Ilustración: Alen Lauzán
Recién aplastadas las últimas protestas, Cuba empieza a salir del letargo. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Qué catibía estaba comiendo? La revolución es bella, ¿cómo pudo olvidarlo?
Batallones marchan, pioneros cantan. Ahora una pentarquía de gordos en guayabera debe taladrárselo en la cabeza. A golpes si fuera necesario. ¡Abre esos ojos, Cubita la Bella! Mira qué bien vives. Elecciones, partidos, tánganas, tiroteos en Bogotá, Quito, Chicago, mientras tú gozas de eterna paz. ¿De qué te quejas?
Max Lesnik desde Radio Progreso y Bruno Rodríguez desde Punto Cero la exhortan a mantenerse firme, gustándose como es, con todos sus defectos. Hugo Cancio se conmueve y le ofrece su especial de jamoneta, perritos y colchas de trapear, y Cuba acepta, Cuba compra lo que le vendan. Cuba le pone corazón a la barriga.
Los cubanos comienzan a salir de lo profundo de la cloaca, la inundación y la oscuridad. ¡Aleluya, el castrismo todavía estaba ahí! ¡Nadie lo tumba, nada lo hunde! Vemos a aquellos que siempre aplauden salir en defensa de la Revolución flotante. Este debe ser el milésimo triunfo, la millónesima victoria. Los siempre fieles, los crédulos y los alebrestados. Ni Hitler tuvo tanta gente positiva.
Las redes sociales se inundan de consignas. ¡Mejor sin bloqueo! El santo bloqueo. Cuba es más bella mientras más bloqueada, derrumbada y ojerosa. Las expresiones de amor corren como relámpagos por los portales de amistad con Cuba.
Seres zarrapastrosos alaban al gordo que viene a traerles más miseria. Miseria de la rica, envuelta en promesas vacías. Llega en un carro que debe haber costado todos los sueldos que ganaron los cubanos en sus putas vidas. No es uno, son diez suburbanos los que pasan raudos por el medio de la desgracia. Con el garrote en el puño, el mismo con que les partieron el cráneo a sus vecinos, van a oír a Barriga Grande dar un discurso sobre la resistencia. Es algo digno de Carpentier, un concierto berraco.
Los castristas son dueños y señores. Sus carrozas van a todo galope por los terraplenes. Están inflados, enguayaberados, sonrosados, y sus bellas familias disfuncionales detentan la administración vitalicia de empresas que regulan el sexo, el hambre, la prensa, el exilio y la salud.
Acabados de pasar un ciclón grande que los gordos no supieron gestionar, y una crisis de electricidad que no pudieron paliar, incendios incontrolables en depósitos petrolíferos que no supieron apagar, una emigración galopante que no quieren parar, una inflación que pondría de rodillas a las mismísimas Islas Británicas, con índices de desaprobación solo comparables a los de Tabernilla y Carratalá, todavía hay quienes salieron a aplaudir. ¿Qué le pasa a esta gente? ¿Habrá otro pueblo más miserable?
De solo girar la mirilla hacia el norte del Estrecho, apenas a noventa millas de Guanahacabibes, vemos unos precios de gasolina que se han disparado a niveles prehistóricos. La gente calla. ¡Pero esto es lo que se pagaba en otra época por un dinosaurio vivo! ¿Qué dices? Eres contrarrevolucionario.
La gente se retuerce al salir de nuevo a la luz solar tras dos años de encierro. Era una pandemia que nadie cuestionó, ni trató de explicar. Los murciélagos de Wuhan se adueñaron de la especie humana. Las madres murieron en las cajas negras de los hospitales sin volver ver a sus hijos. La policía decretó la separación forzosa. Las abuelas boquearon pidiendo la mano franca de una nietecita. Nadie pudo acercárseles, nadie pudo apropincuarse a nadie, por órdenes del Partido.
