Ilustración: Julio Llópiz-Casal.
Pablo Enrique Delgado Hernández tiene 54 años y ha pasado casi toda su vida en Punta Brava, un pueblito en las afueras de La Habana, perteneciente al municipio La Lisa. Trabaja como mecánico de refrigeración, fundó una familia y sobrevivió a un cáncer. Nunca le había interesado la política, o mejor dicho, nunca se había involucrado en esos temas, hasta que descubrió en las redes sociales una plataforma para expresar sus incomodidades y problemas como ciudadano.
Pablo se considera a sí mismo un activista por los derechos humanos. Ante las injusticias, dice, no se permite ser indiferente. Por eso ejerce su derecho a disentir y protestar, ya sea por la liberación de los presos políticos o por la desidia del Estado cubano ante las paupérrimas circunstancias en las que conviven sus vecinos de Punta Brava. Protesta también porque las autoridades prefieren no aceptar el disenso y reprimir antes de consentir la posibilidad de un diálogo. Él mismo ha sido víctima de esa represión en varias ocasiones.
Por cada una de estas razones, Pablo asegura que marchará el 15 de noviembre, como uno más en la Marcha Cívica por el Cambio.
Hola, Pablo. Empecemos por el presente, es decir, por tu reciente “encuentro” con la policía política cubana. ¿Qué pasó el 3 de noviembre en la 7ma Unidad de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR)?
–Ese día, en horario de la mañana, se presentaron en la puerta que da acceso a mi apartamento el Capitán David, de la Contra Inteligencia (CI), el jefe de Sector, Yoandri, y un señor desmovilizado del Ministerio del Interior (MININT), que tiene 65 años y es el chivato del barrio. Llegaron diciendo que querían conversar conmigo. Me negué, explicándoles que yo no quería tener ningún diálogo con ellos, mucho menos frente a mi casa, en presencia de mis vecinos. David, que en otras ocasiones se me ha presentado como Capitán Luis Gálvez Prieto, pareció enojarse con mi respuesta y dijo que me citaba en la unidad de la PNR del municipio a las 4 de la tarde. Como yo estaba en mi propiedad y ellos en un área pública, tomé mi teléfono móvil y les hice unas fotografías. El Capitán David intentó entonces entrar a mi casa. Mientras forzaba la puerta, le advertí que estaba incurriendo en un delito llamado “invasión de domicilio”. Entonces, el jefe de Sector le dijo algo y todo se calmó. Me dieron una citación que no firmé y se marcharon. Antes de irse, el Capitán David me gritó algunas expresiones bastante ofensivas.
¿Todavía al gobierno cubano le son funcionales los chivatos, a pesar de que cuentan con el control de las telecomunicaciones y de todo en el país?
–Sí. Hay chivatos en muchos lados. En Punta Brava, por ejemplo, hay varios. Quien me vigila se llama Luis Antonio Rodríguez Palacios. No sé si recibe algún salario por eso, la verdad. Supongo que algún tipo de prebenda sí. Además, los chivatos, casi siempre, ganan con lo que hacen la posibilidad de ocultar los delitos que puedan cometer. Luis Antonio se ha construido una casa en las afueras del pueblo, y nadie sabe cómo, porque aquí ni materiales para la construcción hay. No digo que haya cometido delito, pero un obrero normal no puede hacer eso en Cuba. De todas formas, no me interesa. Lo que sí es cierto es que en Cuba hay chivatos en todos los lugares.
Entonces, lo citaron y fue a la Unidad de la Policía…
–Bueno, llegué y vi a la oficial que estaba en carpeta, la policía número 08288. Me senté en un banco a esperar, pues no veía al hombre que me citó. Recuerdo que en ese momento le escribí un mensaje de texto a mi hija, diciéndole que cerrara la puerta de la casa, que la había dejado abierta al salir. En eso llega el Capitán David y me pide el carné de identidad y que apague mi teléfono y se lo entregue. Yo accedí. Nos dirigimos al segundo piso de la Unidad, donde ellos trabajan.
Allí me esperaba otro oficial de la CI, de sobrenombre Mario. Entonces es que me entero de la supuesta razón por la que estaba ahí.
Nuevamente la Represión del #Régimen Castrista toca mi puerta. Me citan con Urgencia y en tono amenazante para hoy las 4:00 pm. El Represor Capitan DGCI Luis Gálvez Prieto, el Jefe de Sector Yohandri y detrás muy escondido el Chivato del Barrio Luis Antonio Rodríguez Palacios. pic.twitter.com/uQrNDVbmGn
— Pablo Enrique (@Dicotomia7) November 3, 2021
¿Cuál?
-Por una queja que yo había hecho a ETECSA por el mal servicio de datos móviles y la falta de conexión que sufro muchas veces. Yo tuve palabras un poco fuertes con los ejecutivos de ETECSA que tienen que ver con atención a la población. Esos ejecutivos, parece, informaron a la CI que yo haría una manifestación frente a la sede de ETECSA, lo cual es completamente falso. Lo que les dije que haría fue que recogería firmas de mis vecinos, quienes también ven afectados los servicios de 4G, y que llevaría ese documento a la presidencia de ETECSA, para que vieran que no era la queja de una sola persona.
