José Carlos Sánchez entró a la Escuela Nacional de Arte (ENA) cuando yo cursaba el cuarto año de Actuación, en la época en que nuestra beca se había movido de Siboney a Zanja y Aramburu, donde también compartíamos espacio con los estudiantes de Danza, Ballet, Música y Circo. José Carlos venía de Santa Clara; quizá por la hermandad del inmigrante provincial, o la fraternidad de los becados, nos hicimos muy buenos amigos. Recuerdo que pasábamos horas conversando de nuestra infancia, de nuestra vida antes de la ENA, y a cada rato descubríamos que teníamos muchísimas cosas en común. Jose era un niño único de un ángel muy especial.
Desde que me fui de Cuba supe muy poco de él. Nos seguíamos en las redes sociales y conocí que después de su graduación comenzó a dar clases en la escuela. Esa transición de alumno a maestro siempre me ha parecido muy interesante. Cuando lo pienso, me da mucha curiosidad saber qué tipo de maestro fue.
En el año 2020, en plena pandemia, cuando agarré la costumbre de ver las telenovelas cubanas por YouTube, lo descubrí interpretando a Carlos Javier en Vuelve a mirar, una obra dirigida por Ernesto Fiallo. Era la primera vez que lo veía actuar, y su personaje se me parecía mucho al recuerdo que tenía de él. Jose le regalaba ese ángel tan suyo y esa verdad que lo caracteriza. Cuando lo miraba en la pantalla, seguía viendo a ese niño cándido y soñador.
―¿Quién es José Carlos Sánchez?
―La primera pregunta es la más complicada de todas, porque al final uno no termina de conocerse a sí mismo. Pero José Carlos es el mismo guajirito que salió un día de Santa Clara para estudiar en La Habana, solo, con muchas incertidumbres, con muchos sueños, y que ahora está en otro país, en otro continente, lejos de su familia, con muchas otras incertidumbres y con muchos otros sueños… Es bastante valiente.
―¿Cuál es el recuerdo más bonito de tu infancia?
―El recuerdo más bonito de mi infancia es el poder disfrutar a las 4:30 de estar frente al televisor viendo los muñequitos con un pan con aceite y sal, y un vaso de yogurt de soya. Es la parte más bonita porque fui un niño muy enfermizo. Yo era asmático bronquial y mi mamá vio la solución a mi enfermedad en ponerme en deportes. Yo estaba en lucha grecorromana. Los entrenamientos eran desde la 2:00 hasta las 6:00 de la tarde. Así que gran parte de mi infancia me perdía los muñequitos. Por eso, los días que tenía libres, eran esos en que podía estar a las 4:30 frente al televisor para ver los muñequitos. Para mí esa era la felicidad.
―¿Cómo llegaste a la actuación?
―Llegué a la actuación por accidente porque lo que yo quería desde chiquito era ser cantante. Pero entre lo del deporte, y mi mamá y tal, no pude hacer la pruebas de música en cuarto grado para la escuela de arte; y cuando crecí ya no podía hacer las pruebas, ya estaba muy grande. Entonces me quedaba la posibilidad de estudiar Actuación. Y era la única vía para estar dentro del medio artístico. Ya después que entré me fue gustando poco a poco.
―¿Qué significa para ti la ENA?
―Para mí la ENA significa mucho porque varias etapas de mi vida han estado vinculadas a esa escuela. Lo primero fue que pisé La Habana por primera vez porque fui a la ENA a estudiar. Aprendí muchísimo a pesar de que la vida en esa escuela es una montaña rusa que por momentos llegas a odiar, por momentos extrañas, por momentos quieres. Pero es justamente por la etapa que a uno le toca vivir, que es la adolescencia, con emociones a flor de piel y, más, estudiando Actuación. Se vive todo con más intensidad. Pero yo estudié y la conocí como estudiante, y la odié y la amé como estudiante; y luego la conocí, la amé y la odié como profesor. La extraño. Es un lugar muy complicado, como todos los espacios cubanos con todos sus defectos. Pero al final le agradezco por todas las oportunidades que me dio y las enseñanzas que me ha dado y por la gente que conocí, que es lo más valioso que puedo sacar de ese lugar. Porque si algo tiene muy bonito la ENA es que no se hacen compañeros de aula como en el preuniversitario o la secundaria. En la ENA salimos como hermanos, porque estamos trabajando con emociones desde el inicio de la carrera y uno tiene que confiar en sus compañeros de aula para que esas emociones puedan fluir orgánicamente. Y se crea un vínculo, una hermandad, muy bonita. Hoy por hoy después de seis o siete años de graduado aún sigue esa hermandad.
