Ilustración: Alejo Caner
La primera vez que vi a Maykel Osorbo fue un 11 de febrero, cuando todavía no había salido el tema de Patria y Vida. Un montón de amigos lo conocían y no paraban de hablar de él, que si Maykel esto, que si Maykel lo otro.
Yo había visto varios videos de él y todo me parecía muy fuerte. Tenía un millón de preguntas y desde mi privilegio me cuestionaba otro millón de cosas.
Maykel llegó a la terraza donde iba a ocurrir el encuentro y desde donde se veía toda La Habana Vieja y parte de Centro Habana. No sé porque me lo había imaginado más alto; quizá porque sus proezas lo elevaban.
Había mucha gente en el lugar y yo tenía ganas de sentarme a hablar un poco con él, a solas. Se movía como una hormiga brava de allá para acá, muy ágil. Los ojos pasaban trabajo para seguirlo.
Maykel se anunciaba contento porque estaba trabajando en un tema musical que lo iba a cambiar todo. Un tema que era con varias personas, gente con muy buena proyección en el mundo de la música. Luego, a las pocas semanas, fue que salió Patria y Vida.
Maykel me hablaba de mil proyectos que tenía. Varias colaboraciones. Varias canciones que estaban bien buenas. Enseguida empezamos a bromear y me soltó varias versiones de motes que tenían que ver con mi apellido vegetal. Rápido de palabra, buena rima, una super energía.
(En un momento pensé: ¿Qué pasa cuando se va esa energía? ¿Cómo puede estar en esa vibración todo el tiempo?).
Maykel agarró el teléfono y llamó a un par de gentes que estaban en el extranjero. Yo las vi con el brillo, con la picazón, que da saber que Maykel es un fuego que lo prende todo. Querían colaborar con él, les convenía colaborar con él. Maykel estaba on fire. El fuego caminaba a su lado.
Más allá de las duras condiciones que vivían mis anfitriones, que estaban vigilados todo el tiempo, 360 grados a la redonda, y dentro de ese pequeño oasis, donde no había policías, hubo un momento de paz.
Se sirvió la mesa y se comió cubano. Lo agarré aparte y quise saber de las agresiones físicas que había sufrido hacía poco. Maykel me habló con una valentía que no he visto después. Pacífico. Super pacífico. Con las manos atrás. No había miedo, la verdad estaba de su lado. Mucha fuerza, mucho valor… Hay mucha gente que tiene la verdad de su lado y no tiene la fuerza para plantarse como él se plantó.
En un momento me ve de arriba abajo y me dice: “Coño, postura, tengo unos pulóveres para ti. Una ropa que te puede quedar bien”. Lo decía como lo dice un hermano a otro hermano en el fondo de la casa paterna.
Nunca pudimos quedar para que me diera la ropa. No sé si le di un tabaco. No me queda claro.
En un momento se despidió y siguió su camino. Se tenía que ir. Salió por la puerta y me quedé varios segundos, largos, mirando en su dirección. El tiempo dilatado como en las películas de autor. La puerta. Salió por la puerta. ¿Qué le iba a pasar a ese hombre de la puerta para afuera? ¿Qué plan macabro lo estaba esperando en la esquina, tras la columna, para partirlo en dos? Salió y pensé en la cantidad de policías encubiertos que tenían que saltar y moverse porque el objetivo había salido del lugar.
Más nunca lo vi. Espero poder volverlo a ver. Va a ser que sí.
Cuando salió Patria y Vida me quede con la sensación de que había mucha gente que se estaba beneficiando y que se iba a ir a la cama tranquila sin ningún problema.
¿Qué iba a pasar con Maykel?
Tanta música cubana que habla de los que vienen de abajo, tantos cantantes que se paran al borde de la tarima y le hablan a su pueblo… ¿Dónde estaba la solidaridad con Maykel? ¿Dónde está? Sin ánimo divisorio me parece curioso cómo el ser humano necesita inventarse mil cosas en la cabeza para no ver. ¡Qué difícil es abrir los ojos y ver! Con Maykel preso hay un millón de gentes que no tienen que pasar el trabajo de estar viendo el fuego. Gentes que viven en cenizas y cuyas pupilas están acostumbradas a los restos. Un fuego así suelto en la calle es una candela. Un fuego así diciendo las cosas como son no es conveniente para un montón de gente.
Yo no sé, yo no sé, yo no sé,
yo no sé lo que a ustedes les molesta
solo sé, solo sé, solo sé
que desde que salí me cogí para mí la fiesta
No me voy a callar nada
sigo con los míos
sigo en el bohío
Yo sé de la tristeza, los dolores y los llantos
Yo soy de la caliente
Solo por la calle del medio.
Cierro los ojos y escucho Yo sí sé.
Un fuego grande avanza por la calle del medio. Un fuego que va calle abajo y que todos los vecinos saludan con tremendo cariño. Un fuego que no se apaga. Este 20 de agosto, en la cárcel, Maykel Osorbo cumple 40 años.
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