Anamely Ramos: “El arte es otro tipo de poder, y al final pacta” (primera parte) 

Ilustración: Alejo Caner

―Anamely, lo primero que quiero preguntarte es si Maykel Osorbo, en algún momento, compartió contigo las experiencias que vivió en la cárcel siendo un niño. ¿Cómo fue aquello? ¿Cómo lo influyó? ¿Cómo lo formó?

Maykel hablaba a veces de eso, pero de pasada. Cuando uno le preguntaba en concreto, no te hacía una cronología, no te daba un cuento ordenado, todo estaba atravesado por sus propias anécdotas. Con Maykel uno nunca sabe hasta qué punto lo que te está diciendo es exactamente verdad. Él mezcla, es una especie de juglar que de manera muy popular va ficcionando esas anécdotas. Y para mí es la forma que él tiene de procesar todo lo que vivió. 

Mientras conversaba con él, me fui dando cuenta, primero, de que fueron muchos años preso, y desde muy jovencito. Está la etapa de su niñez, cuando su mamá se va por el Maleconazo (1994), Maykel tenía 10 años, y empieza a rodar entre personas cercanas de su familia y también a tener problemas en la escuela. 

Se lo llevan con 14 años para El Combinadito, que es una escuela reformatorio, que supuestamente no es una prisión, pero que no por gusto le dicen El Combinadito. Está al lado del Combinado del Este y, aunque es para menores, todo el reglamento y la dinámica del día a día son los de una prisión. El Combinadito es una prisión de niños.

Es por eso que Maykel siempre dice que él nada más llegó hasta cuarto grado. Pero en Cuba nadie llega a menos de sexto grado, es ilegal. El problema es que se lo llevan para El Combinadito y los mismos responsables de la disciplina le decían “Tú no sirves para estudiar”, y lo mandaban a hacer mandados y lo pasaron de grado. Pero él no estudió más desde entonces. 

A la experiencia de El Combinadito se une luego, la primera vez que va a la cárcel, a los 16 años. Prácticamente, no estuvo en la calle desde la niñez, desde la última parte de su niñez. Su adolescencia y su primera juventud las pasó en la cárcel, de corrido, y esa primera prisión de Maykel, la prisión formal, duró más de 10 años. Estamos hablando de una persona que toda su juventud la pasó en la cárcel. De 16 a 26, para ser exactos. 

Yo nunca he podido sacar en claro cuáles son las causas por las que Maykel cae preso por primera vez, porque se le van uniendo en su memoria. Creo que él cae preso por una ley que hay en Cuba de no denunciar. Tiene un nombre más formal, que yo no me sé, pero todo se debió a un suceso en el que estaban involucrados extranjeros en su barrio, y él parece que vio algo y no quiso contarlo. Básicamente, no chivateó. 

Así que va preso, por poco tiempo, pero se empieza a complicar en la cárcel, justamente porque entra muy joven y era muy bonito. Siempre me decía: “Ana, es que yo era como una hembrita. Yo era muy bonita, era como una princesa”. Ahí empieza a tener problemas en la prisión y es cuando funda, en ese tiempo, el Pacto de los Osorbos. Se llama Osorbo a sí mismo cuando vuelve a salir a la calle y comienza a hacer música.

Es algo que todavía existe en las prisiones realmente y que se fundó para defenderse de esa otra mafia que ya estaba y que controlaba los cuerpos de las otras personas que entraban. Él me ha dicho: “Mira, yo me tuve que poner muy, muy, muy duro ahí, a nivel de violencia para que no nos hicieran cosas”. Es cuando se empieza a enredar, empiezan las fajazones y las pandillas que se forman allí, y por eso termina pasando 10 años en la cárcel. Son años que empieza a acumular allá adentro. 

―¿Puedes decirnos algo más de los Osorbos?  

Te digo, al principio yo pensaba que eso era mentira de Maykel. Después me di cuenta de que no, porque, tengo un amigo que fue preso, lo cogieron con un taco de marihuana y estuvo preso en Valle Grande, y cuando salió me dijo “Ana, lo de los Osorbos es verdad”, y me hizo la historia de que ellos todavía existen en las prisiones. 

Yo fui testigo, estando cerca de Maykel, de que lo llamaban de muchas prisiones de Cuba, no presos políticos, sino presos comunes que lo conocían de años y que cuando se enteraban de que él ya era famoso, lo llamaban para contarle cómo estaban las cosas en cada prisión. Es decir, Maykel tiene contactos reales con toda esa población carcelaria, porque estuvo en muchas prisiones. Yo no sé, concretamente, donde se fundó el Pacto, pero sé que se comenzó a regar por toda Cuba. 

