Gisselle Vargas: «Me descubrí otra vez abandonando un barco que amaba»

Ilustración: Alejo Cañer

Definir a Gisselle Vargas en pocas palabras es una tarea bastante compleja, porque Gisselle es muchas cosas a la vez. Le gusta reinventarse, renacer, resurgir y tiene el poder de hacerlo siempre para mejor.

Primero la conocí como actriz en formación, como a tantos otros actores de esta serie de entrevistas. Cuando comencé a estudiar en la Escuela Nacional de Arte (ENA), ella cursaba el segundo año y nuestros grupos eran muy unidos. La recuerdo como una estudiante muy aplicada y perfeccionista. Siempre me atrajo sobremanera su inteligencia y me llamaba poderosamente la atención su capacidad para llevar a cabo varias actividades a la vez y desarrollarlas todas con calidad y precisión. No me sorprende que algunos años después, en una especie de reinvención, Gisselle probara suerte detrás de cámaras en varios roles, con similar éxito y rigor. 

Cuando me enteré que se había instalado de forma definitiva en España, supe que tenía que entrevistarla e incluirla en esta serie, porque la experiencia de Gisselle es un termómetro de la sociedad cubana actual, no tan solo desde la perspectiva de la actriz que ganó popularidad por su interpretación de Fernanda en la censurada teleserie Zoológico, sino desde un panorama más general y complejo de los medios de comunicación en nuestra Isla.

―Pregunta obligatoria: ¿Quién es Gisselle Vargas? 

―Gisselle Vargas soy yo, ja ja. Una mujer de 30 años, cubana, feminista, y una trabajadora incansable. Soy actriz, directora, productora y primera asistente de dirección para el sector audiovisual. Durante años me costó muchísimo decir que soy todo esto: los juicios al multitasking y a las capacidades múltiples me condenaban con frecuencia a padecer el síndrome de la impostora. Pero a día de hoy he comprendido que lo que soy es el resultado de mi esfuerzo y dedicación constante a mi crecimiento y trabajo (soy una workaholic, sí, ja ja ja). Y, como valoro mucho el tiempo que invierto en ello y los sacrificios que he tenido que hacer para ser lo que soy ―las noches que dejo de dormir, los momentos que dejo de compartir y la atención de la que irremediablemente privo a las personas que quiero― ya no niego nada de lo que soy.

―El público cubano te recuerda por tu interpretación de Fernanda en la teleserie Zoológico, dirigida por Richard Abella. ¿Cómo llegaste a ella? 

―A la serie llegué por la llamada de Richard para proponerme trabajar en ella. Inicialmente me habló del personaje que luego supe que se llamaba Yumari, y que terminó interpretando Aydana Febles. Luego me dio a leer los primeros capítulos y a mí el personaje que sinceramente me encantaba era el de Claudia, que terminó interpretando Amalia Gaute. Se lo planteé a Richard y todo, ja ja. Pero bueno, al final, entre pitos y flautas, acabé siendo Fernanda, el personaje que menos me ilusionaba (si soy sincera, ja ja) pero porque se parece mucho a Gisselle, y ya sabes cómo somos los actores, que preferimos lo distinto, lo desconocido, lo que nos haga tener que trabajar más fuerte en construir ese otro ser. Al final, Fernanda es un personaje que terminé amando infinitamente, por el que estoy muy agradecida y al que, a su vez, le agradezco muchísimas cosas.

―Por las redes sociales, supimos que la teleserie había sido censurada en Cuba. ¿Cómo viviste tú esta censura? 

