Ilustración: Alejandro Cañer.
No es un santo, aunque su personaje en redes sociales indique otra cosa. Su nombre verdadero es Cristhian González de la Moneda y tiene 22 años. En Twitter, donde acumula más de 74 000 seguidores, se hace llamar San Memero. Poco a poco se ha convertido en uno de los creadores de contenidos más populares de Cuba.
Sus inicios fueron en 2015. Ese año conoció al grupo de Facebook “La Intolerancia no la Toleramos (LINLT)”, una comunidad donde se compartían memes creada por Daikel DFC.
Comenzó haciendo memes a sus profesores de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), chistes que circulaban entre él y sus compañeros. El 1 de enero de 2019 abrió una página en Facebook para crear contenido de humor. La página creció. Se le ocurrió el nombre de su personaje y el logo: un diablo barbudo. En abril de 2020 se mudó a Twitter, y en esa red social le llegó el éxito.
Aunque gran parte de sus contenidos es de crítica social y humor negro, San Memero también ha apoyado causas sociales. Ha pedido donaciones para los damnificados de la explosión del hotel Saratoga, ocurrida en 2022, y para la recogida de medicinas durante uno de los momentos más críticos de la pandemia, en el verano de 2021.
Esta última campaña, que se llamó SOS Cuba, tenía el fin de visibilizar la crisis económica y social por la que atravesaba el país, causada por la mala gestión del Gobierno.
El 11 de julio de 2021, el día de las históricas protestas antigubernamentales, San Memero fue uno de los tantos jóvenes que salió a manifestarse. “Cuando decidimos salir el 11 de julio uno no estaba pensando que iba a protestar y luego iba a volver a su casa”, dijo a YucaByte. “Uno pensaba que la dictadura se iba a caer ese día. Había pasado lo del SOS Cuba, que nos tenía con más fuerza y con más furia”.
San Memero salió hasta el Malecón y de ahí caminó hasta el Capitolio. El tuitero recuerda que en el camino, un hombre alto, vestido de civil, trató de detener y esposar a su hermano, que iba con él. El hombre dijo que su hermano era un delincuente. Hubo forcejeo. Empezó una pelea y San Memero trató de sacar a su hermano de la trifulca.
Pero en medio del caos lograron llevárselo. Él empieza a buscarlo por varias estaciones de policías de la ciudad. En todas le dicen que no saben nada de él. San Memero recuerda que, como a las 4:00 o las 5:00 de la tarde, lo llama un amigo y le dice que lo encontró, que está en la estación de Infanta y Manglar.
Van a la estación y, al llegar, los recibe un hombre vestido de yabó, “sucio, como si trabajara en un agromercado”. El hombre les dice que los que están detenidos dentro de la estación ya no van a salir ese día, pero que al día siguiente los iban a soltar a todos.
San Memero y su acompañante le toman la palabra y vuelven al día siguiente. Al preguntar por su hermano, le dicen que se lo han llevado para la cárcel de Valle Grande, en la periferia de La Habana. Siguen las indicaciones de los agentes de la Policía, van a Valle Grande y ahí les dicen que no, que no ha llegado ningún camión con los detenidos en Infanta y Manglar.
“No se sabía dónde estaban esas personas”, asegura San Memero. En total, su hermano pasó cuatro días detenido. Finalmente, fue liberado en las mismas fechas que otro creador de contenidos que participó en las protestas, YoUsoMiNasobuco.
Un año y medio después de aquel estallido social, San Memero confiesa que lo que pasó el 11J lo impulsó a salir de la Isla e instalarse en la ciudad de Miami. Asegura que siempre tuvo entre sus planes irse a vivir a Estados Unidos. Su padre reside en ese país desde hace muchos años y esperaba reunirse con él por la vía de la reclamación familiar, aunque quería terminar la universidad primero y tener su título académico.
Vigilancia y acoso: cronología de la represión
En el contexto del 11J, San Memero perdió momentáneamente el acceso a su cuenta de Twitter. La aplicación le decía que había puesto su contraseña demasiadas veces, algo que él atribuye a la acción de una especie de bot automático, que repetía la clave cuando trataba de entrar para que él no pudiera hacerlo.
Luego de su participación en las protestas y en la campaña SOS Cuba, empezó a sospechar que los órganos de inteligencia del Gobierno lo observaban.
“Yo tengo la costumbre de memorizar las cuentas que más interactúan conmigo, y una cuenta se me empieza a quedar en el subconsciente”. Recuerda que era un perfil que lo único que hacía era darle like a todo lo que él ponía.
Decide entrar a ese perfil y no ve ningún tuit propio. “Una cuenta que no tenga ningún tuit es algo extraño. Entro a sus ‘me gusta’ y todos eran publicaciones mías, no le daba ‘me gusta’ a nadie más, solo a mí”.
El nombre de esa cuenta, dijo, era Lucifer Otro, algo que él interpretó como una referencia a su avatar en redes sociales: un diablo con barba, su personaje de San Memero.
Pronto descubrió que el extraño perfil lo seguía también en Instagram. Aunque allí su técnica era distinta, pues seguía a todas las personas que San Memero seguía. “Familiares, amistades…personas comunes”, explica el tuitero.