De hecho, hay una anécdota comiquísima. Maykel me decía: “¡Ah no, si yo conozco Camagüey! ¡Yo conozco Pinar del Río! ¡Yo conozco Las Tunas!”. Y yo: “Maykel, ¿en qué tiempo estuviste en todos esos lugares, si tú prácticamente no sales de La Habana Vieja?”. Y realmente él no conoce las provincias; conoce las prisiones, y cree que al conocer las prisiones, conoce las provincias. Es una cartografía totalmente diferente, a partir de su experiencia. No solo desde un punto de vista geográfico, sino de ese sector de la vida y de la sociedad que son los presos, que al final también son parte de la sociedad. 

―¿Cómo comienza a expresarse por medio del rap?

Cuando él sale, empieza a hacerlo más sistemáticamente. He visto videos de Maykel con El Funky rapeando desde muy jovencito. Debe haber sido justo en esa intersección en que él sale de El Combinadito y entra en la prisión. Antes de esa prisión larga él hizo rap, pero hizo rap con El Funky, porque ellos se conocen desde niños, desde la escuela. Hay una canción que a mí me gusta mucho, en la que él dice: “Yo hubiera querido haber estado en El Barbarán, con fulano y con mengano”. No solo menciona a Los Aldeanos, también menciona a otra gente. Sin embargo, dice: “Yo no estuve, porque estaba preso”. No dice que estaba preso, pero sí dice: “Yo hubiese querido estar ahí”; y uno se pregunta, bueno, y ¿por qué no estuvo? Pues, porque estaba preso. 

El Funky dejó de hacer rap en ese tiempo en que Maykel no estaba, y cuando Maykel sale, El Funky cuenta que Maykel lo va a buscar. El Funky estaba trabajando en una pizzería, y le dice: “Pero ¿qué estás haciendo aquí?”. Y El Funky le responde: “Yo estoy trabajando, Maykel”. Y él le dice: “No, no, pero con el talento que tú tienes, ¿qué haces ahí? Vamos a grabar, vamos a empezar a hacer música”. Y El Funky le responde: “¿Maykel, tú estás loco? ¡De eso no vive nadie! Pero, además, ¿dónde vamos a grabar? ¿Dónde vamos a hacer música?” Y Maykel: “¡Sí, sí, pero sal de ahí!”. Y El Funky cuenta que él empezó a cantar de nuevo porque Maykel, prácticamente, lo sacó de allí y lo obligó, y empezó a hacer conexiones con todos esos estudios underground que siempre han existido y existen todavía en Cuba. Entonces empiezan a grabar temas y es que empiezan a meterse en el movimiento de hip-hop.

El movimiento hip-hop ha tenido grandes altibajos, y hubo un momento alto del hip-hop, cuando estaban Los Aldeanos, y Escuadrón Patriota antes, en el que ellos no estuvieron. Ellos llegan en una segunda oleada y, de hecho, llegan a presentarse en La Madriguera y a organizar peñas en La Madriguera. Hubo un momento, después que Puños Arriba desapareció… y ellos cogieron premios en Puños Arriba, en las últimas ediciones, pero después Puños Arriba se fue del aire, y lo que quedaba era La Madriguera…, en que ellos llegaron a organizar esas peñas. Ellos no eran los organizadores oficiales, había otras personas mediando, pero los llamaban y ellos iban. Llegaron a ser bastante conocidos, antes de la etapa política, en ese mundo del rap y el hip-hop. Estaba gestándose la agencia de rap en ese momento, que después resultó ser un desastre. Ellos estuvieron muy activos en ese movimiento, que era muy alternativo y que empezó también a presentarse en los espacios de la Asociación Hermanos Saíz, en La Madriguera, antes de que estuviera tan controlado, en el momento en que se quiere controlar ese mundo, que estaba desatado hacía años.

―Claro, me acuerdo de un rapero que oía hace 15 años, que ha desaparecido de escena; se llama Etian Arnau Lazaire, Brebajeman. Una canción suya, que tiene un video muy bueno, se titula Orina pa que te acuestes, era de las canciones que me gustaban mucho en ese momento, el momento en que aparece Chocolate MC.

―De hecho, Maykel tiene una canción con Chocolate. Algo que, igual, yo pensaba que era mentira; hasta que no me la enseñó, no le creía…

―¡Tú no le creíste nunca!

