Ilustración: Alejandro Cañer
«Soy videasta y uso la comunicación social para transformar mi realidad y la de mi país». Así se presenta Yaima Pardo La Red, a quien muchos aprendieron a identificar en los últimos años como anfitriona de entrevistas y directas de último minuto en ADN Cuba, medio independiente donde trabajó hasta hace poco.
Pero Pardo es mucho más que eso. Graduada originalmente de Arte teatral y con un máster en Procesos Culturales, es alguien que desde hace más de una década viene trabajando activamente por los derechos humanos de los cubanos desde el arte, el activismo, el audiovisual y el periodismo.
Pardo inició su camino en el audiovisual a inicios de los años 2000, cuando llegó al Instituto Cubano de Arte y Televisión (ICRT), donde ejerció como directora de programas televisivos hasta 2017. Paralelamente, en la década pasada se unió como videasta independiente a StudioCreativo, un colectivo de realizadores con vocación artística, y dirigió varios documentales y audiovisuales sobre temas poco abordados por los medios estatales de comunicación. De a poco, estos le sirvieron para ir conociendo el complejo mundo del activismo y la disidencia cubana.
«En esa época no pensaba exactamente en el activismo», dice, «pero sí en cómo usar el audiovisual para transformar mi sociedad. (…) Yo entendía perfectamente que nada de lo que se hacía en la prensa oficialista era para resolver los problemas del pueblo, sino para justificar las cosas de la dictadura y hacer propaganda al régimen».
Uno de sus primeros trabajos como documentalista fue Al final del camino, sobre el envejecimiento poblacional en Cuba. Estrenado en 2011, este audiovisual abordaba el contraste entre el discurso de justicia salarial y pensional de Fidel Castro y el Partido Comunista de Cuba (PCC) y la realidad de los adultos mayores, dependientes en su mayoría de una pensión incapaz de suplir sus necesidades básicas de alimentos, medicinas y demás gastos de vivienda.
Once años después, Pardo considera que esta situación solo ha empeorado.
«Entonces teníamos la preocupación de decirle al gobierno: “Oye, te está pasando esto y en el 2030 va a ser una catástrofe”. Pero lo que ha hecho es ponerse peor. Lo que uno estaba previendo para el 2030 se va a adelantar».
En efecto: durante los últimos años, Cuba se ha convertido oficialmente en el país más envejecido de América Latina sin que ninguno de los problemas señalados en el documental por ella y su equipo se hayan solucionado. Todo lo contrario. Según el economista Mauricio de Miranda, la jubilación mínima representaba en octubre de 2021 apenas el 54 por ciento del costo básico de la vida, una cifra que puede haber disminuido con la inflación de los últimos meses.
Elaine Acosta, socióloga y directora del Observatorio de Envejecimiento, Cuidados y Derechos en Cuba Cuido60, también ha llamado la atención sobre el hecho de que el nuevo Código de las Familias prevé transferir a estas buena parte de las responsabilidades asistenciales del Estado para con los adultos mayores, algo que deja en una preocupante situación de desamparo a los que no cuentan con respaldo familiar, sobre todo ahora que el país atraviesa su más grande crisis migratoria.
Como este, los temas abordados por Pardo en sus documentales han estado relacionados con cuestiones prioritarias para la sociedad cubana. En 2013, estrenó Offline, un documental sobre la necesidad del país y sus habitantes de contar con acceso a Internet, entonces disponible solo en hoteles y algunas instituciones estatales.
«Cuando hice Offline, ya eso estaba dicho. Muchísimas personas estaban protestando desde la prensa y las universidades. (…) La gente tiene que comunicarse, participar, decir lo que piensa. Yo sentía que Cuba y la sociedad civil iban a usar Internet para liberarse».
