Ilustracíón: Ramsés
En la guagüita Girón donde los estudiantes de Pinar del Río nos íbamos a La Habana los domingos cada 15 días, conocí a Aydana Febles. Aydana tenía muchas facetas: a veces era la más divertida y festiva de la guagua, otras era la más discreta y taciturna. También recuerdo que tenía un sentido del humor muy peculiar; a mí me hacía reír apenas hablaba, aunque fuera con seriedad. Siempre me daba vergüenza que pensara que me burlaba de ella, pero no era burla, es que Aydana siempre me pareció genuinamente simpática, graciosa.
Desde unos años antes de irme de Cuba en el 2014, dejamos de comunicarnos con frecuencia. A través de las redes sociales supe que estaba trabajando con Juan Carlos Cremata en el grupo de Teatro El Ingenio, que había participado en la serie Zoológico, y que, más adelante, se había unido al grupo Trébol Teatro, de Yunior García Aguilera. A raíz de las denuncias en redes sociales, también supe de la censura a la que eran sometidos sus trabajos y, por tanto, su propia persona.
Nos reencontramos hace poco en Miami, porque su esposo, el director de fotografía Raúl Bravo y yo coincidimos en el rodaje de un videoclip. Aydana sigue siendo una tipa sincera, transparente, directa y frontal.
―¿Quién es Aydana Febles?
―Yo soy yo, no me parezco a nadie; si de algo tengo la certeza en este mundo es de eso.
―En Cuba participaste en la teleserie Zoológico. ¿Cómo llegaste a ella?
―Llegué a la serie Zoológico mediante un casting. Fue mi primer trabajo en la televisión. Yo no estaba en casting, físicamente, para el personaje para el que había audicionado. El director estaba buscando otra cosa, pero aún así hice el casting y finalmente me lo dieron así: diciéndome que no era para mí, pero que al equipo le había gustado mi audición. Fue bastante bueno lanzarme a hacer eso, sobre todo con las expectativas que una se crea con los medios. Una quiere ser actriz porque quiere participar en la televisión y tener un espacio ahí.
―¿Cómo es hacer televisión en Cuba en estos tiempos?
―Yo creo que en la TV cubana ha habido un deterioro emocional en cuanto al espíritu de hacer las cosas porque es como que ya nada tiene sentido. Yo lo noté en Zoológico. Recuerdo que a la serie le pusieron de apodo “Por tus medios” porque la producción era muy complicada y a veces había que ir por tus propios medios a los rodajes. Una es joven y trabajar en lo de una es siempre rico, pero las expectativas te bajan con respecto a la manera de hacer las cosas, con respecto a lo que tú sueñas que podría ser y lo que es en realidad. Todas las adversidades, los conflictos, problemas de producción… eso va desmotivando a la gente. Y a veces es un poco hostil trabajar así. Se han perdido las ganas de hacer y eso se ve.
―También participaste en la obra de teatro El rey se muere, dirigida por Juan Carlos Cremata, una pieza que fue censurada después de la segunda función. ¿Cómo viviste como actriz este proceso de trabajo y censura?
―La censura de El rey se muere fue algo duro, muy duro. Nos quedamos sin trabajo un grupo de actores. Desempleados, sin protección alguna. Todos nos preguntamos qué iba a pasar. Y fue de una manera rara. La obra estaba financiada por el Ministerio de Cultura y el Centro de Teatro. Ellos dieron el presupuesto. Ellos tenían un guion y el conocimiento de la obra y, de repente, la censuran después de seis meses de iniciado el proceso de trabajo. En el grupo había actores mayores de edad y yo pensaba mucho en ellos. Yo era joven, estaba prácticamente recién graduada, pero había actores mayores que tenían contratos y vivían de ese salario, y no es lo mismo. Yo pensaba mucho en qué iba a pasar con esa gente porque literalmente nos quedamos sin empleo. Yo se lo estuve comentando a Cremata hace poco: en aquel momento yo era más ingenua con respecto a la censura. En aquel momento yo sabía que estaba sucediendo algo muy injusto, pero pensaba que era culpa nuestra porque quizás dijimos algo que no debíamos decir. ¡Hasta dónde puedes llegar! Yo entendí que era algo normal en aquel momento. No me cuestionaba como ahora.
Yo también viví la censura con Zoológico. Hicimos la serie y se quedó así. Después nos dijeron que estaba censurada, pero sin motivo. Se decían varias cosas, pero nunca se supo el verdadero porqué. Pero la serie salió en el paquete de Cuba, pirateada, y la vio el país completo. Yo me vine a enterar de que la serie había “salido” porque la gente empezó a reconocerme en la calle. Pero no hubo premiere, ni nada; para mí eso fue una falta de respeto.
Y eso te dificulta trabajar en Cuba, porque en Cuba todo sale del mismo lugar, y entonces tú terminas perteneciendo a ese lugar aunque no quieras.
