Cine en Cuba: una asamblea contra la censura

Ilustración: Alejandro Cañer

El cine latinoamericano ha sido durante mucho tiempo una poderosa herramienta para expresar la diversidad cultural, social y política de la región. En este contexto, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (FINCL) de La Habana se erige como un espacio crucial para la promoción y difusión de obras que capturan la riqueza y complejidad de la identidad latinoamericana de otras partes del orbe. Sin embargo, en los últimos años, los escándalos por censura han oscurecido este evento cinematográfico, generando preocupaciones sobre la libertad de expresión y de creación en Cuba.

La censura, entendida como la restricción o supresión de ciertos contenidos, ya sea por motivos políticos, sociales o religiosos, ha encontrado un terreno fértil en el ámbito cinematográfico cubano. El Festival de Cine de La Habana, que debería ser un faro de libertad artística, se ha visto afectado por decisiones que limitan la exhibición de películas consideradas «controvertidas» o «inconvenientes». Es lo que recién acaba de suceder con los documentales Llamadas desde Moscú, de Luis Alejandro Yero, y La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. 

El descontento enseguida salió a relucir por parte de la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC) y de algunos realizadores que en redes sociales y también públicamente no callaron al respecto. 

Así sucedió durante la presentación de Landrián, de Ernesto Daranas, quien dedicó el filme a sus colegas y compatriotas objetos de exclusión y censura. “No puede existir un país para el cine, diferente al que tenemos como pueblo; por eso existe la censura, por eso el derecho al disenso es coartado y criminalizado”, expresó el también director de obras como Los dioses rotos, antes de acotar que “el verdadero problema no ha estado nunca en nuestras películas sino en la realidad a la que se debe”.

Por su parte, el también director Orlando Mora durante la presentación de su cortometraje Brujo amor expresó: «En este Festival no se van a exhibir todas las películas que deben llenar estas pantallas de luces. Este festival tiene el deber de ser un espacio más plural, más inclusivo y más justo. Cuando se censura, no solo se excluye al artista, también se silencia la voz del pueblo, privado de hacer un juicio crítico con relación a la obra y a nuestra propia realidad. En este genuino encuentro entre los cineastas y el público se produce también un ejercicio de libertadApostemos todos por un cine libre: ese es el único camino”, añadió. 

El mayor y más importante certamen cinematográfico del país vuelve por segundo año consecutivo a censurar obras que ya habían sido seleccionada para competir o ser exhibida durante el evento. En 2022 sucedió lo mismo con Vicenta B., de Carlos Lechuga. 

Pero lamentablemente nada de esto es nuevo para el Festival ni para la creación cinematográfica en Cuba. La lista es extensa y se remonta hasta el año 1961 con la censura de PM, de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante. Este hecho desató la primera polémica cultural entre creadores y el naciente Estado revolucionario. Pero esa es otra parte de la historia.

Por ahora prefiero centrarme en estos últimos seis meses, que han estado ―como decimos en buen cubano― “bastante moviditos” en lo que respecta al ámbito artístico-cultural y en especial al cinematográfico. 

Para los días entre el 28 y 30 de abril la compañía teatral El Ciervo Encantado tenía programado su espacio Jam Audiovisual con obras de diversos realizadores y de estudiantes de la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes.

No obstante, un funcionario del Consejo de las Artes Escénicas informó a Nelda Castillo, directora de El Ciervo Encantado, que quedaba suspendida las proyección de los audiovisuales El encargado, de Ricardo Figueredo, Existen, de Fernando Fraguela y Yulier Rodríguez, y La Habana de Fito.

El 26 de abril El Ciervo Encantado publicó un post en redes sociales explicando que las funciones habían sido canceladas “por desaprobación del Ministerio de Cultura”. “Estamos en total desacuerdo con esta decisión y expresamos con firmeza nuestra inconformidad con este acto de censura hacia artistas cuyas obras dignifican y conforman la cultura cubana”, agregó el grupo.

La respuesta por parte del gremio cinematográfico y de la intelectualidad cubana no se hizo esperar: las denuncias en redes sociales comenzaron a surgir ipso facto

El 10 de junio el espacio “Espectador Crítico” del Canal Educativo y que conduce la periodista Magda Resik, exhibió sin autorización de su director ni de los productores una copia de trabajo de La Habana de Fito.

Al programa fueron invitados los historiadores Elier Ramírez y José Luis Méndez y el periodista cultural e investigador Pedro de la Hoz, para realizar comentarios y juicios valorativos previos a la difusión de la obra. Entre los comentarios allí expresados se manejó la idea de que el realizador había manipulado a Fito Páez y que algunos acontecimientos de nuestra historia contemporánea habían sido tratados puerilmente. 

Es válido aclarar que Magda Resik y Pedro de la Hoz además de su trabajo como periodistas son vicepresidentes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Elier Ramírez, además de historiador, es subdirector del Centro Fidel Castro Ruz y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).

