Ilustración: Carmen Barruecos.
El preso político Asdrúbal Kindelán Garbey fue excarcelado en Santiago de Cuba el 12 de agosto de 2024. Salió tras pagar una fianza de 10.000 pesos y pasar cuatro meses y medio en prisión, pero aún no es un hombre libre. Tras el juicio celebrado en su contra el pasado 2 de octubre, tendrá su sentencia el próximo día 31. El fiscal que lleva su caso le pide cuatro años de cárcel por los supuestos delitos de desacato y atentado.
En un reportaje publicado el 3 de agosto de 2024, YucaByte expuso la situación que estaban atravesando Kindelán y su familia a raíz de la represión desatada contra él. Ahora logramos entrevistarlo vía telefónica a propósito de su excarcelación.
“El juicio fue más de lo mismo, duró como dos horas”, cuenta Kindelán. “[Las autoridades] nada más que me aceptaron dos testigos: mi mamá y mi hermano. Dijeron que no hacía falta más testigos para decir lo mismo, pero de ellos fueron muchos testigos que eran policías”.
Kindelán no se siente muy bien con todo lo que está viviendo. Su voz no logra ocultar la preocupación que le genera la posibilidad de volver a alejarse de su familia. Cuando tenga la sentencia decidirá qué hacer. Puede que apele, y valora la opción de “calentar las redes” nuevamente. Por eso fue preso precisamente, porque el sábado 23 de marzo de 2024 hizo una directa en Facebook desde la estación de la Policía donde mantenían detenido a su hijo de 18 años.
“Fueron tantos sentimientos los que yo viví ese día, que no me arrepiento de nada”, insiste Kindelán. “Volvería a hacer lo que hice una y mil veces, porque llegué a la estación y me dijeron que para meter preso a mi hijo no necesitaban pruebas de nada. A pesar de todo, como esto está tan difícil, me cuido para no llegar a los extremos y trato a las personas con respeto. Ese día traté respetuosamente al oficial que me atendió, pero las cosas se pusieron tensas porque fueron déspotas con nosotros. Entonces les dije que iba a denunciar esa situación porque lo que yo sí no tengo es miedo”.
“Cuando hice mi protesta me trancaron y luego me soltaron con una fianza de 50.000 pesos”, continúa Kindelán. “A los pocos días fue cuando me recogieron completo. Por lo menos a mi hijo ya lo dejaron tranquilo. Al final él viene de una familia correcta, yo soy religioso, soy babalawo y siempre he seguido una línea correcta. Al no tener evidencia y la situación coger tanto vuelo y tanto nivel, ellos tuvieron que soltarlo”.
El juicio: casi sin abogado y con pocos testigos
Kindelán quiso despedir a su abogado justo antes de comenzar el juicio, pero los funcionarios que iban a juzgarlo intercedieron y él aceptó ser representado. “Ese abogado fue a verme una sola vez a la prisión, después de mucha insistencia, para decirme que yo había cometido un delito por la directa que hice en Facebook. Nunca más lo había visto, pero fueron a darme muela y dejé que entrara él mismo. Hizo su papel ahí más o menos, pero se veía que no quería”.
Alain Espinosa, un abogado que ha monitoreado este caso desde el Centro de Información Legal Cubalex, explica a YucaByte: “La descripción que hace Asdrúbal del juicio ratifica la opinión que hemos sostenido sobre el uso del derecho penal para restringir derechos, imponer castigos ejemplarizantes y, sobre todo, para causar el tan deseado efecto inhibitorio ante cualquier necesidad de mostrar disenso”.
“Yo nunca he visto un juicio en el que no digan la petición fiscal”, continúa Kindelán. “Nunca ahí se habló de cuánto me pedían, solo hablaban de mis supuestos delitos. Nosotros supimos algo cuando se acabó el juicio y mi mamá le preguntó a la secretaria. Ella buscó en una computadora y me dijo que me pedían cuatro años”.
Espinosa cree que no se cumplió con el debido proceso: “En este caso, como en casi todos en Cuba, los jueces priorizaron los intereses del Gobierno en lugar de cumplir con su obligación constitucional de impartir justicia. Intencionalmente, omitieron realizar el control de constitucionalidad y convencionalidad, para calificar como delito lo que realmente es un ejercicio efectivo del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión”.
La familia quedó devastada ante la posibilidad de que Asdrúbal regrese a prisión, pero él “no lo va a poner fácil”. Cree que es necesario pasar por lo que él para lograr la libertad de Cuba: “Van a sufrir muchas familias, como la mía ahora, pero a veces eso es necesario. Nadie quiere ir preso, muchos cubanos han emigrado para evitar la cárcel, pero qué vamos a hacer, no queda de otra”.
La cárcel, el lugar al que no quiere regresar nadie
Kindelán asegura que no fue reprimido por las autoridades penitenciarias durante el tiempo que pasó en la cárcel, pero sí le costó mucho adaptarse: “Pasé días desesperantes, días malos y tristes. Luego tenía que ponerme fuerte porque tocaba ir para adelante. Por suerte, soy una persona transparente y donde quiera que estuve fui firme y con respeto. No tuve problemas con los presos ni con los guardias. Allí hay muchas personas que están comprometidas [con el régimen], pero están desengañadas. Yo les decía que al final van a pagar justos por pecadores porque como quiera que sea están comprometidos”.
Kindelán conoció a muchos que estaban presos por motivos políticos: “Había bastantes presos inocentes, gente sufriendo y pasándola mal por gusto. Es algo difícil lo que se tiene que enfrentar allí adentro cuando se está preso injustamente. Muchos todavía estaban allí por el 11J o por otras protestas. Yo conocí a gente a la que le propusieron desde EE.UU. poner carteles en contra del Gobierno y, aunque lo rechazaron y no hicieron nada, al otro día la Policía los recogió”.
