Ilustración: Julio Llópiz-Casal
Indira Romero García recuerda con exactitud el día en que empezó en el activismo: fue el 10 de octubre de 2020, el día en que un acto de repudio impidió que la poeta Katherine Bisquet entrara en casa de Anamely Ramos, el día en que, al menos, 17 activistas fueron detenidos por las autoridades por intentar protestar contra el acoso policial y político, el día en que se celebra el aniversario del inicio de las guerras por la independencia en Cuba.
Indira reconoce que, antes de ese 10 de octubre, ella posteaba en redes sociales cuando estaba en contra de algo que el gobierno hubiera hecho, pero que trataba de “aguantarse” por temor a las consecuencias. Ella tenía a su hijo mayor en la isla y lo visitaba con frecuencia.
“Ese día yo tomé consciencia, porque fue como que ya vi que alguien muy cercano a mí tenía el fuego arriba (…) A partir de ese día yo tuve mi tope, hice la consciencia de decir: es hoy”, comenta.
Indira es actriz, estudió en la Escuela Profesional de Arte “Samuel Feijóo” de Villa Clara y trabajó con varias compañías de teatro en Cuba. En 2014 decidió emigrar hacia Estados Unidos. Gracias a su profesión pudo viajar a México y desde ahí cruzó la frontera.
En redes sociales muchos la conoce por el sobrenombre de Indira Gitana. Indira describe a YucaByte cómo fue su proceso para empezar en el activismo y su relación con las ideas y publicaciones de algunos de los defensores de derechos humanos en Cuba.
En 2020, Indira Gitana empezó a ver en sus redes muchas publicaciones de la exprofesora universitaria y activista Omara Ruiz Urquiola. Y como seguía a Omara, le salían las cosas que decía Luis Manuel Otero Alcántara: la lucha contra el Decreto-Ley 349 y por la libertad de expresión y artística.
“A raíz de eso, veo que Anamely también entra ahí. (Nosotras) tenemos una relación familiar, no éramos amigas íntimas, pero la mamá de Anamely era muy amiga de mi mamá y nos veíamos, nos encontrábamos. Anamely fue el hilo que hizo la chispa en mí. De momento la vi así y fue como muy cercano, porque fue decir: pude haber sido yo”.
A partir de ese momento comenzó a seguir las publicaciones de las personas vinculadas al Movimiento San Isidro (MSI), un movimiento artístico que nació en 2018 para protestar contra la censura gubernamental al arte y por la libertad de expresión. Se sintió identificada con ellos, sintió que hacían lo que ella hubiera querido hacer mientras estaba en Cuba.
“Yo creo que, si no se hubiesen ido del país, hubieran crecido mucho más. La gente empezó a decir ‘yo soy San Isidro’, la gente encontró en eso un abrigo, una casa, un discurso necesario (…) Yo encontré en eso (en San Isidro) una necesidad, a nivel personal yo tenía esa necesidad, (antes) sentía que no estaba haciendo lo correcto, que me estaba defraudando a mí misma”.
Para Indira el arte debe hablar de algo actual. Cuenta que en algún momento, cuando aún vivía en Cuba, quiso representar el mito griego de Casandra, la profetisa troyana a la que nadie cree. Con esa versión quería mostrar cómo el gobierno manipula a las personas, pero nos dice que no podía personalizarlo. Es decir, que no podía hacer que en vez de Casandra fuera ella misma, Indira, la protagonista. “No podía decir: estoy en Cuba y me está pasando esto”. Hubiera tenido que valerse del mito para hablar del presente.
Cree que los artistas en Cuba, ya sean de teatro, músicos o artistas plásticos se sienten “mutilados por esa dictadura. No tienes libertad para hacer tu propio espectáculo, de lo que tú quieres hablar”. También piensa que las mujeres sufren ese totalitarismo mucho más que los hombres.
“Yo fui madre en Cuba y no tenía a veces cómo comprarle un par de zapatos a mi hijo. Casi siempre las que protestan son las mujeres”. Piensa que detrás de eso hay algo antropológico, que va más allá de su opinión o de sus creencias. “Hay mujeres muy grandes en esto ahora mismo, gente muy capaz. Yo incluso diría que cuando veo Cuba a futuro, veo a muchas mujeres en el poder”.
“Sin el internet estuviéramos en pañales”
Con respecto al exilio opina que hay una parte de él que se mantiene silente. También que hay otros que lo ven como una llamarada. Nos dice que el exilio ha tenido altibajos; han existido momentos como el 11 de julio (11J), cuando mucha gente fue a manifestarse en la zona del Palmetto, en la ciudad de Miami, y momentos en que no han sabido cómo ser efectivos.
“Yo casi siempre he tratado de participar en lo que es ayudar a la gente que está en Cuba, esos opositores que yo voy conociendo o que me escriben y me mandan una información o que (necesitan) un medicamento para un preso político o un dinero o un teléfono. Me gusta más moverme por ahí”.
A Indira también le molesta que el exilio en ocasiones utilice mucho dinero en otras actividades, en cosas que considera que no ayudarán a tumbar el régimen. Para ella hay que asegurar el apoyo a quienes están en la isla poniendo el cuerpo y para los familiares de esas personas, que también son víctimas de la violencia del gobierno cubano.
Pone el ejemplo de Víctor Arias Ruiz, de Santa Clara, que a finales de junio fue a apoyar a la familia del preso político Andy García Lorenzo mientras estos eran interrogados por la Seguridad del Estado y multados con el Decreto-Ley 370. Según Indira, la madre de Arias Ruiz fue expulsada de su centro de trabajo como castigo por las acciones de su hijo.
Indira cuenta que hay personas que le escriben y le explican que quieren salir a la calle, a manifestarse por sus derechos, pero que algunos son cuidadores de personas mayores o tienen miedo de perder su única forma de subsistencia si hacen algo que el gobierno considere como contrario a sus intereses.
A pesar de ese tipo de temor, Indira cree que, gracias a internet, la oposición ha tenido una puerta de entrada, un instrumento con el que visibilizar los problemas que hay en Cuba, una forma de darle voz a la gente. “Yo, que tengo 5000 amigos en Facebook, que casi no me conoce nadie, he podido resolver un problema con un post. Es poderoso. Está ahí. Mueve gente”.
“Eso no para hasta que explote ‘la bomba’, nos dice. “Creo que eso murió, y se lo debemos en parte al exilio, pero sobre todo al internet. Sin el internet estuviéramos en pañales. Ellos no pueden con eso”.