Yo como que le creo de otra manera, es como otro tipo de verdad para mí. Pero bueno, después me he ido sorprendiendo de que hay muchas cosas que son, literalmente, verdad, y que yo no me las creía así, literalmente.

―A mí me pasa lo mismo. La gente no me cree hasta que no ve literalmente lo que estoy diciendo… (Risas).

Maykel tiene una canción con Chocolate, ¡de amor!, de cuando Puños Arriba, y él me decía: “Pero si yo canté con el Choco cuando Choco no era famoso, hicimos una canción de amor”. Y es verdad que la tiene. Es una canción malita ahí, pero bueno, es una canción con el Choco y, de hecho, se mantuvieron hablando todo este tiempo, antes que Maykel cayera preso. Hay un tema que ellos empezaron a grabar, en el que iban a estar el Choco y El Kamel.

Norges Rodríguez sacó hace poco un video, que era una directa, donde Maykel canta un pedazo de ese tema, la parte de él, y Norges se la pidió al Funky. Pero ese tema se perdió. Solo quedó la directa, aunque el tema como tal, la maqueta, la parte que ya estaba grabada, al Funky se le perdió, entre tantas otras cosas perdidas. 

Siguieron hablando, y cuando lo del tema colectivo para la campaña de liberación de Silverio Portales, yo estuve muy cerca porque coordinaba algunas cosas de esa campaña. En el tema, están El Funky, Escuadrón, Maykel y Aldo, que es quien hace el intro, y en ese mismo tema iba a estar Chocolate. 

Estuve ahí con Maykel el día que se hizo la llamada para hablar sobre el tema. Me molesté muchísimo cuando colgó y supe que el Choco no iba a estar. Porque considero que Chocolate es un genio, y que Aldo es un rapero extraordinario, pero no es un genio. Maykel me miraba así como: “¿Cómo? ¿Tú dices que Chocolate es mejor que Aldo?”. Y yo: “No, no estoy diciendo que es mejor. Digo que son incomparables, porque son niveles diferentes”. Al final, Maykel, que adora a Aldo… bueno, Aldo es su paradigma, como para todos los raperos, creo… dijo: “Bueno, a Chocolate voy a dejarlo para otro momento”. Pero empujé, porque creía que la talla era que estuvieran todos, Raudel, Aldo, Maykel, y que cada uno llevara su momento, también Chocolate. 

―Tus valoraciones sobre Aldo y Chocolate dentro del movimiento me parecen acertadas y muy relevantes desde el punto de vista crítico. 

Mi interés no es hacer una comparación entre Aldo y Chocolate, porque, de verdad, son incomparables. Son fenómenos totalmente diferentes. Aldo es extraordinario dentro del rap y la música, pero Chocolate rebasa la música. Es otro tipo de fenómeno. Era lo que estaba intentando explicarle a Maykel, pero él me decía: “¡Estás loca, tú no sabes nada de rap! ¡Aldo es insuperable!”. 

Y al final, mira lo que ha pasado: Aldo y Chocolate han terminado haciendo cosas, se han unido en muchas cosas, lo que me parece hermoso, después de que aquello no pudo ser.

―Pasemos a otra relación. Me pregunto cuál fue la dinámica, en el contexto de San Isidro, de Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo. ¿Cómo era esa relación, vista de cerca?

Cuando yo llego a la vida de esta gente, ya Maykel y Luisma se conocían.

―¿Y cuándo llegas a la vida de esta gente?

Yo conozco a Luis Manuel primero. Lo contacté para hacerle una entrevista, porque en esos momentos estaba escribiendo un texto sobre arte público para una revista francesa, que al final no salió, porque a los franceses no les gustó. Ellos querían que cambiara cosas que yo no quería cambiar, y no se publicó. No es solo sobre Luis, es sobre varios artistas. No se ha publicado. 

Realmente Luis se hace famoso en un momento en que yo no estoy en Cuba, estoy en Angola. Cuando llego de Angola, en 2016, me encuentro con el fenómeno de Luis. Y me digo: “¿Y esta persona quién es?”. Porque, además, de toda la vida yo había visto nacer, prácticamente, a los artistas, pues trabajaba en el Instituto Superior de Arte y los veía allí. No solo a los del ISA, sino a aquellos con los que se codeaban, los que no estaban en el ISA, y era un mundo que uno podía más o menos dominar. Y de repente veo a Luis, y digo: “¿Y este quién es?”. Me lo encontraba en todas partes, pero nunca había hablado con él. 