―Mira, la verdad fue un proceso de muchas sorpresas. Era mi primera serie en televisión, tenía un personaje protagónico, había trabajado intensamente durante casi 10 meses. Como mi personaje tenía escenas en casi todas las locaciones, tuve poquísimos días de descanso fuera de los domingos durante esos meses. Trabajamos muy duro, de lunes a sábado, por 12 horas. Todo un equipo dejándose la piel. Luego, otros estuvieron trabajando durante meses en los procesos de edición y postproducción. De momento, un día, estando todos ilusionadísimos porque se acercaba el estreno, habiendo hecho parte de la promoción de la serie ya incluso en programas de televisión y tal, nos enteramos de que no saldríamos al aire, que nos habían censurado. Imagínate qué decepción, qué desencanto y qué tristeza. Lo primero que piensas es que todo ese trabajo y todas tus ilusiones con él se han tirado totalmente por la borda. Y es muy duro. Luego vinieron las sorpresas agradables porque se filtró y salió por el Paquete y todo eso que sabemos que le devolvió la vida a Zoológico y la ilusión a todos nosotros. 

―¿Cuál fue tu reacción al enterarte de que la serie estaba en manos de toda Cuba gracias al Paquete semanal?

―Bueno, con esto tengo una anécdota muy graciosa. Yo me había quedado en que la serie se había censurado y me había ido un mes a Miami con mi familia. A mi vuelta a Cuba, no me había enterado de nada nuevo. Cuando una semana después de regresar me estoy yendo a la universidad y caminando por calle 3ra. empiezo a escuchar a una señora que llamaba a una tal Fernanda. La señora gritaba: “¡Fernanda! ¡Fernanda!”. Lo gritó muchas veces y Fernanda no le contestaba. Mientras, yo pensaba: “Coño, Fernanda, vieja, contéstale a la señora” (pero yo pensando en alguien más). El llamado a Fernanda se me acercaba cada vez, la voz estaba siempre más cerca, ya apenas gritaba, sino que llamaba, hasta que me tocan por el hombro y al voltear veo a la mujer que me dice: “¡Fernanda!”. Y le digo “No, no, yo no soy Fernanda, yo me llamo Gisselle” (ja ja ja), y me responde la señora: “Ah, caramaba, es que te pareces mucho a una muchacha de una serie del Paquete, está buenísima, se llama Zoológico”. ¡SORPRESA! Ja ja ja… Así me enteré de que estaba en el Paquete. 

A partir de ese momento fue increíble, la gente me paraba todo el tiempo en la calle, me escribían un montón, desde distintos países (porque también la subieron a YouTube); mi vida cambió brutalmente y, si te soy sincera, me daba un miedito y una vergüenza que no te puedes imaginar. A veces salía corriendo y todo. De hecho, aún me pasa, el día que me escribiste para proponerme la entrevista, estaba luego aquí en un sitio comiendo en Madrid y de momento vino una chica cubana a pedirme una foto. A mí estas cosas no dejan de sorprenderme. Automáticamente, luego ya me quiero ir de los sitios, pero porque aunque no parezca soy vergonzosa. Porque la gente es muy bonita, no tengo quejas de ello. Eso sí, te juro que le tengo una consideración a los famosos de verdad, que me muero, ja ja ja. Y verdaderamente es muy bonito también la mayoría de las veces porque la gente lo que hace es mostrarte su cariño, su aprobación y su agradecimiento, y eso no tiene precio. Lo que pasa es que al inicio sobre todo choca porque te descoloca, porque pierdes un poco tu intimidad, porque la gente te ve como si fueras alguien importante y tú te sigues considerando la misma comemierda de siempre, ja ja ja. Pero en sentido general fue una sorpresa muy grata, me regaló momentos y emociones muy bonitas (me las sigue regalando) y siempre estaré agradecida a Zoológico y al público maravilloso que tuvo, por eso.

―Gisselle, yo sé que además de actriz también te desempeñas en otros roles dentro de los medios. Escribes, diriges, produces para cine, televisión… ¿Cómo es el trabajo en los medios de comunicación en la Cuba actual? 

