Ilustración: Alen Lauzán
“Una cárcel al aire libre”, dicen quienes hoy hablan de Gaza, usando el lenguaje con que los cubanos han definido su propia situación desde 1959.
¿Quién duda, a estas alturas, que el castrismo es una suerte de ocupación ilegal? El castrismo ha sido Hamás y el Departamento de Defensa Israelí en una sola pieza. ¿Cuántas veces el G2 ha sido equiparado a la Mosad? ¿No es cierto que las entradas y salidas de la franja cubana han estado reguladas por las Fuerzas Armadas castristas desde tiempos inmemoriales?
Tres millones de nuestros palestinos jinetean permisos de trabajo en naciones ajenas: son ellos quienes ponen la comida en la mesa y la recarga en los teléfonos de los otros nueve millones de reconcentrados.
¿Quién duda que Cuba es una tapiada?
Los paralelismos podrían abarcar volúmenes, a pesar de que las Naciones Unidas no consideran a nuestro país un territorio ocupado, ni al castrismo una organización criminal. Gabriel Boric va a Washington a negar categóricamente aquello que nuestros compatriotas vienen repitiendo desde hace más de medio siglo: que ellos y los venezolanos, los angolanos, los nicaragüenses, y hasta los mismos chilenos del período allendista, han sido las víctimas del gran terror fidelista.
De lo anterior se desprenden varias conclusiones desconcertantes pues, al parecer, si en lugar de marchar cantando “Patria y Vida” hubiéramos tomado el Capitolio y decapitado al impostor Esteban Lazo, quizás el mundo nos habría tomado en serio. Si en vez de leer poemas y seguir ciegamente a Tania Bruguera hubiéramos quemado el Ministerio de Cultura, a lo mejor las universidades americanas se habrían solidarizado con nuestra causa.
En los muros de Harvard hoy: “Dejad vivir a Gaza”, y en el 2021, “Dejad vivir a Cuba”. ¡El ñangarismo es continuidad! Entonces los Comandos L de Tony Cuesta y Alpha 66 de Andrés Nazario Sargén tenían razón: la violencia es la única respuesta, el único lenguaje, la única vía. ¡De manera que los majaderos que le volaron las piernas al locutor Emilio Milián en el parqueo de la WQBA en 1976 fueron unos adelantados a su época! ¡Por cualquier medio necesario!
Entonces, Enrique Tarrio no debería estar cumpliendo 22 años en una prisión federal, pues hace apenas un mes que un millón de Tarrios marcharon en apoyo de la violencia política y la irracionalidad ideológica en todas partes del mundo y han sido excusados.
Cuba y Gaza son de un pájaro las dos alas.
Y no me refiero al dúo de urracas que planea sobre cada conflicto mundial graznando consignas de odio: las oligarcas Aleida Guevara y Mariela Castro, Checha y Chucho del internacionalismo chancletero, representantes del poder hereditario y subproductos genéricos del machismo tóxico. Nada de eso: me refiero a los datos oficiales que emparentan, incestuosamente, la franja de Gaza y la franja de Cuba. Me refiero al imaginario de la debacle total. Hablo de la similitud de las ruinas producidas por los bombardeos y por el fidelismo.
Los cubanos sabemos que Cuba ha sido bombardeada, aunque esto es aún información confidencial. También sabemos que hemos sido reconcentrados, tanto en Sandino como en San Isidro, Miami o Madrid, pero esa es una cuestión para consumo interno. Para el mundo exterior, las ruinas son la expresión arquitectónica de la miseria participativa, un tipo apocalíptico de igualitarismo. Y si Pink Floyd dio un famoso concierto en Pompeya, ahora Norah Jones levanta un escenario sobre los escombros de La Habana. La misma pauta de distanciamiento histórico neutraliza y opaca, en ambos casos, la cuestión de la muerte de una civilización.
BBC News reporta el 22 de octubre que “los alimentos básicos, como el pan, los huevos y la leche están en falta en la mayor parte de los mercados” de Gaza. ¡La leche! Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud, estima que, después de la invasión israelí, “el promedio de consumo de agua por persona es de tres litros diarios”. ¡El agua! De hecho, el 21 de octubre, “el 80% de los edificios, las escuelas y las clínicas en Gaza se encuentran sin electricidad”. Vale decir, salvando las distancias: la vida común de cualquier cubano desde el año 1965 en adelante.
En cuanto a lo que constituye un refugiado palestino, las Naciones Unidas lo definen como “personas cuyo lugar de residencia era Palestina durante el período del 1 de junio de 1946 al 15 de mayo de 1948, y que perdieron tanto sus hogares como sus medios de subsistencia como resultado de la guerra de 1948”. ¿Podría la ONU correr el dial unos diez añitos para redefinir al cubano como refugiado total? ¿No se nos niega el derecho a reclamar propiedades y medios de subsistencia perdidos en la guerra sucia de 1956-1958? En cambio, por reivindicar los derechos otorgados a un refugiado árabe, a los cubanos se nos acusa de judíos y gusanos.
¡Hasta en los túneles nos parecemos! El periodista Pedro Acosta refiere que, en 1991, “en el Municipio Cerro, se perforaba bajo la conocida Finca de Los Monos, el Cine México, el Poder Popular, y el Instituto de Economía Habana. También bajo los promontorios rocosos entre el Instituto de Zoonosis y el Hospital Pediátrico de Centro Habana. El objetivo final era intercomunicar todos esos puntos”. ¡Túneles debajo de hospitales que conectaban el Palacio de la Revolución y la faraónica oficina del padre de Mariela Castro!
Otro gran túnel “debería pasar por debajo del hospital y la calle [10 de Octubre] para unirse al que pasaba por debajo de la calle Cristina. Otra senda llegaría, pasando por debajo del Cine México, hasta la Vía Blanca. Otra, pasaría por debajo de la Calzada del Cerro, una boca saldría al pequeño parque frente al Estadio Latinoamericano y continuaría por debajo del estadio hasta la Escuela de Economía Habana en la calle Ayestarán”. ¡Pobre de nuestra población civil!
La Habana de 1991 era una Palestina en potencia. Lamentablemente, el bombardeo yanqui, la invasión anunciada y la subsiguiente erradicación del castrismo jamás ocurrieron. ¡Insha’Allah! ¡De haber ocurrido, la doctora Aleida Guevara residiría en Catar y no en la vivienda confiscada de un judío! Su padre mártir había ocupado bancos, ministerios, paredones y una preciosa casita palestina en la playa de Tarará.
Por cierto, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios atiende, además del Territorio Ocupado de Palestina, los casos de Haití, Honduras, Guatemala y Colombia —¡pero no el de Cuba!— aunque es bien sabido, incluso en la ONU, que los cubanos están dispuestos a emigrar, por cualquier medio necesario, a cualquiera de los países americanos en candela, con tal de dejar atrás las maravillas de la más subvalorada de todas las “cárceles al aire libre”.