Lo contacto para el texto que estaba escribiendo; más bien, para que me mostrara su dossier, y quedé muy impresionada, porque Luis es muy bueno presentando su obra. Habló como dos horas, sin parar, y no lo interrumpí. Luego fuimos juntos a una exposición, y en el camino tuvimos un diálogo. Nunca olvidaré esa conversación porque terminamos hablando de la muerte. Cuando llegamos a la exposición, le dije: “Mira, me convenciste”. Y me dijo: “Sí, soy bueno presentando mi obra”. A lo que respondí: “No, no estoy hablando de la obra. Estoy hablando de tu persona”. Y él: “Bueno, no sé lo que eso significa”. Y yo: “Bueno, vas a saber lo que significa, en el futuro”. No cualquiera aparece y cambia tu vida en dos horas. Imagina lo que siento ahora que ya lleva casi dos años preso. Es insoportable. 

Y realmente fue algo mágico, porque a partir de ahí, cada vez que detenían a Luis, comencé a conectar con su situación. No fue solamente una fascinación, sino un encuentro con cosas que yo no tenía solucionadas en mí misma, de inquietudes e insatisfacciones con respecto al tema de Cuba, de todos nosotros, y de la sociedad cubana. Noté que Luis tenía algo que ofrecer, algo que yo estaba buscando desde hacía rato. Esto fue a finales del 2019. 

En el 2020, cuando él cae preso y lo acusan formalmente, y está 14 días en el calabozo y le van a hacer dos juicios sumarios, todo eso fue en marzo, Camila Ramírez Lobón y yo nos enfrascamos en organizar la campaña para liberarlo. Habían pasado apenas cuatro meses de conocernos, y cuando Claudia Genlui lo fue a ver a prisión, él le pide que busque a Camila y a Anamely para que ayuden. 

Habíamos llegado a una compenetración a nivel humano y sabía que nosotras íbamos a hacer todo para que saliera libre. Por suerte, salió en ese momento. Fue el triunfo que necesitábamos. Muchas personas se pusieron en función de liberar a Luis. La presencia de Sandra Ceballos fue imprescindible. En medio de la efervescencia de esos días, Iliana Hernández, Omara Ruiz Urquiola y Abu Duyanah salieron a manifestarse a la calle por la liberación de Luis Manuel. También iba a participar Oscar Casanella pero la Seguridad del Estado montó un operativo alrededor de su vivienda. 

La periodista Camila Acosta, además de cubrir la acción, se incorporó y fue detenida junto a Abu y Omara. No estuvimos de acuerdo con esa acción e incluso intentamos persuadirlos para que no ocurriera. Y lo cuento porque me parece relevante para explicar cómo hasta dentro de los espacios de resistencia al poder, se generan segregaciones y estigmas. Algunos son etiquetados como radicales y están en peligro de ser descartados, no solo por el poder, sino por el resto de los actores sociales que pudieran ser sus aliados naturales. 

En la campaña de marzo del 2020 conozco a Maykel, unos meses antes del acuartelamiento. La Seguridad del Estado me dijo: “¡Mira el enredo en que te has metido por unas personas que conociste ayer!”. Como si me estuviera arriesgando por unos desconocidos que me estaban escondiendo cosas y me estaban manipulando. 

―¿Crees que la apertura de Barack Obama propició un ambiente positivo, un cierto reajuste social que hizo posible, a largo plazo, las acciones de San Isidro, que creó las condiciones para dar expresión a la nueva disidencia salida del reparto, de los barrios, con estrategias distintas de las de Estado de Sats, el INSTAR o las Damas de Blanco? ¿Sería la distensión el detonante, en último análisis, de la crisis de 2020? ¿Crees que San Isidro jugó bien sus cartas, o que precipitó el desenlace sin contar con una estrategia?

Entiendo lo que dices. Primero, porque estuve en el medio de todo eso, sin darme cuenta hasta después. Trabajaba en el ISA, me movía dentro del circuito artístico, no solo de Artes Plásticas, sino en general. Llevaba mil años haciendo exposiciones independientes con artistas y, sin embargo, no tuve contacto con San Isidro y con ese otro mundo hasta que conocí a Luis Manuel. Y es muy interesante, porque el arte estará siempre, de alguna manera, coqueteando con el poder, incluso cuando lo cuquee y lo desafíe, porque al final pacta. El arte es otro tipo de poder.