En los días posteriores desde plataformas oficiales como La Jiribilla y las cuentas en redes sociales de funcionarios culturales como Abel Prieto, Fernando Rojas, Fernando León Jacomino y de algunos creadores y diputados al Parlamento cubano como Raúl Torres y Arnaldo Rodríguez comenzaron a realizarse ataques hacia el realizador y el documental. “Bodrio”, “pastiche ideológico”, “manipulación”, “turbias intenciones”, fueron algunas de las palabras que resaltaron durante esos días.

Mientras por un lado se generaban críticas, por otro se demostraba apoyo al realizador de la obra y se avivaba el debate sobre el derecho de autor, la libertad creativa, la violencia institucional, etc. Esto trajo consigo que el 23 de junio en el cine 23 y 12 del Vedado habanero se reunieran en asamblea un amplio grupo de cineastas para debatir sobre lo sucedido y dejar clara su postura. 

Ese día se reactivó la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC), la cual emitió una primera declaración que en pocas jornadas fue firmada por alrededor de 700 artistas, intelectuales y profesionales de diversos sectores de la sociedad. 

El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico (ICAIC) y el Ministerio de Cultura (MINCULT) convocaron a una reunión el viernes 23 de junio para discutir las demandas presentadas por la Asamblea de Cineastas.

El encuentro sucedió en el cine Charles Chaplin: participaron el jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC, Rogelio Polanco; la viceprimera ministra Inés María Chapman; el ministro de Cultura, Alpidio Alonso; el entonces presidente del ICAIC, Ramón Samada; el presidente de la UNEAC, Luis Morlote; y el entonces vicepresidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), Yasel Toledo; así como otros funcionarios del MINCULT y el ICAIC. Era la primera ocasión desde la fundación del ICAIC en 1959 que el gremio cinematográfico tenía un encuentro de ese tipo. 

Fueron nueve horas de un intenso y acalorado debate donde no solo se debatió sobre lo relacionado con el documental La Habana de Fito, sino sobre temas medulares como el ejercicio continuado de la censura, la política cultural y el panorama del cine cubano actual, compuesto por cineastas diseminados por todo el mundo, de diferentes ideologías, generaciones y tendencias.

Chapman manifestó una disposición al diálogo y al trabajo en equipo para lograr tener resultados concretos ante todas las demandas allí expresadas.

El 3 de julio la ACC volvió a reunirse y entre los puntos de ese día quedó cuál debería ser su estructura organizacional, respondiendo a las necesidades y temas puntuales identificados a los cuales había que darle seguimiento. Se decidió la creación de cuatro comisiones: Política Cultural, Censura y Exclusión, Leyes y Decretos, y Producción. También se resolvió que debía existir un Grupo de Representantes. Se propusieron nombres para cada uno de estos grupos y se decidió que en días posteriores serían llevadas a votación las propuestas de manera digital. Y así fue. Cada uno de los representantes y miembros de comisiones fueron elegidos democráticamente por los integrantes del gremio que decidieron ser parte dentro y fuera de Cuba.

Por su parte, el Gobierno cubano creó el Grupo Temporal de Trabajo para la atención integral al ICAIC y al cine cubano. En teoría y según lo expresado en el encuentro del 23 de junio, se intuía que dicho grupo trabajaría en conjunto con el ICAIC y la ACC, pero lo cierto es que no ha sido así. Lo único que ha sucedido es el desconocimiento gubernamental hacia la Asamblea.

Aun así, desde ese momento hasta la fecha la ACC no ha parado de trabajar. Han sucedido varios encuentros, de manera presencial-digital. El grupo  realizó un informe-relatoría sobre lo ocurrido con , emitió un documento sobre censura, exclusión y políticas públicas de control y difusión, un listado de filmes cubanos censurados o no exhibidos en las últimas tres décadas, un informe de producción, distribución y exhibición en Cuba, así como varias declaraciones y notas sobre hechos que han ido sucediendo en este lapso de tiempo. 

Ha enviado misivas a la viceprimera ministra Chapman, también a Rogelio Polanco e incluso al presidente de la República. Pasó el tiempo establecido por la ley para que esas misivas tuvieran alguna respuesta y el silencio ha sido lo único recibido por parte del Estado y Gobierno cubanos. 

Ante este escenario, es imperativo seguir defendiendo la libertad de expresión y resistir cualquier intento de censura, así como establecer mecanismos que garanticen la independencia artística y la inclusión de obras que desafíen las convenciones y provoquen reflexiones enriquecedoras.

Es responsabilidad de la comunidad cinematográfica y de la sociedad en su conjunto abogar por un espacio donde todas las voces puedan ser escuchadas y respetadas, donde no exista cabida a la exclusión y la censura, donde se promueva la creación y la autonomía de los autores, sus obras y sus públicos donde quiera que se encuentren, y donde la creatividad y la reflexión crítica florezcan sin restricciones indebidas. Solo así podremos preservar la integridad del arte y contribuir al enriquecimiento cultural de nuestra nación.

Holguín, 1990 Productor y realizador audiovisual. Egresado de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV) y de la Facultad de Medios de comunicación audiovisual por el Instituto Superior de Arte (ISA). Es miembro de la Junta Directiva de SIGNIS Cuba. Ha colaborado con On Cuba, Periodismo de Barrio. El Toque, Tremenda Nota
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