El homosexual que el castrismo postuló para después poder perseguirlo, el “mariconzón” (Fidel dixit) capaz de los actos más viles, ese arquetipo de perversión que requería disciplina, castigo y vigilancia, nunca existió. La Revolución lo soñó.
El homosexual que el castrismo postuló para después poder perseguirlo, el “mariconzón” (Fidel dixit) capaz de los actos más viles, ese arquetipo de perversión que requería disciplina, castigo y vigilancia, nunca existió. La Revolución lo soñó.
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