de que era cuestión de tiempo que fueran a por él. Era una premonición que le atormentaba, sobre todo en las noches. Por eso se iba temblando al cuarto de Maribel a llorar y a decirle:
-Mamá, sí, me van a meter preso.
El 23 de julio, a las 5 pm, la patrulla número 151 se estacionó frente a la casa. Unos sujetos uniformados tocaron a la puerta.
-Coge tu celular, cámbiate y monta.- ordenó uno de los policías.
Yoan obedeció y, sin resistirse, dejó que le subieran al auto. No lloró. Al fin de cuentas, durante 12 noches había vivido esa escena, una y otra vez, en su cabeza.
II
“El maricón”. Así escuchó que llamaba despectivamente a su hijo, de 27 años, uno de los oficiales del Ministerio del Interior (MININT) que atiende el caso. Aquel hombre, empeñado en husmear en el móvil incautado a Yoan, no escondió su homofobia ni siquiera delante de ella. Desde ese día le atormenta imaginar las vejaciones que debe sufrir su muchacho en prisión, no solo por ser un preso político, sino por el mero hecho de ser gay.
-Tranquila, mamá, estoy bien.- le dijo Yoan en la última llamada telefónica desde la cárcel, pero no sabe si creerle. Tal vez, piensa, solo lo dice para calmarla. O quizás no. Durante 12 días ella no le creyó a su hijo, imaginó que solo tenía miedo, y el tiempo le dio la razón a él. En ocasiones, cuando recuerda esto, Maribel rompe a llorar.
Los primeros 20 días después del arresto, Yoan los pasó en una prisión en Guanajay. Visitarlo se hacía difícil, debido a las restricciones impuestas por las autoridades a causa de la Covid-19. También por la pandemia, una vez pudo tenerlo delante, le prohibieron abrazarlo. Entonces él comenzaba a llorar, como cuando de niño se lastimaba, y Maribel no podía hacer más que aliviarlo con palabras mientras la consumía la impotencia.
La prisión a la que llevaron luego a su hijo, y donde se encuentra ahora, parece tener mejores condiciones que la anterior. La comida, sin embargo, continúa siendo escasa y de mala calidad. Allí, el pollo es una suerte de lujo esporádico que siempre se sirve sancochado. Maribel lleva varios meses procurando llevarle alimentos a Yoan, sobre todo “chucherías”. También intenta enviarle carne, pero la economía del hogar no siempre lo permite.
En prisión, escuchó, los guardias llaman a su hijo “Tirapiedra”, al igual que a otros cuatro jóvenes también encerrados en ese lugar por participar en las protestas del llamado 11J. A los “Tirapiedras” los mantienen aislados, sin posibilidad de compartir con el resto de los presos. Maribel se molestó mucho cuando supo esto. Yoan no lanzó piedras contra tiendas, ni es un mercenario o un delincuente, como cataloga el presidente a los detenidos tras las protestas. La Seguridad del Estado, al parecer, sí cree que lo es. Por eso se aparecieron a inicios de octubre en casa de Maribel para interrogarla sobre los posibles vínculos de Yoan con Marco Rubio, solo porque el senador cubanoamericano se pronunció públicamente en favor de la liberación del muchacho.
La Fiscalía presentó el expediente del caso de Yoan y de otros acusados de San Antonio de los Baños. En total son 12 a los que mantendrán, al menos hasta la fecha del juicio, bajo medida cautelar de prisión provisional. Maribel, horrorizada, lee en el documento que su hijo enfrenta cargos por Desacato y Desorden Público, por lo cual se le pide una sanción conjunta de ocho años de privación de libertad. La abogada le da muy pocas esperanzas antes de casi desaparecer. Le dice que “hará hasta donde pueda” y que la Policía está especialmente molesta con Yoan porque considera que su directa en Facebook fue responsable de la expansión de la protesta a lo largo de todo el país.
