Ilustración: Julio Llópiz-Casal
El pasado 22 de octubre, justo cuando salía del gimnasio donde trabaja como entrenador personal, Richard Almaguer Cabrera escuchó que alguien gritaba su nombre. Detuvo su bicicleta, miró a los lados y encontró que no era una persona quien lo llamaba, sino varios policías uniformados. Otros oficiales, desde una patrulla, le seguían de cerca.
-El carnet- dijo uno de los policías extendiendo la mano.
-Tiene que acompañarnos a la unidad.- dijo otro.
Sin más remedio, Richard obedeció. No le fue difícil intuir la razón de su la detención. Durante el último mes, los medios independientes y las redes sociales se han hecho eco de testimonios de personas detenidas, amenazadas y multadas por publicar información contraria a los intereses del gobierno, en especial sobre la Marcha Cívica para el Cambio anunciada para el próximo 15 de noviembre. Él no sería entonces una excepción.
Richard le reprochó a sus captores que necesitaba informar a su familia de su paradero. Como padre de cuatro hijos, su ausencia se haría notar en casa. Sin embargo, los policías no escucharon. Lo montaron en la patrulla, otros llevaron su bicicleta, y se dirigieron hacia un sitio conocido en Bayamo como “El Punto”, que no es más que un centro de instrucción penal de la ciudad.
-Espere aquí hasta que le llamen.- ordenó uno de los oficiales, señalándole un local vacío donde Richard aguardó un buen rato. Luego le indicaron que subiera a otra oficina, donde le esperaban siete hombres, unos oficiales de la Seguridad del Estado, otros inspectores del Ministerio de Comunicaciones (MINCOM) y otros que se presentaron como “personal de seguridad informática”.
-¿Sabes por qué estás aquí?
-No.- contestó Richard.
-Estás aquí por violar el Decreto Ley 35.- dijo uno de los oficiales mostrando en un dispositivo móvil el perfil en Facebook de Richard.
El interrogatorio comenzó. Le cuestionaron una y otra vez sus publicaciones en redes sociales, incluyendo algunas referidas a Iliana Hernández. Iliana, dijeron, era una “contrarrevolucionaria” y solo por eso sus criterios no debían ser replicados. Además, le reprocharon a Richard sus post críticos con el gobierno, algunos exigiendo elecciones libres y la restitución de la Constitución de 1940.
Luego le aplicaron una multa de 3.000 CUP, de acuerdo a lo establecido por el Decreto Ley 370, conocido como “Ley Azote”, el cual restringe y sanciona la libertad de expresión en línea.
-Tú has publicado noticias falsas y has difamado de la Revolución.- se justificaron sus captores una vez aplicaron la multa.
-Ustedes saben que esta multa no es por eso, sino por estar en contra de su ideología comunista. Pero si la multa es por pensar diferente, adelante, pónganla.- contestó Richard, y simulando indiferencia firmó los papeles correspondientes que hacían efectiva la sanción.
Uno de los interrogadores le preguntó entonces si se consideraba “un contrarrevolucionario”, a lo que él respondió que no.
-¿Pero te consideras opositor?
-No, no pertenezco a ningún partido opositor. En Cuba no existen más partidos que el suyo porque ustedes, con su Constitución, volvieron ilegal el derecho a crear partidos opositores. Aunque sí me gustaría que existieran, me gustaría que otros tuvieran el mismo derecho que ustedes a una tribuna, a hacer propaganda política, que existieran otros medios no oficiales reconocidos…
Los interrogadores, recuerda Richard, no se sentían cómodos con sus respuestas. Por eso intentaban interrumpirle con nuevas preguntas.
-Pero haces cosas ilegales, como fomentar la participación en la marcha del 15 de noviembre en tus redes. Tú sabes que esa marcha no está permitida y que ir es ilegal ¿no?- le dijo uno de los oficiales.
-Pero yo iré porque entiendo que es mi derecho. Y si la anuncio en mi muro es para el que quiera ir. Yo no obligo a nadie a marchar. Es como ese ejemplo que ponen los padres a los niños: “¿Si alguien se lanza a un pozo, tú le seguirías?”. Pues es así. No obligo a nadie, pero yo sí voy.
-¿Y qué tú esperas de esa marcha?
-Yo saldré a exigir libertad, igualdad de derechos, el cambio de Constitución y el cierre de las tiendas en MLC (Moneda Libremente Convertible). Por cierto, oficiales, ¿ustedes cobran en esa moneda?- contestó Richard sarcástico.
-No, pero trabajamos. Y sabemos que tú no trabajas, y también que vendes pizzas sin licencia.- dijeron.
A pesar de trabajar desde hace poco como entrenador personal, Richard aún no ha conseguido superar la maraña burocrática de trabajador por cuenta propia. Para sobrevivir y mantener a su familia, pensó en algún momento en montar una pizzería. Vendió unas pocas, pero la falta de materias primas le hizo desistir rápidamente y nunca logró establecerlo legalmente. Si tenía que buscarse la vida de mil maneras, contestó, era por la grave escasez del país y las pésimas políticas económicas adoptadas por el gobierno.
-¿Pero tú no sabes que Cuba es un país bloqueado?- dijo otro de los presentes.
-Sí, bloqueado para resolver las necesidades del pueblo, pero no para comprar una flota de autos y lo que sea para el turismo.
-Mira, si no estás de acuerdo con la Revolución, vete, vete del país.
-No. Si yo soy cubano igual que ustedes. Yo tengo los mismos derechos que ustedes. Yo tengo derecho a vivir en mi país y a marchar por lo que crea.
-Esa marcha es una falsa organizada por gente de derecha. ¿Sabías que entre los que firmaron que participarían hay gente muerta?- dijeron en tono burlón. Richard no tardó en devolverles el gesto con algo de sarcasmo.
-Bueno, enséñenme los nombres de los difuntos, no vaya a ser que de pronto resuciten el día 15.- contestó riendo.- Miren, yo entiendo que ustedes quieran desacreditar la marcha. En el mundo las cosas son así: la izquierda desacredita a la derecha, la derecha a la izquierda, y así. Pero no que no es normal es que ustedes se adueñen de todo el país y que aplasten nuestros derechos. Cuando Díaz-Canel hace eso se pone una soga al cuello. A ver ¿cómo ven ustedes, por ejemplo, que la Revolución metiera presos a religiosos y homosexuales?
-La Revolución también comete errores…
-Pues los está cometiendo ahora también. Ahora hace igual.
Richard recuerda sentir en el rostro de los interrogadores un malestar que crecía a cada una de sus respuestas, mucho más extensas e insumisas de las que ellos esperaban. Ya había pasado una hora junto a aquellos sujetos que, para cerrar, reafirmaron su intención de mantener la multa y le amenazaron con que iría a prisión si marchaba el 15 de noviembre. Todos en la oficina estaban cansados y hambrientos. Incluso Richard se sentía así, a la vez que preocupado por cómo haría para pagar 3.000 CUP sin afectar las necesidades básicas que debe cubrir a sus cuatro hijos. Si una satisfacción le quedaba del interrogatorio era la posibilidad de desahogarse que había tenido.
-Recuerda que puedes ir a prisión. ¿Aun así vas a la marcha?- le dijeron antes de terminar.
-Sí, y eso no es negociable.- contestó, y se fue en busca de su bicicleta, rumbo a casa.