Ilustración: Carmen Barruecos
No recuerdo la fecha exacta, pero sí el momento en que decidí que quería estudiar Actuación en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Fue por el año 2002, cuando transmitieron en Cuba la teleserie Doble juego, dirigida por Rudy Mora. Después del último episodio sacaron un capítulo especial que funcionaba como making of. Videos que ocurrían detrás de cámaras y entrevistas con el equipo y los actores componían el material. En ese episodio especial los jóvenes que protagonizaban la serie comentaban que habían estudiado en la ENA. Yo tenía unos ocho años, y era la primera vez que entendía que existía una escuela, una academia, un lugar adonde se iba a estudiar Actuación.
Algún tiempo después transmitieron en Cuba la teleserie española Un paso adelante, que narraba los conflictos de estudiantes y profesores en una escuela de artes escénicas en Madrid. Entonces, yo comencé a imaginar que la ENA sería así como la ficticia Escuela de Artes Escénicas «Carmen Arranz», y que los estudiantes becados (como seguramente sería yo por la fatalidad geográfica de no haber nacido en la capital), comerían manzanas en el desayuno. Pero yo me permitía soñar de esa manera porque, a fin de cuentas, en aquel momento yo no conocía a absolutamente nadie que estudiara en la ENA y que pudiera espantarme esa nube de mi cabeza. Hasta que llegué a la escuela secundaria.
Una mañana en un matutino, vestida de corset y crinolina de color morado con toques negros, mientras interpretaba a la Julieta de Shakespeare, Grisell Monzón me tocó el alma de una manera especial. Unos pocos meses después corrió la voz por toda la escuela de que Grisell había aprobado las pruebas de la ENA. En aquel momento, Grisell fue mi luz, mi faro, la que me confirmaba con todo su ser que un sueño tan grande como ese podría hacerse realidad.
―¿Quién es Grisell Monzón?
―Una pinareña que lucha todos los días por estar en paz consigo misma. ¡Me encantan los dragones; el ARTE es mi terapia! Mis amigos son mi tesoro más preciado, son mi salvación, son el verdadero antídoto para mis problemas. Creo en la energía y en todo lo mágico que existe en el mundo, y sí, también en las señales del universo, porque ¿quién sabe?
Amo a los animalitos, mi casa es mi templo. ¡Puedo generar 5.000 pensamientos por segundo, algo agotador, ja ja ja! Trato de meditar para calmar esto, y la ansiedad que me genera el futuro. Pero, sin duda, creo que la felicidad es una decisión personal.
―Tu primer trabajo importante en la Televisión Cubana fue la serie Adrenalina 360 donde interpretabas el personaje de Alicia. ¿Cómo llegaste a la serie?
―Recuerdo que el equipo de realización [de Adrenalina 360] fue a la ENA en busca de actores para los personajes. En ese momento no me seleccionaron. Después de algunas semanas, Ana Rojas, que en ese momento era mi profesora de Voz y Dicción, me llamó a mi casa y me dijo que tenía que ir al casting, que había un personaje que estaba segura que era yo. Le comenté que ya esas personas habían pasado por la escuela y no me habían seleccionado, pero ella me insistió un montón hasta que me convenció. Cuando llegué al casting me hicieron varias pruebas y, ese mismo día, me dijeron que me habían seleccionado. El director se me acercó y me preguntó si yo estudiaba en la ENA, a lo que respondí que sí. Él se quedó un poco extrañado y me dijo que entonces el día que ellos habían ido yo no estaba, pero yo le dije que sí, que ese día yo sí estaba. Él me dijo que ese día estaban buscando muchachas para el personaje de Patricia (la novia del protagonista) y parece que, como estaban buscando ese perfil tan específico, no repararon en nada más. Así fue mi llegada a Adrenalina 360: gracias a Ana Rojas.
―Luego realizaste otros trabajos para televisión. Te sumaste al elenco de actores del programa La neurona intranquila, y trabajaste en la telenovela cubana Vuelve a mirar, bajo la dirección de Ernesto Fiallo. Desde tu perspectiva, ¿cuáles son los retos al hacer televisión en Cuba en estos tiempos?