Finalmente, anuncian el juicio de los manifestantes de San Antonio de los Baños para los días 7, 8 y 9 de diciembre de 2021. Para entonces, Yoan habrá pasado más de cuatro meses en prisión. Maribel, desesperada, le pide a la abogada que le explique cómo será la defensa de su hijo, pero esta se limita a pedirle paciencia y luego se esfuma. La madre no se da por vencida y la llama y la busca hasta en su casa, donde le deja dos cajas de cigarros de regalo.
-Tenga paciencia. Hay que esperar.- es la respuesta que consigue de la abogada, pero a estas horas tiempo es lo que le falta a Maribel. Le aterra pensar que su madre no pueda ver a Yoan antes de morir.
III
Yoan alcanzó el 12 grado y decidió no estudiar más. Le dijo entonces a Maribel, jubilada de 62 años, que sería cuentapropista y que entre un negocio y otro ayudaría a la economía familiar. Se contrató en la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A (ETECSA) como agente de telecomunicaciones, es decir, vendedor de tarjetas Nauta y otros servicios, y por su cuenta viajó a Rusia y Guyana para comprar ropa y baratijas que luego revendía. En su tiempo libre salía con amigos o revisaba las redes sociales. Pocos meses antes de ser apresado, cuentan, parecía muy interesado en Tik Tok.
En agosto de 2014, varios policías irrumpieron en la casa. Dijeron tener información de que allí se estaba cometiendo una actividad económica ilícita. Alguien había delatado a Yoan. Sobre la mesa de la sala, los oficiales decomisaron unos cuántos bolígrafos y nasobucos que, en efecto, el joven vendía. La persona que delató también habló de desodorantes, los cuales también fueron confiscados. Yoan, por su parte, fue amonestado con una carta de advertencia que años después, ya en prisión, la Fiscalía usaría para hacerle parecer un criminal.
La mañana del 11 de julio de 2021, Yoan sintió algunos ruidos que llegaban de la calle. Poco después Daniela, su vecina, llamó a la puerta para avisarle que algo estaba pasando en el parque. Parecía una protesta. El joven se colocó un par de chancletas en los pies, agarró el móvil y corrió a saciar su curiosidad.
Daniela tenía razón: era una protesta. Cientos de personas se habían congregado en un parque y exigían comida y medicinas. Otras exigencias se fueron sumando de a poco, como el fin de la dictadura cubana. Yoan comenzó a filmar cuanto pasaba y en cuestión de minutos notó que más de 3.000 usuarios seguían su directa. Estaba emocionado. Nunca había logrado tantos seguidores ni había participado de una marcha popular espontánea.
Avanzó por las calles junto a la multitud, gritando consignas, convidando a seguir la caminata. La directa, que recoge cada instante de su participación, no muestra acto de violencia alguno, sino el andar pacífico de una masa de cubanos y cubanas que exigían una vida digna.
Sin embargo, el expediente que meses más tarde presentó la Fiscalía, dice que la protesta buscaba “violentar y subvertir el orden constitucional, provocar escándalos y alterar la tranquilidad de los habitantes del territorio”. También acusa a Yoan de corear consignas “contra el orden económico y social del país” y otras dirigidas a “denigrar la figura del Presidente de la República”.
“Yoan transmitió en directo por las redes sociales lo que acontecía, con lo que provocó que fueran visualizadas [las acciones] dentro y fuera del país y que en diferentes municipios y provincias se imitaran las nocivas acciones”, reza este documento que, además, cuestiona el hecho de que varios de los que observaron la directa del joven le escribieran mensajes de apoyo. Incluso, uno de estos usuarios le envió rápidamente una recarga (según la Fiscalía) para que pudiera continuar filmando.
Cuando la multitud se dirigía a la sede de la Asamblea Municipal del Poder Popular, Yoan se alejó del grupo. Hasta entonces no había pensado en lo extraordinario y peligroso que resultaba todo aquello. Una suerte de éxtasis lo había movido a continuar filmando, pero un golpe de realismo le hizo pensar que su participación, como la de otros manifestantes, traería consecuencias en la forma de persecución política, arrestos y violencia por parte del Gobierno. Asustado, corrió a casa a resguardarse.