―Por loco que te parezca no puedo hablarte ya de la Cuba actual; llevo solo un año fuera, pero las cosas en Cuba han cambiado tanto desde entonces que no sé si soy la persona más adecuada para hablar sobre el trabajo en los medios en la Cuba actual. Podría hablarte de mi experiencia hasta mi salida de Cuba, pero entiendo que ya eso poco importa. Solo diré que en los últimos tiempos era muy muy difícil; pasaba mucho trabajo para poder trabajar y el agotamiento era doble.

―Hace poco supe que estabas viviendo en España. ¿Qué te motivó a salir de Cuba y por qué a España? 

―Realmente mi salida de Cuba fue un poco fortuita, no salí con la idea de quedarme a vivir fuera, pero las oportunidades hay que aprovecharlas. Hay trenes que solo pasan una vez en la vida. Yo, como bien tú sabes, había salido de Cuba muchísimas veces y siempre había decidido volver y más que decidido volver realmente nunca me había pasado por la cabeza no hacerlo. Tampoco la Cuba en la que vivía antes era la Cuba en la que estaba viviendo en ese momento. 

Para mí lo más importante ha sido siempre mi crecimiento profesional; mi carrera es mi vida y siempre pensé hacerla en Cuba, pero llegó un momento en el que sentía que Cuba me quedaba pequeña. Y no porque sea una supercrack ni nada parecido, sino porque mis aspiraciones eran más grandes que lo que Cuba me podía ofrecer. 

Por otro lado, la realidad cubana me había hecho reinventarme muchas veces, postergar sueños y aspiraciones y ya no estaba dispuesta a aceptar una reinvención más dentro de la Isla. Si me tenía que reinventar que fuera por una necesidad más grande que las barreras que me ponía esta realidad. 

Me explico: yo quise siempre ser actriz y todo parecía indicar en algún momento que lo estaba consiguiendo. Y fue justo en ese momento, durante el rodaje de Zoológico, que entendí que lo que en cualquier lugar del mundo era complejo, en Cuba lo era mil veces más. No es un secreto que ser actor, donde sea, es muy difícil, y vivir de ello es un sueño que muchos no consiguen cumplir; pero lo que sucede en Cuba es casi inaudito. Estábamos rodando Zoológico y, un día, uno de los actores más consagrados de la serie (no revelaré su nombre por respeto a su intimidad), con toda la vida de experiencia, reconocidísimo por el público cubano, se acercó a mí para pedirme prestados 36 pesos para poder comprarse su caja de cigarros; me los devolvería el día del cobro (faltaban cerca de 10 días). Yo se los di sin cavilar en lo más mínimo y con todo el placer del mundo. Pero luego, esto significó un golpe de realidad: por más exitosa que pudiera ser dentro de la Isla, por más series, novelas, pelis que pudiera llegar a hacer, igual necesitaría pedir dinero prestado para acabar el mes. Y no hay nada de malo en ello, pero no es justo. 

No es justo que personas que se han dejado la piel trabajando toda su vida, que lo han dado todo, que no son derrochadores locos ni personas que intentan vivir por encima de sus posibilidades, siendo famosos, reconocidísimos, no puedan siquiera pagarse una caja de cigarros 10 días antes del cobro. Esto a mí no me habla mal de esta persona, esto a mí me alerta de un sistema que no funciona, que no protege, que no cuida, que no ampara y que no respeta, dignifica ni legitima. Y, ojo, que estamos hablando de una caja de cigarros, no de un kilo de carne, pero tendríamos que tener el derecho también de disfrutar de esos pequeños gustillos, de esos “lujos” que no son lujos. No dudo que para mucha gente esto signifique una tontería, pero para mí fue un despertar. 