Tiempo después, mirando en el grupo de WhatsApp de la clase de Cálculo, encuentra a una persona con la misma foto que el perfil de marras. “Era un número que no tenía agregado, lo cual es extraño, porque si es el grupo de mi aula, mi grupo, ¿cómo va a haber alguien que no conozca?”, se preguntó.
En busca de respuestas, le escribe al profesor de la asignatura. Este se excusa con que era un sobrino de la Decana que quería “coger las clases a distancia”, algo que San Memero no creyó.
“El perfil me comentaba cosas personales. Me ponía: ‘Oye, te vi con fulana’, ‘En persona te ves más delgado’ o ‘Te vi en el laboratorio’. Era alguien que me estaba viendo, que estaba cerca de mí. Luego me enteré que había una retroalimentación de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria), donde todo lo que yo hacía lo informaban a la Seguridad del Estado (SE)”.
Su encuentro con oficiales de la SE llegó en medio de esa vigilancia. Un día fue llamado a la oficina de la Decana. Al entrar al despacho fue dirigido a otro espacio distinto, donde se encontraría con “Camilo” y “Esteban”, dos agentes que le contaron que estaban asignados a la UCI.
El segundo encuentro con la SE fue más violento. Lo fueron a buscar a su casa porque supuestamente había comprado un pulóver con las siglas “DPEPDPE” (De Pinga El País De Pinga Este), un mensaje que se popularizó y que resume la dificultad de vivir en Cuba. Las autoridades le dijeron que tenían información que indicaba que él iba a manifestarse con el pulóver el 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores y una de las fechas más importantes para la propaganda estatal.
“[El agente] me saca una carpeta con capturas de pantalla, en blanco y negro, de mi cuenta, de mis tuits, de la página que vendía los pulóveres y a la que yo supuestamente le había comprado”.
La práctica de sacar una carpeta durante los interrogatorios con las publicaciones en redes sociales del detenido es una estrategia común de la SE cubana que se ha replicado también en otros países. El Ruso, otro memero cubano, y el activista Magdiel Jorge Castro, quien residía en Bolivia, confirmaron a YucaByte que habían pasado por una situación similar.
Lo extraño es que cuando las autoridades lo fueron a buscar, ya la marcha del 1 de mayo había acabado. Ese día lo dejaron ir. Pero no pasó mucho tiempo antes de que fuera nuevamente citado. La justificación de este encuentro fue el pulóver otra vez. Los agentes aseguraban tener pruebas de la compra.
“Después que me sacaron toda la ‘evidencia’ posible, les dije: ‘¿Y la evidencia real cuál es?’. Me dieron un número de teléfono a través del cual supuestamente yo había hecho el encargo. Era un número mío, que era público, que incluso lo tenía en mi perfil puesto. Allí la gente me escribía para que la agregara y así poder ver los memes en mis estados de WhatsApp. Me doy cuenta que es absurdo porque desde ese WhatsApp yo no podía escribir”.
“Ahí es cuando él se quita la máscara”, cuenta San Memero. El agente le confiesa que le había dicho mentiras, pero que tenía todo lo que necesitaba para incriminarlo por cualquier otra cosa. Lo amenaza también con afectar a su familia y amigos.
Los agentes le dieron a firmar un documento donde él se comprometía a no impulsar ninguna etiqueta en redes que el poder considerase contraria a sus intereses. En el papel le “prohibían”, también, pedirle a la gente que saliera a la calle a protestar.
Después del interrogatorio, lo llevaron a la universidad. Tenía ese día un examen de Física. Al sentarse para hacer el examen, sufrió un ataque de pánico. Le faltaba el aire, tenía convulsiones. Lo llevaron a la enfermería de la Universidad, lo sedaron y lo enviaron a su casa. Ese fue el último día que asistió a clases.
En los meses posteriores, San Memero se dedicó a actuar en teatros haciendo comedia. Aun así, la SE seguía vigilándolo. “En las funciones a veces veía a uno, a veces veía a otro. Yo sabía que show que yo hiciera, show en el que ellos iban a estar cerca”, explicó.
La situación era complicada para él. La vigilancia constante de la SE por un lado y su decisión de no hacer silencio ante la situación de la Isla, por otro. Por eso le dijo a su madre que tenía que encontrar la manera de irse del país. Creía que si seguía en Cuba iba a terminar preso.
Su viaje comenzó en octubre de 2022, en el Aeropuerto Internacional “José Martí”, de La Habana. Al presentarse en el mostrador para facturar su billete lo recibió una militar de alto rango, en lugar de la funcionaria de aduanas que había atendido a los viajeros anteriores. La militar le sonrió y le dijo que estaba todo bien. Para él, el mensaje era claro. “Fue como ‘sabemos quién eres, te estamos dejando que te vayas’”.
De la travesía recuerda una escena en particular. Era de noche. Iban él y unos compañeros de viaje en un jeep. Al lado del camino había un barranco profundo y oscuro, tan profundo y oscuro que aún iluminado por la linterna de un móvil no podía verse el fondo. Para darse ánimos, pusieron una canción: Patria y Vida, el himno de las protestas del 11J. Era algo que los motivaba durante su desplazamiento. Finalmente, el 3 de noviembre de 2022, después de un mes de viaje, llegó a Miami.