―Cuba es un país carente en todos los sentidos. La TV no se ve para nada excluida de esto. Siempre he considerado la televisión un medio difícil, pues exige mucho de ti, en muy poco tiempo. A menudo, tenemos que grabar más de 10 escenas en un solo día, lo que exige mucho esfuerzo a los actores y al equipo de producción. Ahora atraviesa todo esto con falta de organización, comida y transporte.
Otro obstáculo significativo: la censura. Cualquier contenido puede ser objeto de censura, incluso los detalles más mínimos. Esta situación limita la libertad creativa y hace que los programas se vuelvan aburridos y formales, ya que hay que evitar tocar ciertos temas o enfoques para evitar consecuencias.
En resumen, hacer televisión en Cuba es un desafío constante debido a la escasez de recursos y la censura. Espero que en el futuro haya más oportunidades para diversificar y enriquecer los contenidos televisivos en nuestro país.
―El teatro es otro de los medios que te apasiona y al que has dedicado gran parte de tu carrera. El 27 de noviembre de 2020, justo cuando ocurrió la histórica manifestación frente al Ministerio de Cultura, estabas actuando en Hembra, obra de Yunior García con el grupo Trébol Teatro. Cuéntame cómo viviste tú esa experiencia.
―Siempre cito una frase de Eliseo Diego que aprendí en el [grupo de teatro] El Ciervo Encantado: «No es por azar que se nace en un lugar y no en otro, sino para dar testimonio». Creo que eso resume todo lo que pasó ese día. Fue mágico, aterrador y necesario. Así es como lo siento y lo sentí en su momento. Ese día hicimos una función superemotiva, con toda la carga de lo que estaba sucediendo. Después de la función volvimos al Ministerio. Siempre estaré orgullosa de haber formado parte de ese día. Hubo un antes y un después en mi vida y en la de todos los que estuvimos allí, tanto para bien como para mal.
―Actualmente vives en España. ¿Cuál fue tu principal motivación para abandonar Cuba?
―Perdí las esperanzas en la posibilidad de un cambio. La falta de libertad en todos los sentidos. Ver irse a todos mis amigos. Tratar de hacer algo por mi familia.
―Grisell, ¿qué es lo que más extrañas de Cuba?
―Mi vida. Mis amigos. Extraño sentirme en casa. Es verdad que donde quiera que una vaya siempre formará su hogar y, como diría mi novio: “el infinito está de la cabeza hacia dentro”. Pero extraño sentirme en casa. También llevo solo un año y cuatro meses fuera, tendrías que volver a hacerme la pregunta en cinco o 10 años.
―¿Y lo que menos extrañas?
―El GOBIERNO.
―¿Y de España qué es lo que más y lo que menos te gusta?
―Tengo una relación bastante cercana con España. Viví allí desde los nueve hasta los 12 años, y en la secundaria me decían «la española» debido a mi acento, ¿te acuerdas? Es un lugar en el que siento que he vivido toda la vida. España se parece bastante a Cuba; o Cuba a España. Me encanta el relajo con el que viven los españoles, culturalmente disfrutan mucho de la vida, y eso me encanta. En cuanto a sociedad, siento que son muy tradicionales, lo cual por un lado es algo muy bonito, porque hay celebraciones hermosas como los Reyes, las Navidades, los Santos, las Fiestas Patronales, que son muy bonitas… pero, por otro lado, hay otras tradiciones que no son festivas, sino más bien esquemas que la sociedad ha construido por años, como la edad para casarse, tener hijos, etc… que pueden ser un poco dañinas para las personas.
―¿A qué te dedicas actualmente?
―Trato de vivir un día a la vez. Aprendo de esta nueva sociedad en la que vivo, su dinámica… Aprendo de vinos, trabajo en una vinoteca. Y sigo apostando por el arte.
―Las preguntas personales de Hansel:
Una película: Tengo dos: Harry Potter (soy de la generación que creció junto a Harry. Me sé las siete partes de memoria) y Kill Bill (porque hay que ponerse serios y me encantaría como actriz hacer algo así).
Una canción: Somewhere over the rainbow.
Un libro: Todo libro que hable de salud mental.
Una ciudad: Berlín.
Un olor: Galán de noche.
Un sabor: Todos.
Una persona: Mi madre.
Una red social: Instagram.
Un sueño: Hacer un musical.