―¿Cómo llegaste a la telenovela Vuelve a mirar?
―Mi primer trabajo en la televisión lo hice con Ernesto Fiallo cuando estaba en cuarto año de la escuela. Fue en la telenovela En tiempos de amar, en la que Tamara Castellanos hacía de mi mamá. Entonces, cuando Fiallo comienza el proyecto de Vuelve a mirar, yo lo llamo, hablo con él, y a la semana me llama para hablar del personaje de Carlos Javier, y volví a repetir con Tamara Castellanos como mi madre.
―¿Cómo es la experiencia de hacer televisión en Cuba?
―En lo particular yo no tuve muchas experiencias en la Televisión Cubana y tampoco puedo comparar con cómo se hace fuera de Cuba, porque aún no he hecho nada. En Cuba casi todo lo que hice fueron como primeras veces y las disfruté muchísimo, a pesar de lo que todo el mundo sabe: problemas con el transporte, no hay un lugar donde poner a los actores para que no suden mientras esperan; el café, cuando hay, está frío y está racionalizado porque no alcanza para todo el mundo. En fin… Es como trabajar en comunidad primitiva, pero uno lo disfruta.
En Vuelve a mirar, fue la primera vez trabajando con actores que fueron mis estudiantes, y esa fue una bonita experiencia. Ya te digo, siempre fueron primeras veces y gracias a la vida estuve rodeado de personas buenas y de buena vibra, más allá de los trabajos que pasa uno en Cuba y que no son un secreto para nadie. Lo normal de las producciones en moneda nacional.
―¿Dónde vives actualmente?
―Ahora mismo estoy viviendo en la ciudad de Porto, al norte de Portugal. Es la segunda ciudad más grande de Portugal después de Lisboa y es muy conocida por sus vinos y por sus comidas. Hay mucho turismo. De hecho, cuando caminas por las calles, rara vez escuchas el portugués. Se escucha a la gente hablando inglés, mandarín, español, cualquier idioma pero muy poco portugués.
―¿Cómo llegaste a Portugal?
―Llegué por un contrato de trabajo que nada tenía que ver con el arte.
―¿Qué es lo que más extrañas de Cuba?
―Lo que más extraño de Cuba es el idioma. El idioma cubano que es único. Extraño también las playas. Aquí las playas son frías. No extraño el calor, pero extraño las playas calientes.
―¿Y lo que menos?
―Son tantas cosas: ni la colas, ni el cartón de huevos a 1.900 pesos, ni el transporte, ni la Mesa Redonda, ese tipo de cositas que ya borré de mi mente.
―¿A qué te dedicas actualmente?
―Actualmente me dedico a muchas cosas. Pero lo que más ocupa mi tiempo es trabajar en la cocina de un restaurante donde he aprendido muchísimo. Desde Cuba a mí siempre me ha gustado mucho cocinar. Al llegar aquí no es lo mismo hacerlo profesionalmente que por un simple hobby. Pero también he tenido la posibilidad de hacer teatro. Hice un musical, La Bella y la Bestia, que también fue un reto porque era en portugués, y con un elenco en donde yo era el único latino. En septiembre comencé a dar clases de Teatro en una escuela privada de Porto. Estoy feliz. He aprendido mucho.
Una película: Conducta, de Ernesto Daranas.
Una canción: She used to be mine.
Un libro: Antes que anochezca.
Una ciudad: Santa Clara.
Un olor: Cuando mi mata de mangos está floreciendo.
Un sabor: El café.
Una persona: Mi abuela Hortensia.
Una red social: Instagram.
Un sueño: Mi gran sueño de siempre es hacer una perra obra de teatro musical.
―Un mensaje a los cubanos que están en la Isla:
Yo nunca les voy a decir que hagan lo que yo no fui capaz de hacer cuando yo estaba en Cuba. Sería muy cobarde de mi parte. Pero lo que sí les voy a decir es: No esperes a que las cosas cambien. Empieza a cambiar tú. Empieza a coger las riendas de tu vida, porque lo que yo siento, y lo que viví, es que al cubano le han hecho pensar que no es el dueño de su propia vida; entonces juegan con uno, lo manipulan. Te hacen dar las gracias por migajas. Y cuando uno se da cuenta de que es el dueño de su propia vida, entonces las cosas cambian. Cuando todos los cubanos sean capaces de mirar así, entonces todo será diferente. Eso: empiecen a cambiar por ustedes.
Es penoso no esté trabajando más la actuación, en la que resulta muy convincente.
Muy digno al comprender lo que molesta escuchar a paisanos en el extranjero decir lo que deben o no hacer para que cambien las cosas en Cuba.
Su sugerencia muy atinada. Gracias.