El alquiler de un efficiency supera hoy el precio de una habitación del Waldorf Astoria. Los caramelos de Halloween valen lo mismo que una langosta del Día de los Muertos. Se alteran los diccionarios. Se cambia el significado de recesión y de cancelación. Pero todos aplauden, porque la Revolución es bella, ¡y votamos por ella!
Estamos metidos en una guerra de la que nadie sabe cómo salir. Pero tampoco nadie sale a marchar por la paz. All we are saying, is give War a chance! Es la primera guerra sin marchas, sin protestas.
Defendemos con pasión farruca los envíos de metralla, drones y bombas incendiarias. A nadie le preocupa la inminente conflagración nuclear. Nadie se pregunta si nuestro gobierno no tendrá la culpa de lo que está pasando, como hicimos siempre, tradicionalmente, con cada guerra sucia, desde Corea hasta Afganistán. ¿No ocultará esta agresión imperialista las mismas suciedades que tapiñaron las guerras de George Bush y Dick Cheney? Ni se te ocurra decirlo.
Ahora el mentiroso Cheney es un dechado de integridad. ¿Podemos hablar de incapacidad criminal de un gobierno maligno, intrínsecamente corrupto? El mismo que abandonó Afganistán a su suerte y quiso firmar acuerdos nucleares con la Policía de la Moralidad iraní. No, nada de eso. Estás hablando como un gusano. Como un batistiano.
¿No será todo esto un horrible crimen de Estado, una manera cínica de tapiñar el desprestigio de un viejo cagalitroso, la chochera espantosa de unos dirigentes octogenarios que se han eternizado en el poder? Se te cruzan los cables. ¡Hablas como si estuvieras en Cuba!
¿No es la misma fractura en los dos sistemas? Nadie sabe. Nadie se acuerda. Nadie pregunta. La gente se tapa la boca, los ojos y las orejas. Mil millones de monitos sabios. Descienden del mono y andan con una maza al hombro. Hay miedo, mucho miedo.
Si te descuidas, te empujarán a la línea del tren. El malhechor saldrá a la calle, sin fianza, a los tres días. La policía no va a socorrerte, ha sido reemplazada por las milicias populares. ¡Sálvate si puedes! ¡No estás en Cuba! Es la revolución judicial, tontito, y es bella.
Mejor te callas, no vaya a ser que te acusemos de fascista. Las francachelas de un hijo crackero en los burdeles de Ucrania son revolucionariamente borradas de los titulares. Hay un “Bar F” administrado por el nieto millonario del oligarca máximo, que alardea de su Mercedes. Vuelven a cruzársete los cables.
Los escritores no abren la boca, y los artistas menos. Hay reuniones de reafirmación revolucionaria, adiestramiento en sensibilidad, minimotécnicos de pureza ideológica, ¿en Hoboken? Una escritora de cuentos de niños es amenazada de muerte por grupos de transfiguración social. Recuerdas que los massachutssenses votaron 15 veces por un congresista que había abandonado a su secretaria en un carro que se iba a pique en un lago, ¿no habrá empezado en ese lago la debacle?
¿Es el pueblo americano realmente libre?, preguntan, retóricamente, los gordos barrigones desde sus tribunas, y ya no sabemos, en buena conciencia, qué responderles. ¿Llegará el momento en que escaparemos… a Cuba? El castrismo será el santuario de los que huyen de la locura americana. Max Lesnik y Hugo Cancio, empresarios y sobrevivientes, no pueden estar equivocados.
Tal vez por eso se construyen tantos hoteles, en anticipación de la estampida desde la Yuma. ¿Hasta cuándo podremos aguantar la censura, la estupidez, la violencia y la corrección política? Cuba Libre: un paraíso bajo las estrellas. Con experiencia en hambrunas y crisis de octubre. Dengue, orzuelos, polución, conjuntivitis y oxiuros. Expertos en entonar consignas, callarse la boca y nunca llevar la contraria.
La revolución es bella.
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