Luego de aclarado lo de ETECSA, comenzaron las amenazas de siempre. El Capitán David preguntó por mi posible participación en la marcha del 15N. Le dije que sí, que estoy de acuerdo con la marcha y que participaría en ella de una u otra forma. Fue entonces que el oficial Mario me amenazó, incluso, de muerte.
¿Cómo fueron esas amenazas?
-Me dijo que pensara bien las cosas porque podía suceder que yo saliera a la calle y recibiera una pedrada, un palazo, un tiro e, incluso, que un vehículo podría atropellarme y darse a la fuga, y nadie sabría quién fue. Yo le respondí que era consciente de que esas cosas pasan en Cuba y que ellos hacen ese tipo de cosas, como balear en la Güinera a un manifestante pacífico como Diubis Laurencio, o simular un accidente, como hicieron con Oswaldo Payá. No pasó mucho más después, solo que, casi al retirarme, me impusieron una multa de 2.000 CUP, totalmente arbitraria, por el mal uso del nasobuco.
Fue muy cínica y arbitraria la aplicación de esa multa, pues yo fui a la Unidad con el nasobuco bien puesto y me mantuve con él así todo el tiempo. El propio oficial Mario se quitó el suyo en un momento y me pidió que hiciera lo mismo, para escucharme mejor. Me lo dijo varias veces, hasta que accedí. Soy sobreviviente de cáncer y mis cuerdas vocales mantienen secuelas de eso, así que pensé que quizás no me escuchaba bien.
Al salir, el Capitán David me devuelve el carné de identidad y el teléfono. Él, durante el interrogatorio, entraba y salía de la oficina. Eso me resultó sospechoso y, mientras se disponía a irse en una moto, abrí rápido el celular y vi que la batería estaba mojada. La retiré y el teléfono estaba empapado. Debió meterlo bajo una llave de agua o algo así. Retrocedí y fue a ver a la oficial de carpeta. Le expliqué lo de mi teléfono. Ella lo vio, confirmó que le habían echado agua y, creo, sentí que se avergonzó. Supongo que en la Policía todavía hay quien tiene un ápice de vergüenza. Ella fue hacia el Capitán, después regresó. Yo le grité al hombre: “¡Tú me rompiste el teléfono, esbirro!” Pedí hablar con un oficial de la PNR de guardia y me dijeron que esperara. Esperé 40 minutos para tramitar mi denuncia, pero nadie apareció para atenderme. Ya el oficial Mario y el Capitán David se habían marchado en una moto. Molesto, recogí mi teléfono. Antes de irme le dije a la de carpeta que lo que acababa de suceder era otra razón para marchar el 15 de noviembre.
Buenas Tardes Amigos de Twitter. Quiero extender mi Agradecimiento a todos quienes de buena voluntad extendieron su ayuda y su apoyo con la Injusta Multa que me fué impuesta por el Represor y Esbirro Capitán David de la DGCI. Hoy traté de tramitar una Denuncia en su contra.. pic.twitter.com/DUAYlKvSnp
— Pablo Enrique (@Dicotomia7) November 5, 2021
¿Finalmente pudo hacer la denuncia?
–No. Al otro día fui, con la misma ropa del interrogatorio, pero no me dejaron entrar a la Unidad por estar “mal vestido”. O sea, con una bermuda de mezclilla, tenis, un pullover y una gorra. Ese día también esperé, y en esa espera me puse a conversar con dos muchachas que también esperaban para otra cosa. En eso salió el Capitán David y fue directo a nosotros. Le dijo a las muchachas: “Sepárense de él, que las puede enredar con mucha facilidad”. Yo le respondí que no enredo a nadie ni rompo teléfonos ajenos. Él se marchó y nadie me atendió ese día. Con Cubalex he estado en contacto para que la denuncia sea en la Fiscalía General y para presentarla en el edificio de atención a la ciudadanía del MININT.
¿Y en la PNR?
–Lo intenté, otra vez, el 10 de noviembre. A las 9 de la mañana fui, pude contactar con un Mayor, que es el político de la Unidad. Yo tenía el teléfono en un mecánico de celulares, para ver si lo podía rescatar, puesto que no tengo ninguno y ese es el de mi esposa. El Mayor me dijo que no podía aceptar mi denuncia si no veía el teléfono roto. Le dije que la oficial en carpeta del día en que sucedió podía servir de testigo, y contestó que eso no era posible “bajo ningún concepto”. Le dije que iría rápido a ver al mecánico para traerle el móvil y dijo que como el dispositivo había sido manipulado por un mecánico, no podían aceptarlo como prueba, y que sin prueba no hay denuncia.
Sobre la multa, tramité un recurso de apelación, que lo presenté en la PNR y en la Fiscalía Municipal. Es una multa injusta, un castigo sin sentido.
Pablo, vayamos un poco más atrás. ¿En qué momento de tu vida y bajo qué circunstancias decides disentir abiertamente y señalar con críticas al gobierno cubano?
