Alain Pérez Acosta: otro manifestante del 11 de julio que aterriza en Miami

Ilustración: Alejandro Cañer

 

Es 11 de julio de 2021 y Alain Pérez Acosta, de 20 años en ese momento, duerme la mañana en casa de su mejor amigo.

—¡Alain, Alain, Alain! ¡Mira esto!

Alain despierta y ve en el teléfono de su amigo la directa que hizo Yoan de la Cruz, en San Antonio de los Baños. Una transmisión que no tardó en hacerse viral y encender la chispa de las históricas protestas que sacudieron a la isla.

El celular de Alain empieza a recibir notificaciones. Muchas notificaciones. Grupos de conocidos y amigos hacen planes para reunirse en algún punto y sumarse a las protestas. Alain le dice a su amigo que deberían salir juntos a la calle, su amigo le responde que no, que no va a ir, que tiene miedo, pero Alain está convencido. Se baña, se pone la primera ropa que encuentra, coge su mochila y sale de la casa sin ni siquiera desayunar.

“Cogí una máquina en el Cerro, me bajé en Galiano y caminé como tres cuadras”. En este momento del relato Alain está en Centro Habana, y ve a una muchedumbre de personas acercarse hacia él. Alain quiere unirse a la muchedumbre que reclama sus derechos. Solo hay un obstáculo: un cordón de policías parece impedir el paso a la gente. Alain logra pasar el cordón y se une a los manifestantes.

“Y ahí automáticamente fue como una adrenalina. Todo el mundo gritando libertad, libertad. Llegó un momento en que se unió todo el mundo en Galiano y había demasiada gente, la policía no podía controlar eso”, dice a YucaByte.

La marcha sigue por Galiano durante un rato, luego dobla en la calle San Rafael. Aparecen más patrullas para cerrar la calle y detenerlos. “La policía empezó a agredir, empezaron a tirar gases lacrimógenos, empezaron a tirar tiros al aire” recuerda Alain.

Ante el cierre, la protesta toma un desvío y llega al Parque de la Fraternidad. De ahí el recorrido sigue hacia el Capitolio y después hacia el Paseo del Prado. Termina frente a la embajada española. Los manifestantes cantan el himno nacional y vuelven a gritar libertad, una, dos, cien veces.

Varias guaguas con represores se acercan al lugar donde está Alain. Son muchos y están armados con palos. “Ahí fue cuando la protesta se desató y empezaron a dar golpes más fuertes. Tenías que estar dispersado. Eso fue horrible. Sin internet…Yo me tuve que conectar en la noche mediante el VPN y esa misma noche subí mis videos, subí las fotos de toda la protesta”.

Pasan los días y la cosa empeora para Alain. “A mi casa fue el jefe de sector con una comunista a amenazarme, me pusieron una multa de 5000 pesos, me sentía vigilado, la Seguridad del Estado me perseguía, le hicieron actos de repudio a mis abuelos de 70 años”.

Los agentes del gobierno lo presionaban con violencia vicaria, que es la que ataca a personas cercanas de la víctima para causarle daño. “(Mis abuelos) no tenían culpa, pero igual, como es mi familia, les hacían represión a ellos. Entonces más roña me daba a mí”.

Los videos de Alain se hacen virales en redes sociales y le empiezan a llegar llamadas y propuestas de entrevistas para que cuente lo que pasó el 11J. Alain las rechaza por miedo, miedo por la persecución que sufría, miedo de ir preso.

“Estaba siendo discriminado: me tuve que cambiar de renta tres veces, porque las tres veces me sacaron de la renta. La Seguridad del Estado iba y hablaba con esas personas y les decía: tienes que sacarlo. Era atosigante, la verdad”.

“Los que estamos aquí y los que están allá debemos seguir en la lucha constante”

Antes del 11 de julio, Alain tenía una relación con un muchacho de El Salvador. “Decido irme con él, voy para su país y empiezo a trabajar legalmente, como guionista, trabajo en el teatro nacional, cosas así”. Para él, que siempre estuvo inclinado desde pequeño hacia la actuación y las artes, era un trabajo adecuado.

“Me iba bien, me pagaban bien, vivía bien, pero por cosas familiares y por cosas de la relación que no funcionaban decidimos dejarlo y bueno, no iba a regresar para Cuba, porque eso iba a ser mucho peor, decidí venir para acá (Miami)”.

Su camino fue muy similar al de los más de 157 000 cubanos que desde octubre de 2021 han llegado a la frontera sur de Estados Unidos. Cruzó de El Salvador a Honduras, de Honduras a Guatemala, de Guatemala a México y finalmente se entregó en Texas. Allí estuvo dos días detenido hasta que lo dejaron libre.

Cuando salió de la frontera, las autoridades estadounidenses le dieron un teléfono donde se tiene que reportar todos los viernes con una foto hasta que regularice su situación. Y le dijeron que no puede moverse más allá de un rango de 70 millas de la dirección que dio en emigración. En el futuro, nos dice, podrá viajar por todo el territorio estadounidense.

Desde que llegó a la Florida ha tenido experiencias, como el desfile del Orgullo que se hace anualmente en muchas ciudades del mundo, que solo vivió en Cuba una vez y muy superficialmente.

“No fue lo mismo que yo viví aquí. Desde que yo entré en la carroza, que empezó el desfile, el público en la calle, la aceptación, la policía, todo, las patrullas gais, con logos gais, con todo gay, yo me quedé alucinando con eso. Cuando uno va en la carroza saludando y la gente gritándote: guapo, bello, así se hace, es un placer, es un gusto en la boca de satisfacción, de libertad, esa es la palabra”.

En el país en el que Alain nació y en el que vivió 20 años de su vida, la última manifestación masiva del Orgullo que hubo fue el 11 de mayo de 2019. Fue una manifestación organizada únicamente desde la sociedad civil, sin intervención del gobierno. Y acabó en una ola de represión y arrestos.

En Miami, hasta este momento, no le han faltado cosas por hacer. Firmó un contrato con el diseñador de ropa interior para hombres Andrew Christian y ha recibido otras ofertas de trabajo. Por ahora quiere seguir centrado en el mundo del modelaje y la actuación, pero sin dejar de lado sus estudios.

Alain dice que lo que Cuba necesita es que “tanto los que estamos aquí, como los que están allá debemos seguir en la lucha constante”. Dice esto y dice que se necesita una manifestación más grande que la del 11J, que es importante que cuando eso pase la gente no se vaya a sus casas. “Quedarse en las calles por 7 días, 10 días, 11 días, 15 días”. Una denuncia, en definitiva, que resuene a ambos lados del estrecho.

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