Ilustración: Julio Llopiz-Casal
El pasado 30 de abril, arribaba a Cuba por la Terminal 3 del Aeropuerto José Martí la actriz Ana de Armas, para estar con su familia y celebrar su 35 cumpleaños. En compañía de su actual pareja, Paul Boukadakis, multimillonario y vicepresidente de la aplicación de citas Tinder, fue recibida por su amiga la también actriz Claudia “Muma” Alvariño. Tras su última película, Blonde (2022), por la cual obtuvo una nominación al Premio Óscar, la joven actriz se ha convertido en un referente de éxito, al ser además la primera cubana nominada a la estatuilla dorada.
Ana de Armas, que salió de Cuba con apenas 18 años rumbo a Madrid, se ha forjado una meteórica carrera como artista. Enseguida formó parte de una de las series españolas más famosas, El Internado (2007-2010), y participó en filmes como Mentiras y gordas (2009). En 2016, se trasladó a Los Ángeles, donde obtuvo papeles importantes para Blade Runner 2049 (2017) y Knives Out (2019). En su salto a Hollywood, comenzó trabajando con Robert De Niro y Keanu Reeves, entre otros actores que conforman el selecto star system estadounidense.
Por supuesto, la presencia de Ana de Armas en la Isla deja expectantes a muchas personas de ideologías divergentes. Mientras unos esperan pronunciamientos, aunque sea un susurro, a favor de los presos políticos, la creciente represión después del 11 de julio de 2021; otros le dan la bienvenida con un “todos quisiéramos ser Ana de Armas”. Y aunque la joven declinó una entrevista para el medio oficial Cubadebate por estar “de vacaciones”, se dejó fotografiar junto a Miguel Ángel Jiménez, el chef de la farándula, cercano a la cúpula del poder; así como en La Colmenita, junto a niños sonrientes de la compañía. La imagen es perfecta: Ana da sorbos a todos, entretanto se muestra por la capital, camina por las calles de La Habana Vieja, cosa que no ha pasado inadvertida para las agencias de viajes. Nuestra blonde girl en La Habana.
Ana de Armas se transfigura en el nuevo ideal de éxito para el joven cubano, que al irse de la Isla por falta de oportunidades reales, regresa exitoso y con suficiente capital para invertir en el país. Si trae además a otros turistas, hay un descuento del 10 por ciento. Desde luego, esta imagen del “emigrante económico”, que no interviene en la política pública ni cuestiona al Gobierno, constituye la apuesta del régimen, al menos en las últimas alocuciones del presidente designado Miguel Díaz-Canel.
Ante la imposibilidad de generar oportunidades de vida y una inflación galopante tras la entrada en vigor de la llamada Tarea Ordenamiento, se espera que el creciente éxodo, que suma más de 300.000 cubanos desde octubre de 2021 hasta el presente, sostenga la economía de la Isla gracias a las remesas y la creación de mipymes, a corto y mediano plazo. Tan solo por eso, la presencia de Ana de Armas, que celebró su cumpleaños en un exclusivo local privado, envía un mensaje a varios sectores políticos: por un lado, a esa juventud peregrina de que el éxito es alcanzable fuera de la Isla y, por otro, al Gobierno de Joe Biden: en Cuba hay suficiente normalidad política para continuar con el deshielo 2.0.
Durante la era de Obama, Cuba se abrió al mundo como el nuevo parque de utopías socialistas para artistas y socialités internacionales. Beyoncé, Rihanna, Madonna y las Kardashian se fotografiaron en la versión de La Habana más instagrameable. El mismo presidente Obama cenó en una paladar, de gestión privada, mientras se respiraban aires de reformas. Las calles de Centro Habana se convirtieron en el escenario de Fast and Furious y el Paseo del Prado en la pasarela de uno de los mitos de la moda, Karl Lagerfeld.
Por supuesto, estos gestos no fueron ni son indiferentes a Washington. La llegada a la Isla de una delegación de más de 150 jóvenes líderes estadounidenses, de distintas organizaciones sociales y políticas, para conocer de primera mano los avances y esfuerzos del Gobierno cubano en diversas áreas como la educación, la salud, la lucha contra el racismo y la implementación del nuevo Código de las Familias, demuestra que el régimen de La Habana sigue apostando por el turismo estadounidense. Estos intercambios people to people dibujan la narrativa de una Cuba paralela que acusa a Washington de los últimos estallidos sociales, mantiene en las cárceles a más de 1.000 presos políticos y acosa a activistas y periodistas independientes. Aunque una funcionaria afirme a viva voz que “el dueño de los hoteles es el pueblo cubano”, lo cierto es que la gestión gubernamental en el peor momento de la pandemia de COVID-19 acrecentó las desigualdades sociales en la Isla. Para el economista Pedro Monreal, era preocupante que en medio de una situación de inseguridad alimentaria, el valor relativo de la inversión agropecuaria se mantuviera estancado a un nivel muy bajo (2,6 por ciento), 13 veces menor que el valor relativo de la inversión en servicios empresariales e inmobiliarios (33,5 por ciento).
Tras su reciente visita a Cuba, el bloguero español Paco Nadal publicó un artículo en el diario El País en el que invita a viajar a la Isla, dado que, para él, “se nota el esfuerzo por parte de las autoridades para que todo parezca normal”, aunque escasea “casi todo, desde la carne de cerdo, —la vianda nacional por excelencia— a huevos, combustible o azúcar (una ironía en una isla productora de caña)”. Más adelante se refiere a la mayor de las Antillas como “fascinante”, repleta de “gente amable y llena de vida y de lugares increíbles”, donde “las pequeñas carencias que puedas encontrar como turista las compensan con creces los encantos de la Isla”. El cliché de que Cuba is different reproduce las lógicas de la colonialidad cultural que viene además con una receta mágica para los problemas de la Isla: el turismo.
Dentro de este panorama, Ana de Armas resulta una pieza clave, no por lo que es sino por lo que representa. Además, al ser formada en la Escuela Nacional de Arte (ENA) su flamante éxito es un logro de la Revolución, en un momento en que la crisis de la cultura se manifiesta en el incremento de la censura y a través de la fuga de jóvenes realizadores, como los casos de Carlos Lechuga, Fernando Fraguela o José Aparicio. Ana de Armas también contrasta con los artistas outsider del Movimiento San Isidro (MSI) y los casi 500 jóvenes que se sentaron frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020, a modo de resistencia al poder autoritario. En la actualidad, dos de los líderes del MSI, el artista visual Luis Manuel Otero Alcántara y el rapero Maykel “Osorbo” Castillo, siguen en prisión. Tal vez, a consecuencia de ello, los acercamientos públicos de parte de la élite política cubana a la actriz han sido más bien tímidos, pero nadie puede negar que estén fuera de cálculo. En esta época postideológica, el discurso ideológico oficial no cala del todo en las generaciones más jóvenes, algo que solo tendrá lugar sobre la base de una economía más liberalizada.
Las opiniones expresadas en esta columna representan a su autor/a y no necesariamente a YucaByte.
El tema Ana de Armas y cualquier cosa que tenga que ver con Cuba, son meras formas de perder el tiempo. Desde cuando a las dictaduras no se les enfrenta a sangre y fuego?