Ilustración: Alen Lauzán
La académica y artista interdisciplinaria Coco Fusco, a quien debemos algunos de los más lúcidos análisis de la situación cubana de las últimas décadas, coordina un dossier sobre el embargo norteamericano en la revista Hypermedia al que ha sido convocado un grupo de expertos.
Imagino que el dossier de Fusco podría seguir sumando entradas hasta que se agote el arsenal de comentaristas o se resuelva el problema en cuestión, que en estos instantes parece estar otra vez sobre la mesa de negociaciones.
La serie de ensayos sugiere que el embargo es un problema esencialmente semántico, lo que hace innecesario entrar en las minucias de la legislación, algo que ya han hecho otros. Paralelamente, el dossier se ocupa del doble problema del bloqueo y sus usos, una dualidad que merece ser salvada de la metatranca y el manoseo de los diletantes.
Lo cual no es nada extraordinario en el panorama político moderno, donde las nomenclaturas responden a intereses ideológicos y los conceptos son “weaponizados” como dispositivos propagandísticos. El embargo, como todo lo demás, ha caído en un barril sin fondo.
Lo cubano, en particular, es una etiqueta que admite cualquier contenido. La disidencia, la revolución, la contrarrevolución, el socialismo, el exilio son solo los emoticones de una batalla de ideas. Aun cuando arribáramos a la conclusión de que el embargo no existe, que es una patraña (algo que pudo habernos dicho una costurera de Hialeah sin necesidad de reclutar a Chaguaceda), todavía falta explicar ciertos constructos que nuestros expertos dan por sentados. Señalaré el más obvio.
La profesora Lillian Guerra, de la Universidad de la Florida, comienza por preguntarse, retóricamente, “¿por qué Cuba no puede ser autosuficiente en productos alimenticios como los frijoles y las frutas y verduras frescas, como lo era antes de que Fidel Castro y el Partido Comunista tomaran el control del Estado revolucionario democratizador que los cubanos fundaron en 1959?”.
Aquí encontramos la primera trampa retórica de la serie, más destructiva que la idea misma del embargo. Suponer que existió un momento revolucionario en el que Fidel Castro y el Partido Comunista no detentaron el control absoluto invalida cualquier investigación seria del tema, sencillamente porque ese interregno, anterior al pecado original y posterior a la edad antigua, nunca existió.
Concederles a los cubanólogos la posibilidad de un estado adánico previo a la caída totalitaria es lo que pretendieron siempre los socialistas de la academia. Con el mazo de la traición al hombro, los profesores entran al cuadrilátero de las guerritas ideológicas, pues la tesis de la utopía traicionada es irrebatible. He aquí un razonamiento anticientífico: de no haber sido engañados por Fidel y el Partido en los albores revolucionarios, los cubanos comerían hoy opíparamente.
A esa declaración manida quisiera acotar, de manera anecdótica y en calidad de sobreviviente, que la escasez programada había comenzado mucho antes de que terminara el romance. Ya para 1960, mis abuelos habían sido acusados de acaparadores, solo por guardar en sus escaparates modestas reservas de aceite Sensat o, incluso, latas de sardinas, calcetines baratos y miserables cajitas de fósforos.
Los jóvenes, y los no tan jóvenes, privados de memoria histórica y carentes de herramientas investigativas, aun creen que todo lo anterior a los años 90 abarca un período… ¡de relativa abundancia! El efecto de lente del castrismo afecta el ojo del lego tanto como el del erudito.
La revolución había echado mano al recurso del desabastecimiento, especie de Holodomor criollo, y el vertiginoso deterioro económico era algo que se discutía abiertamente en familia, entre abuelas y tíos. Lo que la revolución “democratizante” cosechó en el veranillo indio de la transición totalitaria no fueron ni frutas ni vegetales, sino el cardo y la oruga de la tergiversación y la desconfianza. Creo importante anotar que, en aquellos años teóricamente puros, mi padre fidelista ya manejaba el concepto de “teoría conspirativa” a la hora de refutar los argumentos de sus suspicaces parientes.
El “antes de” a que alude la profesora Guerra con asombrosa candidez política, era el remanente del período de vacas gordas republicano, tal vez típicamente batistiano, que continuó sosteniéndonos mucho después del supuesto episodio de la traición comunista; y no solo en el orden económico o gastronómico, sino también, aunque parezca mentira, en el ámbito de la cultura, la salubridad y la educación.
La versión weaponizada de la historia de Cuba sirve a los académicos liberales para defender la viabilidad de lo revolucionario en sí, de manera que los “progresistas” puedan continuar votando, sin cargos de conciencia, por un cabildo de legisladoras seudodemócratas que, escudado en el argumento del embargo, justifique ante el Congreso la represión policial del 11 de Julio en Cuba y, al mismo tiempo, el desfinanciamiento de la policía en Mineápolis.
De ahí a apoyar el boicot a una compañía de productos alimenticios puertorriqueña que pone los frijoles en las mesas de los exiliados, no hay más que un paso, y todo porque su propietario osó declararse partidario de Donald Trump. En ese círculo vicioso, el bloqueo transita desde el terreno de la vulgarización teórica al dominio de lo goyesco.
Las declaraciones que siguen amplifican lo anteriormente expuesto. La primera se debe al joven congresista cubanoamericano Maxwell Alejandro Frost; la segunda, otra vez a la profesora Lillian Guerra. La tercera es una cita de Pablo Neruda. Tres expertos que, en distintas épocas y sin experiencia real del tema que abordan, pero con un interés doctrinal en el mismo, han pretendido explicarles a los cubanos el enredo en el que están metidos.
- Cuba está luchando contra una dictadura violenta, no contra el socialismo. A la gente le encanta equiparar ambas cosas. Los republicanos usan las protestas en Cuba para impulsar el embargo.
- Mientras el voto de la ONU contra el embargo de Estados Unidos sirva al Estado cubano y sirva a la mitología de que el socialismo realmente existe en Cuba, nunca habrá verdadero socialismo de pueblo ni verdadera democracia política en la isla.
- Ha llegado al mundo la hora del pueblo, la hora de los hombres del pueblo, la hora en que Batista se confunde con los héroes populares de nuestra época, Yeremenko, Shukov, Cherniakovsky y Malinovsky…
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Miren no le den mas vuelta al meoyo. El problema del embargo es solo que ya nadie les presta dinero y por eso acusan a la USA de esto. Pero el mito del embargo se sabe que en Cuba hay de todo pues de donde viene todo eso? Lo unico que tienen que hacer es pagar al contado. Cuando uno va a supermercado paga al contado o con tarjeta de credito pero como Cuba no tiene credito ni tarjeta tiene que pagar al contado. Porque no tiene credito por que no pagan de vuelta nada. Todo se le hechan a la represion que les cuesta mucho dinero. Esos que vienen con palos son agentes pagados por el gobierno.