Y ahora, recientemente me volvieron a censurar cuando estaba trabajando con Yunior García en Trébol Teatro. Yo me volví a ver en la misma mesa, con la misma persona que nos anunció que el grupo Ingenio Teatro se iba a desintegrar. Y yo le dije: “Hace años atrás tú y yo tuvimos esta misma conversación. ¿Cómo te sientes al respecto?”. Y esa persona no supo qué decirme. Avergonzada. Muy avergonzada. Y eso es un reflejo de cómo está la cosa en Cuba. Son cíclicas, siguen pasando y vuelven a pasar.
Pero al final de todo se aprende y todo pasa por algo. Y eso a mí también me hizo entender muchas cosas desde muy pronto y sobre todo no querer quedarme callada.
―En Cuba también viviste momentos muy duros e importantes como la manifestación del 27N frente al Ministerio de Cultura e incluso el 11J. ¿Cómo fueron esas experiencias?
―El 27 de noviembre [de 2020] es uno de los días más importantes de mi vida. Yo recuerdo que estábamos en el teatro la noche del 26 cuando se llevaron a los muchachos del Movimiento San Isidro; y Raúl, mi novio, llega al teatro y habla con Yunior [García]. Acordamos al otro día irnos al Ministerio de Cultura y vernos ahí a la mañana siguiente. Y llegamos con un nivel de seguridad y tremendas ganas y firmeza. No nos íbamos a ir hasta que algo sucediera. Nos recibió la secretaria del ministro y nos dijo que el ministro no nos podía atender porque estaba haciendo algo importante. Y nosotros le dijimos: “Debería decirle al ministro que nos atienda hoy, va a ser lo más importante”. Ese día fue mágico. Recuerdo que empezaba a llegar gente y gente y gente, y todo el tiempo estaba llegando gente, como si aquello fuera una feria. Y la gente se quedaba, no se iba. Yo me fui a las 6:00 de la tarde, porque nosotros fuimos a hacer la función de Hembra, y regresamos después de la función. Poco después de eso fue que empezaron a cerrar y a echar gas pimienta. Y había muchas personas que yo no conocía. Quitaron la corriente. Era demasiado fuerte y hermoso. Ese fue un día muy poderoso, un día que demostró que hay mucha gente en Cuba con muchas ganas de cambiar las cosas, y creo que el 11J mató ese espíritu, esa energía, y esa utopía de soñar y pensar que podía haber un “diálogo”, que podría haber un tránsito democrático, que podíamos poder lograr cosas nuevas, que irse de Cuba no iba a ser la única opción, y que íbamos a mejorar aquello. El 11 de julio [de 2021] es un día muy triste en la historia de Cuba. Un día duro, un día por el cual todavía estamos sufriendo las consecuencias, demasiada gente aún presa. Raúl [Prado] fue uno de los que se manifestó frente al ICRT, y yo ese día lo pasé muy atormentada y enfocada en sacarlo de la cárcel, porque se llevaban a la gente y no te daban información. Tú ibas a las estaciones de Policía y había miles de familiares afuera a quienes no querían darle información. Había un toque de queda a las 9:00 de la noche. Gracias a un video por las redes sociales de un amigo, logré saber dónde estaba Raúl. Un país en peligro total, porque el “presidente” dio una orden de combate. Yo creo que para todo el mundo fue un día muy triste, oscuro, desesperanzador. Pero también creo que todo eso era algo que tenía que pasar y que todavía está pasando lentamente pero sigue pasando. Y eso muestra la Cuba que tenemos hoy. Es eso. Un país que está dando gritos.
―Aydana, actualmente vives en Miami. Háblame de tu motivación para salir de Cuba y por qué a Miami.
―Salgo de Cuba porque de repente salir de Cuba se convierte en la única opción que tienes para sobrevivir y tener una vida mejor, con seguridad, para trazarte un camino, una oportunidad, para todo de lo que se trata vivir. Escalar esa montaña del crecimiento personal y espiritual. Pero en Cuba el techo cada vez se ponía más bajito. Después del 11J nosotros tuvimos una vida tormentosa de vigilancia, interrogaciones, y eso se vuelve tu día a día, tu historia. Te levantas cada día con eso ahí presente, y eso no te permite salir de esa burbuja oscura y gris. Yo salí de Cuba estando embarazada, y por esa fecha se creó la plataforma Archipiélago, que fue un arma de enfrentamiento directo a la Seguridad del Estado. Ellos se las vieron duras con Archipiélago, porque cogió una popularidad increíble. Todo el mundo conocía Archipiélago. Todo el mundo. Y la gente sentía que tenía un lugar. Incluso la gente que se mantenía al margen estaba al tanto. En mi caso fueron a ver a mi mamá y a mi abuela a Pinar del Río, dos mujeres que no entienden nada de redes sociales, ni de nada, y hasta allá fue la Seguridad del Estado a ponerlas nerviosas, a intimidarlas, a amenazarlas, a asustarlas, porque es una manera de decirles “te estamos controlando”. Fueron a ver hasta al médico que me estaba atendiendo el embarazo.