Estando preso, Kindelán no tuvo acceso a insumos o servicios sanitarios de calidad. Padece de hipertensión arterial y un soplo en el corazón, además de úlceras en los riñones y sinusitis. “Entonces allá adentro no tenía medicamentos”, explica a YucaByte. “Yo resolví las pastillas gracias a mi familia y amistades”.
La familia de Kindelán sufrió mucho esta etapa. Además de los cuantiosos gastos económicos que tuvo que enfrentar su esposa, Arlet Perera, los hijos de Kindelán sufrieron enormemente su ausencia. “Había que ver a esas niñas cuando iban a verlo”, explica a YucaByte Randy, hermano de Asdrúbal. “Cuando la más chiquita salía le gritaba a mi hermano: ‘Papá vámonos, ¿por qué tú no te vas conmigo?’. Era un mar de lágrimas lo que brotaba por nuestras mejillas en esos momentos”.
Un patrón que se ha repetido en varios de los casos reportados por YucaByte en los últimos meses es la separación familiar que supone el encarcelamiento de muchos padres. Andrielis Guerrero, la esposa de Víctor Manuel Hidalgo Cabrales, otro preso político del 17M, declaró recientemente al diario español El Confidencial: “La niña [de cinco años] no estaba en la casa el día que arrestaron a mi esposo, pero aun así ha repercutido mucho en ella. Ha tenido muchas pesadillas desde ese día. A veces, cuando nos sentamos en la mesa, me dice que sin su papá no quiere comer. Ella es muy apegada a él. Cada vez que lo ve le pregunta cuándo va para la casa con nosotras”.
La niña pequeña de Kindelán iba en sus brazos mientras transcurría la protesta en la carretera del Morro. Él jamás pensó que ir allí podría poner en riesgo a sus hijos. El objetivo de protestar era otro.
17 de marzo de 2024, el día de la protesta
“Ahí no hubo ningún tipo de agresividad de parte del pueblo”, recuerda Kindelán. “De parte de los oficiales del Ministerio del Interior siempre hay incitaciones para luego culpar a la gente. Con tantos problemas que hay, nadie quiere llegar a la sangre, porque eso es demasiado violento. Todo fue pacífico”.
La protesta de la carretera del Morro exigía que se detuvieran los constantes apagones y que se entregaran los productos atrasados de la canasta básica. “No es fácil esto, no te dejan cocinar porque estamos sin corriente permanentemente”, explica Kindelán. “Es una cosa muy dura, te ponen a ti y a tu familia a pasar trabajo. Ahora todo sigue igual, no hay ni azúcar. Esto no es una vida recomendable para ningún cubano; por eso muchos jóvenes deciden delinquir y no quieren estudiar. No se puede ni salir a la calle porque la juventud está asaltando y haciendo cosas malas”.
“Asdrúbal, mi mamá y mis sobrinos fuimos para allá como todos los santiagueros”, recuerda Randy. “Pacíficamente, gritamos ‘Patria y Vida’, pedimos libertad y que no hubiera más hambre y apagones. Todo lo hicimos sin tirar una piedra, sin agredir o decir palabras obscenas contra ningún representante oficial”.
La protesta de Santiago de Cuba se replicó en ciudades como Bayamo. Inmediatamente, el régimen comenzó una ola represiva que buscaba generar un efecto inhibitorio en la población. Por eso, aunque ahora está en la calle, Kindelán no se fía de la aparente calma a su alrededor.
Él logra sustentar a su familia gracias a su trabajo como babalawo en defensa de “la fe en Orula”. Su esposa y su madre se dedican a lo mismo. Él y su hermano Randy, también babalawo, hacen “trabajos de santería”. Con eso le da para “sobrevivir” en Cuba, pero también para protegerse. No ha sido hostigado por la Seguridad del Estado desde su excarcelación, pero está seguro de que lo chequean porque Orula se lo dice.
¿Qué se puede hacer para tener una Cuba mejor?
Kindelán no sabe qué responder cuando se le pregunta por el futuro, le resulta muy difícil salir adelante en la Isla. Sin embargo, su respuesta es rápida cuando se le pregunta por Cuba: “Mis planes siempre van a ser grandes. Siempre he dicho que si estoy aquí, porque no niego que me gustaría ir a un país de libertad, mi familia sabe que ahí estaré si el pueblo de Cuba sale a la calle dispuesto a dar la sangre”.
Las causas que generan la actual crisis, Kindelán las tiene bien claras: “En Cuba debe cambiar todo. Se han perdido hasta los valores. Los gobernantes son los que han hecho que este pueblo esté así, sintiendo todas esas energías. Son ellos los que han impedido por 65 años la forma de tener una Cuba linda”.
Para este preso político, no hay otra vía que la acción popular si se quiere lograr un cambio real: “El pueblo tiene el mando, lo que no nos hemos dado cuenta todavía. Si no nos conformáramos con tan poco y buscáramos una vida digna, ya hubiese pasado. Hay miedo, tenemos miedo, pero el día que eso se pierda cambiará todo. No se puede contra el pueblo, porque el pueblo es el que sustenta a los gobernantes de cualquier país. Nosotros merecemos vivir bien”.
“Yo le diría a los cubanos —concluye Kindelán— que no pierdan nunca la fe, que pase lo que pase en el camino, ese es nuestro destino. Siempre que llega la verdad, la mentira se va abochornada. Todos juntos podemos lograr que exista una Cuba linda, con democracia y felicidad, donde todos seamos personas agradables y contentas. Eso va a pasar cuando enfrentemos las cosas con valor, sin miedo, así vamos a derrotar cualquier tipo de sistema y pensamiento. Hay que alzar siempre la voz y dar el paso al frente”.