Es altísimo el costo político, la falta de libertades y la ruina económica implican tanto el trueque de una obra de arte a cambio de aparecer publicitado en una revista turística, como una compra de comida en Katapulk
La revolución es bella
Los castristas son dueños y señores. Sus carrozas van a todo galope por los terraplenes. Están inflados, enguayaberados, sonrosados, y sus bellas familias disfuncionales detentan la administración vitalicia de empresas que regulan el sexo, el hambre, la prensa, el exilio y la salud.