IV
El juicio es aplazado para los días 13, 14 y 15 de diciembre, lo cual dilata la impaciencia y el sufrimiento de Maribel. Desde hace algunas semanas, varios periodistas la llaman, casi a diario, para saber de Yoan. El interés de la prensa independiente en su hijo le reconforta y lo agradece. Tiene la esperanza de que la presión mediática ayude al menos a aliviar la condena. Alguien le contó que hasta Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, mencionó el caso ante la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y que uno de los medios estadounidenses más importantes entre los dedicados a cubrir noticias relacionadas con la comunidad LGBT+, Washington Blade, también dedicó un espacio a denunciar las arbitrariedades cometidas contra Yoan.
El primer día de juicio comienza. Cuando traen a su hijo, esposado y con grilletes, tiene que hacer esfuerzos por no echarse a llorar. Yoan parece decidido. Días antes dejó claro que no respondería a ninguna otra pregunta que no fuesen las de su abogada, y así hizo. La Fiscalía llama a sus testigos y les interroga. Muy pocos mencionan a Yoan. Lo reconocen como el joven que filmó las protestas, pero ninguno puede recordar que participase en hechos violentos. Desde el 11J y hasta este momento, los tribunales del régimen han ejecutado unos 42 procesos judiciales sumarios, juzgado a 37 personas por juicios ordinarios y recibido 356 peticiones fiscales, según informa el medio independiente Cubanet.
Al día siguiente, el juicio se desarrolla de forma rápida. La Fiscalía parece concentrada en otros acusados, a quienes varios testigos señalan como ejecutores de “acciones violentas”. Al salir de la sala, la escurridiza abogada confiesa a Maribel que hay esperanzas de una reducción de condena, tal vez a la mitad y, con mucha suerte, a un año. La madre de Yoan le agradece y dice estar muy contenta con su trabajo.
Finalmente, el 15 de diciembre, concluye el proceso. Maribel está convencida de que su hijo no saldrá absuelto. La Fiscalía está decidida a que cada uno de los 17 acusados pase una temporada más en prisión, no importa si por ocho, trece o quince años. En el estrado, la fiscal arremete contra un silencioso Yoan. Dice que “por su culpa” el pueblo de Cuba tuvo noticias de la protesta en San Antonio de los Baños, que por su grabación todo el país se lanzó a las calles. La abogada lo niega echando mano a publicaciones que desde un grupo público en Facebook, días antes del 11J, incitaban a una marcha popular contra el gobierno.
-Para cuando el acusado llegó al parque, ya la protesta estaba en marcha.- dice la abogada, y luego recuerda que, tal y como puede observarse en la grabación de Yoan, este incitó a caminar pacíficamente, no a lanzar piedras contra vidrieras de tiendas y policías. A fin de cuentas, esto último era lo que el propio Miguel Díaz-Canel había condenado de las manifestaciones. En palabras del presidente, manifestarse “contra la Revolución” está permitido en el país.
Yoan continúa preso, a la espera de una sentencia. Mientras, Maribel pasa sus días en las calles, intentando conseguir algo de comida para su hijo. Ambos son conscientes de que la absolución es imposible y temen que las autoridades quieran imponer a Yoan una sanción ejemplarizante. Pese al alegato de la defensa, todavía muchos creen que el joven es responsable de que el espíritu de protesta se haya diseminado el 11J por el país.
-Espero que se haga justicia, porque lo que hizo mi hijo no merece ser sancionado. Hay personas que no están de acuerdo con este sistema, y no estar de acuerdo y manifestarlo es un derecho humano.- le dice Maribel a un periodista, dos días después de concluido el juicio.- Yoan es inocente. Dios sabe que lo es.