En ese momento ya estudiaba dirección en la FAMCA [Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual] y entonces pensé, igual estoy haciéndolo bien, ya estoy haciéndome de otra profesión que me compense económicamente. Pero eso solo estaba bien en mis sueños (ja ja ja), en mi ingenuidad. Recuerdo que estando yo en segundo año de la carrera, conocí a un productor bastante reconocido ya en ese momento, ahora mismo uno de los mayores del país, que cuando supo que estaba estudiando Dirección me dijo: “Anda, otra desempleada”. Me sonó muy feo, me sentí atacada, infravalorada. ¿Este tipo que no conocía mi talento cómo podía asumir que sería yo otra desempleada? (Otra ingenuidad de mi parte, ja ja ja). Poco tiempo pasó para que entendiera a este hombre que no me había atacado, sino que me había alertado de una realidad como un templo: vivir de la dirección de audiovisuales en un país donde se produce poquísimo, donde cada año surgen nuevos realizadores talentosísimos que pocas veces consiguen realizar su obra, era, más que un sueño, una utopía. 

Fue entonces que entendí que si me dedicaba a alguna especialidad que consistiera en prestar mis servicios más que a crear mi propia obra, podría tener más posibilidades y me giré hacia la producción. Y ahí pensé que me quedaría. Cierto es que comencé a alternarla con la asistencia de dirección. Esta última parecía que se me daba bien; es una especialidad bastante ligada a la producción y a su vez tiene una influencia directa en la dirección de la obra, además de que era una especialidad con bastante espacio en el país; había mucha carencia en el momento en que comencé a hacerlo. Tanto la producción como la asistencia de dirección fueron mi sustento económico en la Isla desde 2016 hasta mi salida de Cuba. No dejé de dirigir, tampoco dejé de actuar, pero mi estabilidad económica no dependía de ninguna de las dos. Llegué a crear mi propio Colectivo de Creación (que vendría a ser en Cuba una productora audiovisual). La producción era sinceramente lo que más me interesaba hacer y la verdad no me faltaba el trabajo en ella; pero producir en Cuba se volvió bastante tortuoso a partir del 2021 y se recrudeció aún más en 2022. En agosto de ese año, luego de producir un servicio de dos videoclips y de haberlo sufrido profundamente entre la inflación y la crisis de combustible, recuerdo que le dije a mi equipo de producción: “Yo no quiero producir más, al menos no mientras las cosas sigan así. Si ustedes quieren producir las apoyaré y estaré aquí para ustedes, pero yo no asumo más una producción, me quedaré con la asistencia de dirección porque no puede írseme la vida en sufrir por sacar adelante un proyecto. Si me dedico a esto entre otras cosas es por el placer que me genera, y ya esto me está generando más angustias que alegrías”. 

Me descubrí otra vez abandonando un barco que amaba y abandonándolo por mi estabilidad, no por falta de ovarios para bregar. 

Entonces ya sabía que vendría a España, pero no pensaba quedarme, solo que al llegar aquí surgió la posibilidad de trabajo, de proyectos y demás y vi una vía clara de crecimiento profesional. Por eso estoy aquí, porque además de ser Madrid una ciudad que amo desde antes (que ya conocía), me abrió los brazos de una manera muy bonita y muy beneficiosa. 

―¿Cuál ha sido tu mayor reto como migrante?

―Emigrar es un proceso difícil, tu vida cambia por completo, tu casa ya no es tu casa, tu círculo cercano ya no es el mismo aunque el de siempre no lo pierdas y siga a la única distancia de un [mensaje de] WhatsApp. En mi caso, además, el reto de aprender a vivir lejos de mi madre y de mi familia. Tu trabajo, que cambia, tus rutinas que también cambian, tu relación contigo misma que cambia porque tu relación con la soledad cambia, porque la aceptación de que debes “enterrar” tu vida anterior y renacer no es fácil de llevar; pero es un proceso que si sabes llevarlo significa un grandísimo crecimiento personal. He aprendido muchas cosas en estos meses, me he conocido mucho, me he reconstruido mucho y me he enfrentado a muchísimos retos. Pero sin duda alguna, mi mayor reto ha sido aprender a convivir con la nostalgia. Entender que no se va y que no hay nada malo en ella, que hay que dejarla estar y seguir adelante sin dejar de disfrutar de lo nuevo, sin dejar de sorprendernos y sin dejar de vivirlo con todas las ganas del mundo y con toda la esperanza y los deseos de construir en este sitio un nuevo hogar.  