Ciertamente, el país ha ampliado su capacidad de conexión desde 2013. Sin embargo, muchos de los temores planteados por sus entrevistados siguen vigentes. A pesar de haberlo convertido en un negocio lucrativo, el régimen de La Habana se niega a respetar el derecho a la libertad de expresión en el espacio digital. Todo lo contrario: en los últimos años, ha empezado a blindarse legalmente con los decretos 370 (2019) y 35 (2021), diseñados para legalizar la vigilancia y la represión sobre quienes disienten allí.
Aun así, también es cierto que Internet ha sido clave en el nacimiento de nuevos medios independientes y en la aparición de un flujo cada vez más libre de información que han puesto fin al monopolio comunicacional de La Habana.
«Todo lo que está pasando en Cuba lo conocemos porque la gente está posteando su realidad en las redes», dice Pardo.
Gracias a Internet, en 2019 los cubanos pudieron ver la represión del régimen contra la marcha independiente del orgullo gay celebrada en el habanero Paseo del Prado. Muchas de sus exigencias habían sido recogidas un par de años antes en Causas y azares, un documental de Pardo sobre las demandas de la población LGBTIQ+ cubana, que iban desde la legislación de sus derechos y el reconocimiento de las familias homoparentales, hasta la incorporación de temas de diversidad sexual en el currículo educacional y la capacitación de la policía y demás autoridades en cuestiones de identidad.
A día de hoy, casi ninguna de las demandas abordadas en el documental ha sido cumplida. Algunas, como el matrimonio homosexual y la adopción homoparental, forman parte del Código de las Familias que el régimen llevará a plebiscito en septiembre próximo. Otros, como el Programa de Educación Integral en Sexualidad con Enfoque de Género y Derechos Sexuales y Reproductivos, fue pausado indefinidamente.
Aun así, Causas y azares fue también una crónica de la diversidad política que, pese a la negativa del régimen a reconocerla, está presente en todo el activismo y la sociedad cubana.
«La propuesta era visibilizar todos los colores políticos dentro del activismo cubano, que no eran solo los de la diversidad sexual», dice. «Ese es un ejercicio que Cuba tiene que seguir aprendiendo, pero que nos unió de alguna manera para salir a marchar el 11 de mayo. Ese sentido de la libertad —el que ha ganado la comunidad LGBT— hay que replicarlo en toda la sociedad. Hay que enseñarle a las personas que tienen que defender su dignidad, sus valores, su libertad frente a la dictadura. Ese va a ser el camino de la libertad».
Es justamente sobre ese sentido de libertad que se erige su respeto y admiración por el artivista Luis Manuel Otero Alcántara, rostro más visible del Movimiento San Isidro y actualmente condenado a cinco años de prisión por motivos políticos.
Otero Alcántara fue uno de sus primeros invitados en Conociendo a…, una serie de entrevistas periodísticas creada alrededor de 2017 para conocer “a lo más creativo de la sociedad civil cubana”. Para entonces, Otero empezaba a ganar relevancia dentro del mundo artístico y disidente por sus performances políticos, entre ellos el Museo de la Disidencia en Cuba.
«Luis es una persona que siempre está observando su realidad y tratando de transformarla», dice Pardo. «Él se aburrió de la metáfora y yo creo que nos aburrimos juntos de eso, porque ya Cuba no aguanta una metáfora más. Hay que decir las cosas por lo que son. Luis Manuel nos abrió los ojos a muchos artistas y nos comprometió».
Desde entonces, Pardo ha trabajado activamente como periodista de ADN Cuba y, más recientemente, de MegaTV. Desde allí y sus redes sociales sigue mostrando la realidad del país, que desde el 11 de julio de 2021 (11J) ha estado marcado por un aumento de las protestas públicas y la represión política.
«El 11J generó un despertar cívico de la sociedad. Hay familias que tienen presas a hasta tres personas de diferentes generaciones. Fue algo muy grande que uno no puede dejar abandonado. Es un compromiso, porque era algo que uno estaba añorando. Lo único que podemos hacer es seguir gritando. (…) Ahora es un momento muy especial y hay que saber aprovecharlo».