–Aquí tengo que hablar de mi padre, ya fallecido, que era una persona integrada a la Revolución. Él fue luchador clandestino, amigo personal del mártir Juan Manuel Márquez y fundador de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Antes de la Revolución trabajó en una textilera como mecánico, hasta 1976, que se retiró de ahí por problemas de salud. Pasó entonces a trabajar de gastronómico en el pueblo y en un bar cercano a la casa de Raúl Castro, en La Coronela. Por sus antecedentes, era una persona seleccionable para trabajar en actividades protocolares y brindar apoyo en actividades como festejos por el 26 de julio, en celebraciones de vanguardias de las FAR y de las brigadas asociadas al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), Congresos de la CTC, del PCC y de la UJC. A muchas me llevó a acompañarle, tal vez para aliviarle la carga a mi madre. Esas actividades me sirvieron para ver el nivel de ostentación y de vida de esa clase dirigente. Vi lo bien que vestían y lo mal que se conducían hacia las personas desde sus cargos.
Varios años después, llegó el internet a Cuba. Ahí me hice de un teléfono y comencé a buscar información y ponerla a la mano de mi padre, para que él pudiera comprobar la realidad de este país. Ese fue el inicio de todo. Con el internet comencé a expresarme en redes sociales, especialmente en Twitter, que es la que más me llama la atención. Contacté a otros activistas y actualmente me considero un defensor de los derechos humanos. Mantengo contactos con Cubalex, con el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, con Cuban Prisoners Defenders y con algunos periodistas independientes.
¿Perteneces a alguna organización política de oposición?
-No. Solo soy alguien que denuncia las arbitrariedades que comete la dictadura cubana contra el pueblo, toda esa desidia del régimen con el pueblo, la falta de libertades… todo eso hay que visibilizarlo. La gente tiene que saber que Cuba no es como la cuenta el régimen.
¿Cuándo y cómo fue su primer encuentro con los represores del régimen?
–Mi primer encuentro con los represores del MININT fue por 2016. Se me citó a una oficina donde había dos jóvenes que no superaban los 35 años. No sé ni los grados que tenían. Estaban vestidos de civiles y decían ser de la Seguridad del Estado. El interrogatorio duró casi dos horas y fue en la oficina del carné de identidad de la Unidad de la PNR del municipio. Todo ese tiempo yo tuve mi móvil en el bolsillo. Ellos no se percataron y grabé toda la conversación, que fue lo de siempre: ellos amenazándome y yo diciéndoles que hicieran lo que quisiera, que no consideraba que defender los derechos de los demás era un delito.
¿Y cuál fue el motivo específico?
-La razón fue un sistema de alcantarillado de mi barrio, que está totalmente obsoleto y colapsado desde 1973. Se encuentra en la avenida 241 y atraviesa un grupo de casas. Ese sistema se fabricó en 1971, cuando mi padre era muy activo en los CDR. No había alcantarillado, y los propios vecinos se tuvieron que ir por su cuenta, sin apoyo del Estado, a buscar los tubos y hacer el trabajo. Por supuesto, no eran expertos, y terminaron conectando la línea fluvial con el alcantarillado, y eso hizo que en dos años aquello colapsara. Los patios de las casas volvieron a inundarse de aguas negras. Incluso, tengo un vecino cuya casa era atravesada por esas aguas albañales cada vez que llovía. Desde ese entonces se denunciaba este problema en todas las instancias del Poder Popular y nunca hubo respuesta. En 2016, ya cansado y molesto, en una reunión del Poder Popular dije que haría público en las redes sociales toda esta historia, además de un video de lo que sucedía en el barro con cada lluvia. Ese fue el detonante de mi primera citación policial. Los oficiales me dijeron que no hiciera el video, pero les dije que ya lo había hecho y que, si no querían que lo subiera a las redes, que resolvieran el problema de la comunidad. Todavía no lo han hecho. Todo sigue igual.
Pablo, en varias ocasiones te han amenazado con encerrarte en una prisión. ¿Cómo lo asumes? ¿Y cómo lo asume tu familia?
–Con cierto temor, por supuesto. Claro que le temo a la prisión, a los golpes, a todas las formas en las que opera el régimen castrista contra quienes disienten u ofrecen un periodismo veraz. Mi familia, he de decir, que no lleva muy bien mi trabajo de activista. Tengo dos hijas, un nieto de 16 años y una esposa. Ninguno de ellos apoya lo que hago, ni siquiera que a través de las redes sociales sea capaz de expresar mis criterios. Eso me hace más difícil y lastimoso cuanto hago.
Una última pregunta. ¿Por qué país marchará Pablo Enrique el 15 de noviembre?
–Marcharé por un país que está asqueado de tanto engaño, cansado de la manipulación, de la miseria. Por un país lleno de sueños y ganas de vivir dignamente, con un pueblo que desea no tener que robar en el trabajo para comer. Marcharé por un país que tiene a muchos de sus hijos presos injustamente. El país por el que marcharé es un país engañado por una tiranía que no tiene límites ni escrúpulos de ningún tipo y solo quiere mantenerse en el poder, alimentándose o chupándole lo que puede al pueblo. Por ese país oprimido y con ansias de democracia es que pienso marchar.