Ilustración: Julio Llópiz-Casal
Eloy Calunga tiene apenas 31 años y ya conoce el presidio político en Cuba. Comenzó su labor de activista de muy joven, en 2013, motivado por los problemas que afectan a su comunidad. Desde entonces, ha sido asediado y violentado por los órganos represivos del régimen cubano, a lo cual él ha respondido con un mayor compromiso con lo que llama “la libertad y la democracia en Cuba”.
La vida de un opositor, confiesa, no es nada fácil. Además de exponerse a golpizas, cárceles y amenazas (como la de ser sancionado de acuerdo al Decreto Ley 35), las opciones de trabajo se ven limitadas por las presiones de la Seguridad del Estado, y esto complica cada vez más llevar un plato a la mesa.
YucaByte pudo conversar con Eloy Calunga, quien actualmente vive en la provincia Santiago de Cuba, sobre sus inicios como activista y su trayectoria a lo largo de los últimos nueve años.
Eloy, ¿cuándo consideras que comenzaste a realizar activismo político o, digamos, oponerte directamente al régimen cubano?
Mi activismo comenzó en 2013. Estaba cansado de exigir al Gobierno que electrificara el barrio donde vivía entonces, en Ciego de Ávila. Al no encontrar respuesta ni resultados a esos reclamos, pinté en un cartón: “COMUNISTAS, NO ENGAÑEN MÁS AL PUEBLO”. Por eso fui detenido, golpeado y encarcelado por un año y seis meses. Me acusaron de propaganda enemiga. En esa oportunidad, la policía política me dio una paliza que me trajo como consecuencia una hernia discal y dos vértebras comprimidas.
Cuéntenos cómo fue la experiencia del presidio político.
Cuando estuve preso no es como ahora, que la gente entendía que había presos políticos y se enteraban de los casos. Supuestamente no hay presos políticos en Cuba y en aquel entonces pasábamos como presos comunes a ojos de todos. A pesar de eso, creo que la represión hoy es mucho mayor que hace nueve años. Digamos que aumenta cada día.
Yo recuerdo que me ponían siempre en galeras donde todo el mundo era comunista, y hablo de los presos comunes. Estas personas buscaban humillarme todo el tiempo. Apenas comía lo que me daban en prisión. Debo decir que mi madre se preocupó bastante y, con mucho sacrificio, me hizo la vida lo menos difícil posible en ese tiempo. También recuerdo que cada dos meses me sacaban de la prisión para interrogarme. Yo estaba en la cárcel de “Canaleta”, en Ciego de Ávila, y me trasladaban a Camagüey para esos interrogatorios. En Camagüey pasaba un mes preso y luego me devolvían a Ciego de Ávila.
Por lo demás, debo decir que pasé la prisión estudiando. No trabajé dentro de la prisión. Intentaron que lo hiciera, pero siempre dije que yo no le trabajaba al régimen. Entonces, el tiempo se me fue leyendo. Tampoco hablaba mucho. No me llevaba con nadie, ni siquiera con otros presos, de ahí que me llamasen “Radical”. Podría decir que era una persona solitaria y que hablaba solo lo imprescindible.
¿Qué pasó cuando salió de prisión?
Intenté integrarme a la sociedad, pero no pude. Era considerado un opositor por todos los que me conocían, así que esa integración se volvió difícil. Entonces comencé a trabajar por cuenta propia para sobrevivir.
¿En qué trabajó?
Bueno, yo estudié hasta 4to año de Ingeniería en Telecomunicaciones, así que tengo ciertos conocimientos de informática. Eso me dio la oportunidad de que me aceptaran en algunos negocios, aunque todos de grabar en memorias y hacer el llamado Paquete Semanal. Pero en cuanto la policía política se enteraba de dónde trabajaba, presionaban a los dueños de los negocios para que me despidieran. Ahora me dedico a la pesca, pero como no tengo licencia de pesca ni permiso para vender pescado, he sido multado en dos ocasiones y hasta me han decomisado mis medios para pescar.
¿Cómo prosiguió su labor de activista?
En 2019 me uní al proyecto La Cola De La Libertad, impulsado por Iliana Hernández, como coordinador en esta provincia. Ahí conocí a José Daniel Ferrer y empecé a solidarizarme con él, y con sus acciones contra la dictadura, aunque nunca formé parte de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU).
En el mes de abril de 2021 me uní a la huelga de hambre que inició la UNPACU, pero al séptimo día, debido a mis condiciones de salud, tuve que deponerla. Al terminar la huelga, los miembros de esta organización comenzaron a llamar a un paro nacional que promoví todo lo que pude en redes sociales.
¿Y haber participado en la huelga no trajo consecuencias con la policía política?
Claro. Poco después, el 17 de abril, me detuvieron en la alameda de Santiago de Cuba, mientras transmitía una directa en redes sociales. Me pusieron en libertad una semana más tarde, pero con la acusación de instigación a delinquir. En esa oportunidad me decomisaron el teléfono, y por eso estuve incomunicado varios meses.
