En 2016 escuché por primera vez sobre tres “youtubers” cubanos. En aquel momento, los llamábamos youtubers entre comillas o youtubers sin YouTube. Eran tres muchachos que se dedicaban a hacer videos de humor bajo los mismos códigos audiovisuales que los youtubers del mundo entero habían implementado años antes. La única diferencia era que sus videos no terminaban en YouTube.