Durante la era Obama, el arte estaba siendo privilegiado, como imagino que haya pasado en otras generaciones, como un nuevo tipo de comodidad, ampliando determinada permisibilidad, pero guiado por el gran poder, que en Cuba sí está delimitado. Hay muchos pequeños poderes, pero hay un poder central por encima de todos que es el que lleva la voz cantante. 

Y creo que lo que hizo el poder en ese momento fue usar esos otros sectores como brazos, porque ya los brazos que él podía lanzar por sí mismo estaban agotados, tratando de llegar a sectores donde ya no podía llegar de la manera directa y pura de “nosotros somos los que mandamos aquí”. Que eso estuviera ocurriendo, significó una distensión de la violencia y de muchas otras cosas que no habían sido posibles y que fueron posibles en ese momento.

Esto no niega que hubiera un sector, de hecho creo que refuerza la idea de que había un sector, y ahí es donde entra San Isidro, que estaba al margen, de alguna manera, o replegado, de esos niveles de permisibilidad o apertura. 

Lo que hizo Luis Manuel a conciencia, porque yo he hablado con él sobre estos temas, y le he preguntado “¿Estás consciente de lo que estás haciendo?”, y él me decía: “Sí, estoy consciente”. Es una estrategia que él tuvo, porque era la única manera de entrar en ese ámbito y fracturarlo, y capitalizarlo él también, sin conformarse con ser el negrito que aparece en la foto de la nueva generación de artistas que está cambiando el país, o que está propiciando determinadas cosas. Luis Manuel no quería ser el negrito de la foto, quería ser él. Llevar las cosas hasta el final. 

Él decía: “Esto hay que llevarlo hasta el final. No podemos reeditar, en la contemporaneidad, algo que ya pasó en los 80, lo que ya pasó en los 60, que el mundo artístico critica y desafía al poder, pero siempre desde los espacios regulados por el mismo poder. Tenemos que salirnos de las galerías, tenemos que salirnos de las casas. Hay que ir pa la calle, pero no a cualquier lugar. No hay que ir a la Plaza de la Revolución, como hizo Tania Bruguera en el 2014. ¡No! Hay que ir pa la calle de verdad, y la calle es el barrio donde está la gente que no sabe qué coño es el arte, pero esa es la gente que tiene que saber que tiene un poder, y que ese poder hay que incentivarlo, y que hay que unirse con ellos, y que hay que asumir las consecuencias, con ellos, de lo que va a venir”.

Luis Manuel siempre estuvo muy consciente de que lo que iba a venir es lo que tú dices. Sí, se precipita el asunto, y alguien tiene que pagar los platos rotos, porque estamos en una dictadura, no estamos jugando. Creo que todo eso Luis Manuel lo hizo a conciencia, y creo que lo que hubiese pasado, de no haber ocurrido lo que ocurrió, es lo mismo que ha pasado en otros momentos, como en los 80, que hubo toda esa efervescencia y al final los artistas se fueron todos y ya. Pasó el momento. Porque si se quedaban adentro los iban a aplastar. Nadie quiere ir preso, nadie quiere ser el chivo expiatorio. El chivo que lo ponga otro, que lo ponga la gente de la calle, que es otro tipo de gente. Creo que lo que pasó es lo mejor que pudo haber pasado. 

Pero todo lo que ha pasado después era de esperarse. El hecho de que ellos estén presos y nosotros estemos afuera, era de esperarse. Los poderes siempre vuelven a la estabilidad, siempre hay un repliegue reaccionario desde los momentos de efervescencia. Y en ese sentido ayuda, no es solo el poder político central, totalitario, sino también todos esos pequeños poderes que al final, de una forma u otra se van a alinear con el gran poder para salvarse. Aquí el asunto no es morirse, el asunto es no ir preso. Pero el problema es que ese no llegar hasta el final, ese no estar dispuesto a jugarte la vida, es lo que mantiene, tanto a los pequeños poderes como al poder central. Y yo creo que, en última instancia, es lo que Luis Manuel rompió. Rompió el estándar del circuito “Arte”, precisamente, porque estaba dispuesto a jugarse la vida.

Néstor Díaz de Villegas es un poeta y ensayista cubanoamericano. Ha colaborado con Letras Libres, El Nuevo Herald y The New York Times. Creador de Cubista Magazine y NDDV.blog. Reside en Los Ángeles.
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Un pensamiento en “Anamely Ramos: “El arte es otro tipo de poder, y al final pacta” (primera parte) 

  1. Excelente entrevista. Me revela ideas que comprendo desde hace mucho tiempo, porque tengo una idea sobre el poder y su relación con la sociedad. De lo más claro que he leído al respecto.

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