¿Cómo vivió usted los sucesos del 11J?
En verdad, no participé. Yo vivo de la pesca y había pasado la noche anterior en el mar. Cuando esto sucede, suelo pasar el día siguiente durmiendo. A eso de las 4 de la tarde fue que los vecinos me contaron lo ocurrido, pero ya el régimen había reprimido las protestas en la provincia.
¿Y cómo vivió lo que aconteció a raíz de la marcha del pasado 15 de noviembre?
Cuando logré tener un teléfono, me enteré de que la marcha, inicialmente convocada para el 20 de noviembre, fue adelantada cinco días. Entonces me puse en función de difundirla. También formé parte de los firmantes de la solicitud de la marcha en Santiago de Cuba y me sumé a la plataforma política Archipiélago.
El día 14 de noviembre, previniendo que podía ser arrestado, me fui de casa antes de que la Seguridad del Estado me detuviera. Ese mismo día, sobre las 3 pm, mi mamá me llamó para decirme que dos policías uniformados y otro vestido de civil habían entrado a mi casa y se llevaron la computadora, la impresora, el nano, un paquete de hojas y hasta lápices. Luego me enteré de que el hombre vestido de civil es el agente Mario, un represor que siempre me acosa y es quien me ha interrogado la mayoría de las veces.
¿Pero le detuvieron?
Lo hicieron, sí. Fue el mismo día 14, sobre las 7pm. Entraron a la fuerza en casa de mi novia, que es donde me encontraba. De ahí me llevaron para la unidad de Micro 9, y en la noche me trasladaron a la unidad Versalles. Ahí pasé cinco días. Me dijeron que la detención fue para evitar que saliera a las calles el día 15.
Eloy, ¿cómo fue el proceso que llevó a que lo amenazaran con el Decreto Ley 35?
Eso empezó el 23 de noviembre, cuando volvieron a detenerme. Fue en la esquina de mi casa, donde permanecían dos oficiales de policía casi las 24 horas. Yo me molesté y les dije varias cosas que uno dice cuando está molesto, y uno de los agentes llamó a la patrulla. Me encerraron otra vez en Micro 9, por tres días, con la excusa de que me negué a entregar mi carné de identidad.
Pocos días después de mi liberación, fui citado por la Policía y me impusieron una multa de 1000 CUP. El 15 de diciembre me vuelven a citar, esta vez para notificarme que debía ir a juicio el 6 de enero de 2022 en el Tribunal Municipal Popular. Contraté un abogado y juntos fuimos al juicio, donde la Fiscalía me acusó de violar el Decreto Ley 35, que sanciona la libertad de expresión en internet. Mi abogado basó la defensa en que el delito que me imputaban fue realizado antes del 11J, mientras que el Decreto Ley 35 entró en vigor después. Al terminar la sesión, fui llevado a la unidad Versalles, donde el represor Mario me dijo que de ahí me llevarían a la prisión de Aguadores, a pesar de que todavía no se dictaba una sentencia a mi caso.
¿Cómo terminó el proceso?
El 7 de enero me volvieron a llevar al tribunal, y esta vez la Fiscalía declaró que, efectivamente, no podía ser sancionado por ese Decreto Ley. Sin embargo, dijeron que no tenía vínculo laboral alguno, por lo cual me sentenciarían a trabajo correccional sin internamiento y así fue. La sanción es de dos años.
¿Cómo ha sido para su familia asumir su labor de activista y opositor?
Para mi madre fue difícil, porque ha afectado hasta su trabajo. Mi padre es un ex militar, teniente coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y desde mi primera detención decidió que no me hablaría nunca más. Lo mismo ha sucedido con varios tíos que tienen cargos de funcionarios y me han apartado de la familia. Mi novia, por su parte, estudia en la universidad, y por mi causa ha sido interrogada muchas veces. La han amenazado con perder la carrera si no termina su relación conmigo. También en la detención del 17 de abril la policía política mencionó a mi hija en el interrogatorio. Entonces les dije que si algo le pasaba a mi niña, ya no sería un opositor, sino que me convertiría en un peligro mucho mayor para la dictadura.
Tras todos estos años de activismo político y de resistencia frente a las arbitrariedades del régimen ¿En qué cree que debe mejorar el trabajo de la oposición en Cuba o qué problemas le afectan a lo interno?
Excepto por los que estamos en redes sociales, la mayoría de la oposición en Cuba pensamos que no se nos escucha. Yo visito a muchos opositores y algunos no tienen siquiera teléfonos móviles. También nos ha afectado el hecho de que quienes salen como líderes terminan defraudando a los demás, y el ejemplo más cercano es el de Yunior García.
Nos falta liderazgo y también más comunicación con la diáspora. La unión es esencial. Los comunistas tratan de unirse todo el tiempo, se apoyan, incluso a nivel de países, y buscan ser un bloque compacto y sin fisuras. Eso nos falta a nosotros, que nos culpamos unos a otros y nos acosamos unos a otros solo porque en algún punto no pensamos exactamente igual.