Ilustración: Julio Llópiz-Casal.
El 22 de octubre, el informático guantanamero de 38 años, Leinier Cruz Salfrán, fue citado por inspectores del Ministerio de Comunicaciones (MINCOM), en la Oficina de Control Territorial de dicho ministerio. En este lugar, le informaron que, por sus publicaciones en redes sociales en favor de la Marcha Cívica por el Cambio, violaba el Decreto Ley 35. Leinier se convirtió así en una de las primeras personas sancionadas por esta normativa. Además, le fue impuesta una multa de 3.000 CUP por violar el inciso i del artículo 68 del Decreto Ley 370, una norma conocida como “Ley Azote”, la cual criminaliza la libertad de expresión en internet por razones políticas.
El asedio no terminó ahí, sino que le encontró apenas en la esquina del lugar donde fue multado. Justo cuando regresaba a casa, agentes de la Seguridad del Estado lo interceptaron, le pusieron una capucha en la cabeza y lo trasladaron en un auto, no sin antes retirarle su teléfono móvil. Casi al borde de la asfixia, llegó al lugar donde varios oficiales le amenazaron con la prisión. También le cuestionaron el hecho de que su nombre figurase entre los que suscribieron la notificación oficial de la marcha del 15 de noviembre a las autoridades provinciales.
Leinier no cedió a las presiones. Ni siquiera esta era la primera vez que enfrentaba cara a cara a los represores directos del régimen cubano. De aquel encuentro salió con una multa, la amenaza de mayores hostilidades y sin su teléfono móvil. Sin embargo, Leinier todavía asegura que el 15 de noviembre no quedará de brazos cruzados y, de alguna forma, cumplirá con lo que cree su deber ciudadano: expresarse libremente y pedir democracia en Cuba.
YucaByte pudo contactar con él y conversar sobre esta última experiencia con los órganos represores cubanos y otros temas relacionados con su vida.
Hola, Leinier. Comencemos hablando de cómo te hiciste informático, hace ya varios, en Guantánamo. ¿Por qué escogiste esa profesión?
–Desde muy pequeño, con apenas 11 años, y gracias al apoyo de mi abuela, me inscribí en un curso de computación en el Joven Club de Computación y Electrónica. El curso era de sistema operativo MS-DOS, de cuando las computadoras eran grandes, con monitores en blanco y negro o en verde y negro. Entonces se usaban discos floppy de 5.25″, cuya capacidad era de 360 Kb, y discos floppy de 3.5″, con 1Mb de capacidad. Aquello fue todo un descubrimiento para mí, algo fascinante, y creo que en parte se volvió como un mundo donde podía sumergirme y explorar dimensiones que me alejaran de la realidad triste, sombría y carente de todo. De ahí en adelante no pude alejarme jamás de la informática.
¿Seguiste superándote en cursos y niveles académicos?
–Seguí aprendiendo de forma autodidacta. Primero me dediqué a aprender de los sistemas operativos MS-DOS y Microsoft Windows, en sus versiones 3.1, 95, 97, 98 y XP. Es entonces cuando doy el salto al software libre, mudándome a Linux. Ahí desarrollé las habilidades de configuración y administración de sistemas. Profundicé en mis conocimientos de programación, los que había iniciado con el lenguaje MS-BASIC, dejándolo por C y C++, lenguajes que hoy en día utilizo en mis aplicaciones.
En esta materia relacionada con tu labor de informático, ¿qué has creado?
–Varios proyectos comunitarios. Dos han sido los más exitosos. Uno fue la Comunidad Cubana de Administradores en Redes Inalámbricas, y otro el Administrador de Transferencias para toDus (S3).
¿En qué consistía cada uno?
–La primera fue un grupo en Telegram, que acoge a muchos administradores de redes inalámbricas privadas, sucesores de la iniciativa SNET. Básicamente, ahí se debate sobre redes, se comparten configuraciones, se crean vínculos. En sus inicios fue muy popular, pero fue decayendo a partir de 2019, cuando comenzaron las prohibiciones de las redes por ley.
El segundo proyecto es una aplicación multiplataforma que fue bastante utilizada a lo largo del país, sobre todo durante la pandemia de la Covid-19. Permite transmitir archivos multimedia entre las personas a través del servicio toDus y de forma gratuita.
Otro de tus proyectos, por el año 2015, terminó llevándote a tu primer encuentro con la policía política cubana, ¿no es así?
–Sí.
¿Qué fue lo que realmente te sucedió en enero de 2015?
–Todo empezó en los meses finales de 2014, cuando me enteré de que en los hoteles “Guantánamo” y “Martí” las personas naturales ya podían conectarse a internet si compraban las tarjetas de una hora de conexión por 4,50 CUC. Lo nuevo de aquello era que podías conectarte usando tu propio dispositivo, prescindiendo así de las computadoras ubicadas en esos lugares y destinadas para ese fin. Digamos que entonces el bombillo se me alumbró y vi una posibilidad de poder conectarme a internet por largos períodos de tiempo y pagando muy poco.
¿Cómo lo hacías?
–Fácil. Reunía a un grupo de amigos y conocidos, y todos poníamos 1 CUC. Comprábamos una o varias tarjetas, de ahí me conectaba con mi laptop y compartía el acceso hacia los dispositivos de los participantes en la compra de las tarjetas a través de la interfaz Wifi de mi equipo. Eran buenos tiempos que, si algo me trajeron, fue beneficios emocionales, risas, un poco de diversión… y también tristeza y la confiscación de mis equipos.
Recuerdo que entre las personas que se conectaron para mirar videos de Youtube y hacer videollamadas estuvieron los integrantes del equipo de Industriales. Se pasaron como ocho horas conectados conmigo la primera vez en el hotel “Guantánamo”, hasta altas horas de la madrugada. Estaban allí porque vinieron a jugar contra el equipo de mi ciudad, y perdieron el primer juego. En esto estuve un tiempo, hasta que ya no pude conectar mi laptop por falta de electricidad. La administración del hotel me hizo imposible conectar el equipo a la corriente, así que “me mudé” al hotel “Martí”. Allá no eran peloteros, sino muchas personas comunes que iban conmigo todos los días, a las 5 pm. Cada uno aportaba 1 CUC y nos pasábamos hasta cerca de la medianoche conectados.
O sea, que era una especie de cooperativa. ¿no? Todos, incluyéndote, ganaban lo mismo: más tiempo de conexión.
–Y otras cosas espirituales. Tuve días en los que reí mucho con esas personas, sus ocurrencias, sus problemas. Yo era como el “maestro” de todos allí, porque casi nadie sabía cómo operar algunas aplicaciones, o tenían dudas. Desde que llegaba hasta que me iba, la pasaba conversando. Creo que puedo decir que ese punto del hotel “Martí”, ubicado en la calle Calixto García, esquina Aguilera, fue un punto de recreación sana por aquellas semanas.
En enero de 2015 llegó el día de la desgracia. Autoridades vestidas de civil fueron a mi casa para conducirme a un sitio llamado “Operaciones”. Allí se me sometió a diferentes interrogatorios para intentar obtener evidencia que pudiera inculparme en el proceso penal que ya habían abierto en mi contra: actividad económica ilícita. