Matthews, Rhodes, Robles, Agustin, McKinley, Kovalevski y Londoño han sido los doctores Frankenstein del Fidel indifunto, mientras que el papel del ayudante Igor se lo disputan ahora Emily Mendrala, Rick Herrero, Max Lesnik y el profesor López Levy.
Susan Eckstein: El privilegio de ser gusano
A Eckstein solo le queda abrir la boca como una ugly American en comarca salvaje, asumir el papel de gringa indignada, sacarse del sostén su lista negra y decir con acento de Cambridge: “Otavalo, Otavalo… I got it written here somewhere… like that… Otavalo… Ota… ¿Ota what?”.
El Bloqueo en Hypermedia: los expertos desbarran
La serie de ensayos sugiere que el embargo es un problema esencialmente semántico, lo que hace innecesario entrar en las minucias de la legislación, algo que ya han hecho otros. Paralelamente, el dossier se ocupa del doble problema del bloqueo y sus usos, una dualidad que merece ser salvada de la metatranca y el manoseo de los diletantes.
La revolución es bella
Los castristas son dueños y señores. Sus carrozas van a todo galope por los terraplenes. Están inflados, enguayaberados, sonrosados, y sus bellas familias disfuncionales detentan la administración vitalicia de empresas que regulan el sexo, el hambre, la prensa, el exilio y la salud.
La contrarrevolución plebeya
En las asambleas de la Biblioteca Nacional, en 1961, Castro llama al orden y exige que la discusión no se convierta en una “cámara húngara”, una algarabía vulgar. El sucesor de Castro y usurpador de la presidencia de la República echa mano, a tono con los nuevos tiempos, de un neologismo yanqui: “Ese grupo de personas aprovecha a los que están alentados por los odiadores”.
Magnolia y Barnet: el terrorismo como cuestión doméstica
El homosexual que el castrismo postuló para después poder perseguirlo, el “mariconzón” (Fidel dixit) capaz de los actos más viles, ese arquetipo de perversión que requería disciplina, castigo y vigilancia, nunca existió. La Revolución lo soñó.