Ilustración: Alejandro Cañer
Hace cinco meses que Héctor Luis Valdés Cocho llegó a los Estados Unidos luego de ser desterrado arbitrariamente a Nicaragua, quedar varado en El Salvador y seguir camino hasta la frontera norte mexicana junto al también activista y periodista independiente Esteban Rodríguez. Y aunque allí ha vuelto a ganar la tranquilidad que perdió hace algunos años en Cuba, asegura que sigue sintiendo miedo.
«Ya te puedes imaginar el daño psicológico que causa la dictadura cubana», dice.
El miedo de Cocho es consecuencia de la represión que enfrentó desde 2020 por su activismo político. Además de ex-periodista de ADN Cuba, es integrante del Movimiento San Isidro (MSI), uno de los grupos disidentes con mayor influencia dentro de Cuba, a su vez uno de los países donde menos se respetan los derechos políticos y las libertades civiles, según el último reporte anual de la ONG Freedom House.
Cocho empezó a ganar notoriedad dentro del activismo y el periodismo independiente cubano a inicios de 2020, cuando abrió “Alza tu voz, Cuba”, una página de Facebook en la que compartía el mismo tipo de denuncias políticas y sociales que terminaron causándole la expulsión del Hospital Enrique Cabrera, donde trabajaba como enfermero.
A finales de ese mayo de ese año, fue interrogado por primera vez por la Seguridad del Estado (SE). La razón: sus palabras contra Mariela Castro, hija del ex-presidente Raúl Castro, quien apenas unos días antes había criticado la violencia policial estadounidense con motivo de la muerte del afroamericano George Floyd. Cocho le recordó a la directora del Centro de Educación Sexual (Cenesex) que en Cuba la policía también es racista.
«Cuando llego a la estación, allí estaba el Mayor “Denis” de la Seguridad del Estado, que fue uno de los primeros represores que yo tuve», recuerda.
“Denis”, identificado en medios independientes como Yoel Osmany Argüelles, ha sido vinculado a actos represivos contra activistas y periodistas independientes. También contra Bárbara Farrat, madre de uno de los adolescentes encarcelados tras las protestas del 11 de julio del año pasado.
Sus preguntas y amenazas comenzaron a ganar fuerza unos días después, cuando Cocho, junto a otros activistas, convocó una manifestación frente al cine habanero Yara en protesta por la muerte del joven afrocubano Hansel Ernesto Hernández a manos de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
A partir de entonces, comenzó a experimentar de manera directa la represión política del régimen de La Habana. Al aumento de la vigilancia, los interrogatorios y las detenciones se unió la persecución digital, otro método usual de la SE contra disidentes y opositores.
Desde ese momento, su teléfono pasó a convertirse en su principal arma de comunicación, pero también en una constante amenaza para su seguridad. Cortes de Internet, confiscaciones de su celular, intentos de hackeo, acoso y amenazas virtuales fueron algunas de las prácticas represivas más comunes contra él.
«En todas mis detenciones, lo primero que ocupaban era el teléfono», dice. «Ellos saben que es un arma para nosotros, por eso ahí es adonde iban primero».
En la medida en que sus directas a través de Facebook ganaban seguidores e influencia, también aumentó el corte selectivo de sus datos móviles, encaminado a silenciar sus denuncias. Etecsa, que además de ser la única empresa de telecomunicaciones del país, colabora con la vigilancia y la censura tecnológica del régimen, no tomaba en cuenta sus quejas como usuario.
«Siempre me decían que había una avería en el sistema. Cuando me encolerizaba y les decía que ellos sabían perfectamente quién mandaba a cortarme los datos móviles, me colgaban el teléfono».
Con el tiempo, Cocho también sufrió intentos de hackeo de sus perfiles de redes sociales. «En mi caso, lo han intentado en dos ocasiones, pero hasta ahora no han tenido éxito», dice, gracias a la verificación en dos pasos, un método muy recomendado por los especialistas en seguridad informática.
También ha sido víctima de acoso virtual. Solo en el primer semestre de 2021, recibió cinco amenazas, algunas de muerte. De esas, recuerda una proveniente de un perfil falso con una imagen de la cantante cubana Celia Cruz que le causó un “shock tremendo” por la cantidad de información que manejaba de él y por las amenazas contra su pareja y familiares.
«Ese perfil sabía todo de mí», dice: «los pasos que daba mi familia, la escuela donde estudiaba mi sobrina, dónde yo compraba pizzas. Me decía que iba a amanecer con la boca llena de hormigas, que un carro podría atropellarme».
Las amenazas no provenían sólo de perfiles de redes sociales. También desde líneas celulares de Cubacel, gestionadas por Etecsa. No obstante, ninguna de sus denuncias fue procesada por la compañía ni por la PNR.
«Ya la amenaza no venía de un perfil falso. Venía de una línea comprada en Etecsa a nombre de una persona real. Como la única compañía de telecomunicaciones que hay en Cuba, Etecsa tenía que saber quién estaba detrás de esa línea. Pero al final, una vez más la complicidad con el régimen».
No obstante, Cocho cree que las distintas acciones del MSI y sus integrantes fueron determinantes para movilizar a los cubanos dentro y fuera del país. Sobre todo a partir de la huelga de hambre y/o sed de noviembre de 2020, que mostró en tiempo real la represión del régimen contra quienes disienten. A partir de entonces, dice, «el pueblo fue concientizando cada día más la necesidad de un cambio».
Hoy desde Estados Unidos, donde ha pasado a engrosar las filas de la emigración y el exilio, aboga por la unión entre cubanos. «Todos queremos que se acabe la dictadura y que ese sistema de terror termine. Pero para que todos lleguemos a un acuerdo y marchemos en un solo cuadro cerrado, hace falta unión y comprensión».