David Gómez Sánchez, activista pinero multado por el Decreto Ley 370

Ilustración: Julio Llópiz-Casal.

¿Cuál es la principal tarea que debe asumir hoy la Revolución cubana?- dijo el profesor de Seguridad Nacional de la facultad de Derecho de la Universidad de Isla de la Juventud.

Los alumnos se tomaron un momento para contestar. Debían ser precisos en la respuesta. Seguridad Nacional, a pesar de ser una asignatura política, exigía que cada pregunta tuviese una única respuesta. La cuestión era saber cuál correspondía y en qué ocasión. Tras unos minutos de silencio incómodo, David Gómez Sánchez levantó la mano.

-La principal tarea de la Revolución cubana hoy es defender sus conquistas.- dijo, y el profesor, complacido, sonrió. Había escuchado justo lo que quería, la respuesta única que correspondía a su pregunta. David, por su parte, estaba satisfecho. Se consideraba un joven revolucionario porque así le habían enseñado a ser. El socialismo es irrevocable y Fidel Castro es uno de los padres de la nación, era capaz de repetir, como un mantra…

Justamente fue una imagen de Fidel Castro, junto con banderas cubanas y del 26 de julio, la que alzaron frente a su casa un día antes de la Marcha Cívica por el Cambio. Decenas de personas se habían congregado en una porción de calle para gritar consignas e insultarle. David los escuchó durante largos minutos, sin decir palabra. “Mercenario” y “gusano” eran solo algunos de los calificativos que a todo pulmón le soltó la turba en su cara. Un sujeto dijo entonces que si el 15 de noviembre, fecha para la cual el grupo Archipiélago convocó la Marcha, se le ocurría “iniciar una candelita”, los presentes “se la iban a apagar”. A la mañana siguiente, David no pudo salir de casa. Agentes de la Seguridad del Estado dispuestos por varias esquinas se lo impidieron. Su madre, atormentada por el constante hostigamiento hacia su hijo, casi sufre un desmayo.

-Yo solo pienso diferente. Quiero luchar por un país donde se respete el criterio ajeno.- dijo ese día, afligido, en una directa en Facebook. Habían pasado entonces 10 años desde que, en un salón universitario, demostró ser un joven revolucionario ante su profesor y sus compañeros.

***

David no terminó la carrera de Derecho. Necesitaba dedicarse trabajar, en lo que fuese, para poder ayudar a su familia. El primer puesto laboral que ocupó fue en una delegación del Ministerio del Interior en Isla de la Juventud, donde hacía de almacenero. Por entonces seguía siendo un joven “revolucionario”, seguía creyendo que la principal tarea de la Revolución cubana era defender sus propias conquistas, algo que solo podía hacerse de la honestidad y la crítica. En su trabajo no lo vieron así. Apenas dos meses después de obtener el empleo, fue despedido por no “ser idóneo”.

Los siguientes meses fueron terribles, recuerda. Buscaba trabajo por doquier, pero los salarios eran demasiado bajos en los centros estatales. Fue entonces que decidió sacar una licencia de cuentapropista y buscarse la vida por las calles. Comenzó con un carrito de churros. Luego se hizo de una máquina para hacer helados. Su idea era prosperar, pero la crisis económica del país y el burocratismo de las instituciones cubanas se lo impedían. Fue entonces cuando David comprendió que se había equivocado en aquella respuesta que dio al profesor de Seguridad Nacional. La principal tarea de la Revolución cubana debía ser superarse a sí misma, extinguirse si era preciso, y dar paso a una sociedad más justa que ofreciera libertades y oportunidades a todos. El problema de la Revolución era la propia Revolución, que estaba pensada para que el ciudadano no pudiera desarrollarse ni crear riqueza. Voluntad de trabajar había en las personas. Era el propio Estado quien ponía los obstáculos a los cubanos. “El problema es el sistema”, se dijo a sí mismo entonces.

Para entonces, David comenzaba a tener presencia en las redes sociales. Consumía y compartía contenido de corte político, siempre crítico con el gobierno. Comenzó a comunicarse con personas dentro y fuera de Cuba que pensaban como él, a enterarse de qué era el activismo y el periodismo independiente. Por esas fechas le decomisaron su barquillera y el descompresor de una máquina de helados. Entonces se sintió desmotivado. No había una razón sólida y justificable para el decomiso, recuerda. Ni siquiera fue irrespetuoso con las autoridades cuando le arrebataron su medio de subsistencia.

Fue en noviembre de 2020 cuando algo de esperanza le volvió al cuerpo. En redes sociales se había enterado de un grupo de activistas, artistas y periodistas que se acuarteló en una casucha en La Habana, un lugar que, decían, era la sede del Movimiento San Isidro (MSI). Varios de los acuartelados iniciaron una huelga de hambre y sed. Buena parte del país estaba al pendiente de cuál sería el desenlace de los acontecimientos, incluyendo a David, que compartió en redes sociales constantes muestras de apoyo a los huelguistas y a sus demandas. Eso lo costó que un buen día le secuestraran en un auto varios agentes de la Seguridad del Estado y lo dejaran tirado en un monte, no sin antes advertirle el precio que podría pagar por sus publicaciones en redes sociales: la prisión. Abandonado en medio de la nada, por primera vez, David sintió un miedo terrible, paralizante.

