Ilustración: Alejandro Cañer
Oscar Casanella Saint-Blacard, de 43 años de edad, fue durante mucho tiempo investigador del Instituto Nacional de Oncología y Radiología (INOR) y profesor de Inmunología en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana. En 2016, gracias al acoso de la Seguridad del Estado y a la complicidad de sus jefes, fue expulsado de los centros en donde trabajaba y amenazado con la posibilidad de nunca más hacer ciencia en Cuba. Desde enero de 2022 vive en la ciudad de Miami, exiliado de su país por hacer ese mismo activismo al que llegó sin proponérselo, solo por defender sus derechos esenciales.
El científico y activista conversó con YucaByte sobre la continua violación por parte del gobierno cubano de los derechos digitales de la ciudadanía, algo que ha vivido en carne propia. También habló sobre su experiencia durante el acuartelamiento en San Isidro y sobre sus inicios en el activismo.
“Hice mucho activismo digamos que clandestino, todavía sin darme a conocer, sin expresarme públicamente, ni nada. A partir de diciembre de 2013 es que vengo a hacer, se puede decir, activismo, sobre todo relacionado con los derechos laborales”.
Hace poco, en diciembre de 2021, se cumplieron 8 años de su primer encuentro con las autoridades. Un momento que él mismo considera como un punto de inflexión. A partir de ese diciembre las detenciones y los interrogatorios por los que pasó, y los protocolos de esas detenciones y esos interrogatorios, se modificaron, sobre todo desde la llegada de internet por datos móviles.
Por ejemplo, Casanella dijo a YucaByte que en sus primeros arrestos no le quitaban el celular. “Es que no les hacía falta” explicó. “Ese teléfono era un arma, para ellos más que para mí”. Un arma que era utilizada para el espionaje.
Casanella describe que durante esos instantes que pasaba detenido, los agentes que lo violentaban le solían apagar el celular o borrar algunas fotos que él guardaba allí. “Una vez yo estaba en mi casa, y en la esquina había un incendio. Y yo me entero porque las personas afuera, fuera de Cuba, me dicen ‘oye, en la esquina de tu casa hay un incendio’. Y salgo a la esquina de la casa, a la tienda que está en Boyeros y Tulipán, y comienzo a grabar, a hacer un video, y se me apaga el celular. Yo tenía más del 90% de carga. Y lo vuelvo a encender, se me apaga, y después las fotos se me borran. Me di cuenta que ese celular no era nada seguro”.
Después de esos acontecimientos, al ver que no podían acceder a la información que contenía el dispositivo, los agentes que lo detenían empezaron a romperle el teléfono. Unos años más tarde, luego de la llegada del internet por datos móviles a finales de 2018, la estrategia cambió. Si las autoridades pensaban que podría ocurrir algo que escapara de su control, le quitaban el acceso a la red, tanto a él como a otros activistas, periodistas independientes o a cualquier persona que disintiera del poder establecido en Cuba. “Incluso a veces me quitaban todos los servicios, mi teléfono quedaba como si no tuviera línea”.
Estas prácticas han sido denunciadas en varias ocasiones por organizaciones internacionales. El corte selectivo de internet, la reducción del ancho de banda en zonas determinadas o a individuos específicos, la vigilancia y el acoso son solo algunas de las estrategias represivas en el marco de las telecomunicaciones empleadas por el gobierno cubano. Casanella, desde diciembre de 2013 hasta enero de 2022, vivió muchas de ellas.
Acuartelamiento de San Isidro, manifestaciones del 11J y más cortes de internet
En varios de los interrogatorios por los que pasó mientras vivió en Cuba, se repitió el hecho de que quien le interrogaba le decía que estaba siendo muy activo en las redes. Y que por eso iban a tomar medidas drásticas con él. “Recibí amenazas de muerte por el Messenger y por comentarios (en Facebook). Ofensas gravísimas contra mí y contra mi familia”.
Lo cierto es que a partir de diciembre de 2018 cambió la forma en que muchos cubanos se relacionaban e interactuaban con su realidad. Casanella recordó que tan solo unos meses más tarde de que comenzara a hacerse masivo el acceso a internet por los celulares, ocurrió la primera manifestación convocada desde la sociedad civil y gracias a las redes sociales. Fue en abril de 2019, organizada por una parte del movimiento animalista cubano y por Beatriz Batista, activista por los derechos de los animales, y consistió en una peregrinación por el día del perro y en el pedido de una ley que regulase la protección animal.
Pero no fue hasta ya iniciada la pandemia, a principios de 2020, que los cortes de internet no fueron más frecuentes. Llegó el punto en el cual tenía que utilizar otros dispositivos, de terceras personas, para poder entrar en la web. Cuando ocurrió el acuartelamiento de San Isidro, en el mes de noviembre, él había sufrido un apagón de datos móviles muy recientemente. Entró con los acuartelados de San Isidro el lunes y contó que ya el martes nuevamente no tenía servicio de internet en su teléfono móvil.
“Fueron unos días bastante intensos. Fue como un reality show. Cuando se interrumpía la transmisión nosotros nos sentíamos totalmente vulnerables. Ellos estaban todo el tiempo buscando detectar nuestras líneas y cortar el servicio y nosotros estábamos todo el tiempo buscando alternativas con vecinos que podían colarse y traernos móviles no relacionados con nosotros, con líneas no relacionadas con nosotros”.
Después de los sucesos del barrio de San Isidro, Casanella comentó a nuestra revista que en ocasiones eran más los días en que no tenía internet que los días en que sí tenía. Hasta el 14 de abril de 2021, cuando el apagón de datos móviles fue ya permanente para él y para su esposa.
Con respecto a las históricas manifestaciones del 11 de julio, Casanella considera que los hechos se sucedieron como una reacción en cadena. Y que “no hubo acto más subversivo que hacer la transmisión de lo que pasó en San Antonio de los Baños y eso fue un efecto dominó”. Para él, todos los manifestantes tenían el mismo sentimiento, todos, cuando vieron lo que sucedió en el pueblo de San Antonio, dijeron “¿si ellos pueden hacerlo por qué nosotros no?”
El 11J reafirmó experiencias que algunos sabían o intuían, pero no hasta el punto donde llegaron las cosas, especialmente con las redes sociales. “Internet y las dictaduras son incompatibles”, sentencia Casanella. “Es una excelente herramienta para convocar a manifestaciones, actividades, para articularse, para comunicarse. Incluso fuera del control y el alcance de la Seguridad del Estado”.
Esto es algo que Oscar Casanella cree que los propios agentes del gobierno saben. Y que por eso uno de los principales mecanismos para desarticular cualquier organización o manifestación que haya es interrumpir completamente el servicio.
Sobre el activismo cubano, opina que una de las cosas que le falta es cultura en seguridad informática. “Los cubanos debemos enfocarnos, todos los que queremos una mejoría para Cuba, en lograr la democracia y apoyarnos mutuamente y ser solidarios, sin importar si uno es de una ideología o el otro defiende más otra ideología”.
Para él las barreras ideológicas o las discrepancias no deben constituir un obstáculo para ayudar a quienes permanecen en la isla, tan cerca de él y de la ciudad donde actualmente vive, a solo 90 millas al sur.