―Hablando de nostalgias… ¿Qué es lo que más extrañas de Cuba?

―A mi madre primero, a mis amigas que son familia, a mis sobrinos, hijos de esas amigas, a mis amigos, a la familia que me va quedando en la Isla, a las mascotas de casa. Pero con las personas justo pasa algo ahora, y es que no sabes cuánto tiempo más van a estar en la Isla, cuánto tiempo más vas a decir que son de las cosas que extrañas de Cuba, porque lo más probable es que en breve ya no formen parte de Cuba y eso por un lado es muy triste, pero por otro lado una no puede más que alegrarse cuando ocurre. Es triste por lo que significa, porque es señal de que las cosas no mejoran y nada me gustaría más que la realidad fuera diferente. Es triste porque sabes que cuando vuelvas cada vez quedará menos de tu vida allí. Por eso cuando me preguntan qué extraño de Cuba, prefiero ceñirme más a lo que de Cuba no puede irse y en ese caso extraño La Habana, el Malecón, las calles, el olor a mar, el sonido del mar, el aire del mar. Yo es que soy muy de mar, soy isleña y ahora vivo en una ciudad que no tiene mar y no puedo echarlo más de menos. 

―¿Y lo que menos? 

―Lo que menos extraño de Cuba es lo que más me dolía en mis últimos tiempos allí: la tristeza y la desesperanza. No la mía (que también había un poco), sino la de la gente, la que veía en las caras de la gente. Siempre digo que lo que más me dolía en los últimos tiempos era la persona en la que me estaba convirtiendo. ¿Has visto la peli Baby Driver? Pues yo andaba igual por la vida, con audífonos 24 por siete  prácticamente, sin mirar al lado. Fue el mecanismo de defensa que asumí para evadir un poco de la realidad. Y no, no estaba orgullosa de ello, me dolía profundamente, pero era una estrategia de supervivencia. Me hacía demasiado daño ver en lo que nos estábamos convirtiendo, en un pueblo sumido en la tristeza y la desesperanza más profunda, que la única solución a la que aspira es a salir del país al precio que sea necesario. Eso es lo que menos extraño de Cuba. 

―¿A qué te dedicas actualmente? ¿En qué andas trabajando?

―Actualmente trabajo con una empresa productora en Madrid, aprendiendo muchísimo porque si bien la esencia de la producción y del audiovisual es la misma, las maneras, los procesos, funcionamientos y demás son bastante diferentes, sobre todo a nivel legal, de permisología, procedimientos y ese tipo de cosas.

―Una película: Midnight in Paris, de Woody Allen.

―Una canción: Una canción para la Magdalena, de Sabina.

―Un libro: El guardián entre el centeno, de Salinger.

―Una ciudad: Madrid.

―Un olor: El petricor.

―Un sabor: El café.

―Una persona: Mi abuela materna.

―Una red social: Instagram.

―Un sueño: Poder dedicarme siempre a hacer lo que me gusta y vivir de ello. 

―Un mensaje a los cubanos que todavía están en la Isla:

Si te soy sincera, se me estruja el corazón con esta pregunta. Cuba me duele mucho y la situación de los cubanos que siguen en la Isla me duele más, sobre todo la de esos cubanos que tú y yo sabemos que son a los que me refiero: la gente normal, la gente de a pie, esa gente que merece una vida distinta, muy distinta a la que tiene. Lo único que se me ocurre decirles es que pienso mucho en ellos y que solo deseo verles bien, felices, viviendo la vida que merecen y que ojalá ese momento no tarde demasiado.

Hansel Porras García (n. 1994) es un actor, escritor y cineasta queer cubano radicado en Miami. Sus obras exploran la multiculturalidad de la comunidad hispana de Miami, centrándose en la diáspora cubana y examinando temas como la inmigración, la familia y la identidad.
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