Cuando yo supe que estaba embarazada en lo único en que pensaba era en que no quería que mi hijo naciera en Cuba. Yo tenía pesadillas. Yo soñaba que mi hijo estaba yendo a la escuela y que lo mandaban a decir “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, y yo en la casa le decía: “Tú no eres como el Che, tú no tienes que ponerte la mano en la frente”. Yo me decía: “Mi hijo no puede nacer aquí porque yo voy a tener muchos problemas”. Entonces nos trazamos un plan para salir de esa locura. Y Raúl estaba con medida cautelar, prisión domiciliaria. Pero como ellos lo que quieren es que tú te vayas, después que yo me fui se la quitaron a él, y así pudimos viajar. Y para Miami porque aquí teníamos familia, era donde íbamos a poder tener apoyo, sobre todo traer un bebé y lo que eso significa, y porque no teníamos ninguna otra opción. Aquí las leyes te amparan de cierta manera, sobre todo a los niños, y bueno, fue lo que se dio.
―Cruzaste fronteras mientras estabas embarazada de Bastian. ¿Cómo fue ese proceso?
―Yo salí de Cuba con siete meses y medio de embarazo. Yo tenía muy buen embarazo, el bebé estaba perfectamente bien y yo estaba segura de que iba a poder con eso. Lo vi como una misión. Por supuesto, tuve momentos de riesgo, con miedo, sobre todo por lo peligroso que es México y porque estaba sola. Pero tuve una compañera que conocí en el viaje que me ayudó mucho y que siempre estuvo pendiente. Hicimos un buen equipo y las cosas salieron bien. Una aventura que siempre voy a tener ahí conmigo.
―Desde tu experiencia, ¿cuál es el mayor reto de un inmigrante?
―El mayor reto de un emigrante es pertenecer. Eso es lo que todo el tiempo una busca: pertenecer. Lo vas escalando, quieres primero tener un estatus, luego tener oportunidades, porque con esas oportunidades vas a conquistar otros niveles, y otras oportunidades de vida. Entonces, para nosotros es empezar el camino. Y es complicado porque a veces yo veo gente que lleva más de 20 años, y aún creo que esa gente igual lleva poco tiempo. Yo no lo veo como que llevan tanto tiempo. Son jóvenes todavía. Quizás ya no están empezando, pero están en una parte del camino. Pero tú vas viendo cómo cada cual va buscando su sitio. Con el tiempo todo se acomoda.
―¿Qué es lo que más te gusta de Miami?
―De Miami me gustan sus animales. Me gusta la diversidad y lo exótico de eso. Donde quiera te encuentras un ave, un pavo real, los patos, cocodrilos. Eso me gusta. No sabía que era así. Me gustan otras cosas, pero es algo que todavía estoy descubriendo. Me gusta el espíritu de mucha gente que es luchadora y que tiene ganas de echar pa’lante, de evolucionar y de mejorar sus vidas. Es como que vienen aquí buscando un sueño. Hay gente de todas partes. Como una gran capital del mundo. Eso me gusta porque aprendes de la gente.
―¿Y lo que menos?
―No me gusta cómo también te encuentras a gente muy rota con sus vidas, y con sus sueños y con todo. Es un poco triste.
No me gusta el tema del transporte.
Otra cosa que no me gusta es que todo se vende, y todo el mundo se vende. Eso es algo que está activo y presente y a veces las personas se mecanizan con ese sistema de ventas y la vida se vuelve miserable. Pero eso no es solo de Miami. Eso es algo del mundo entero que está un poquito revuelto.
Todavía estoy dándome la oportunidad de descubrir todo y disfrutar el proceso y aprender cada día de todo, y de no juzgar las cosas sino de verlas como un juego. Espero que Miami me sorprenda.
―¿Qué es lo que más extrañas de Cuba?
―A Cuba completa. Toda mi vida. Eso es algo que dejaste ahí y que ya quedó ahí. Porque cuando tú regresas a Cuba no es la Cuba que tú dejaste. Las cosas cambian, como todo. Todo se transforma. Y en el caso de Cuba la dirección de la transformación va en una cadencia infinita. Yo extraño la Cuba que me hacía feliz cuando yo era feliz en Cuba.
―¿Qué es lo que no extrañas de Cuba?
―No extraño su miseria en general. Cuba es como una burbuja, una realidad paralela al mundo. Tú sales de Cuba y chocas con el mundo y te das cuenta de que has estado dentro de una burbuja bien pequeña que anda muy mal.
―Las preguntas de Hansel:
Una película: La lista de Schindler.
Una canción: Over the rainbow.
Un libro: Miseria humana.
Una ciudad: La Habana.
Un olor: Café.
Un sabor: Café.
Una persona: Mi hijo.
Una red social: Spotify.
Un sueño: Una Cuba libre y democrática.