***

Si le preguntan por su trabajo en Periódico Pinero, una página en Facebook estructurada como un medio que lleva solo él, David dirá que no se considera un periodista profesional. En cualquier caso, reconoce, hace “periodismo ciudadano”, centrado principalmente en su localidad.

Para dar a conocer Periódico Pinero, David comenzó a compartir su contenido en grupos de todo tipo en redes sociales donde estuviesen habitantes de su comunidad, incluyendo el popular Revolico. Esto le hizo ganar varios lectores que tenían criterios similares al suyo sobre la situación de la localidad y otros que discrepaban. También atrajo aún más la atención de la Seguridad del Estado. Sin embargo, de aquellos momentos iniciáticos, hace ya un año, David recuerda “con cariño” el haber conocido a muchos de sus amigos actuales, opositores y activistas del Partido Autónomo Pinero (PAP). No tardó en afiliarse a esta organización local opositora, donde encontró a su “familia de lucha”, imprescindible en los momentos de mayor tensión y conflicto con la policía política cubana.

El pasado 5 de noviembre, miembros del PAP le ayudaron con los gastos de una multa que le fue aplicada por violar el Decreto Ley 370 o “Ley Azote”, la cual sanciona la libre expresión en internet. Ese día, en la mañana, se desplegó un operativo policial frente a su casa. Ante su puerta, David contó un auto, varias motos y unas 15 personas entre oficiales del MININT, funcionarios de ETECSA y los llamados “testigos”, que no eran más que militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC), miembros de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) e informantes de la Policía. Los “testigos” estaban allí solo para atestiguar de las supuestas actitudes contrarrevolucionarias de David. El operativo incluyó un registro a su hogar, el cual duró cerca de dos horas. Le decomisaron su teléfono móvil, la laptop de su esposa y una memoria USB, donde el hijo pequeño de David copiaba sus dibujos animados favoritos.

Luego llevaron a David a una unidad policial y allí de aplicaron una multa de 3.000 CUP por violar el Decreto Ley 370. La razón, le dijeron, fue una publicación en Facebook donde cuestionaba dos discursos oficiales cubanos, uno del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, y otro del presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. La publicación, dijeron los funcionarios de ETECSA, era “una falta de respeto a los dirigentes cubanos”.

Tras la imposición de la multa y el acto de repudio, David pensó que las hostilidades hacia él cesarían un poco. La frustrada Marcha del 15N había pasado y él mismo decidió concentrarse un poco más en trabajar y ganarse la vida con su licencia para brindar servicios gastronómicos y de cafetería. Su trabajo lo realizaba en un espacio legalmente adquirido, donde vendía bebidas, cigarros y comida ligera. Sin embargo, un buen día, llegaron al local unos sujetos que se presentaron como inspectores. Le pidieron sus documentos legales, incluyendo los del negocio. Todos estaban en regla. Luego le dijeron que, aun así, le impondrían una multa de 8.000 pesos y le decomisarían toda la mercancía.

-Los precios de sus productos están muy altos.- le dijeron.

Para David, mantener su negocio no es nada fácil. Cuando vende una cerveza a 120 CUP es porque su ganancia es de apenas 30 CUP, debido a que debe comprarla en las tiendas en Moneda Libremente Convertible. Las autoridades, sin embargo, aplican multas por sobreprecio en base a la tasa cambiaria 1 MLC x 24 CUP, la cual no es nada útil ni dinámica frente a la tasa cambiaria del mercado informal: 1 MLC x 78 CUP. En resumen, los inspectores pretendían que David comprar una cerveza por el equivalente en el mercado informal a 90 CUP y la vendiera en 75 CUP.

La Policía no tardó en llegar, y tampoco los vecinos y transeúntes curiosos. David intentó hacer una directa en redes sociales con el teléfono de su madre (el suyo continúa decomisado), pero un oficial se lo impidió arrebatándole el móvil. Poco antes había podido avisar a su esposa, la cual debía llamar a varios miembros del PAP. Sus amigos llegaron en un auto y le defendieron. Incluso, convidaron a los inspectores a hacer un recorrido por las paladares cercanas y aplicar multas y decomisos a quienes vendieran a “sobreprecio”. La hostilidad hacia David, dijeron públicamente, era de carácter político. Los inspectores se marcharon sin llegar a aplicar la sanción.

David aguarda por la próxima movida de la policía política en su contra. Le teme, pero el miedo no le paraliza. A veces quisiera poder cambiar aquella respuesta que le dio al profesor de Seguridad Nacional hace 10 años, o al menos decirle que ya no tiene vendas que le impidan ver la triste realidad del país.

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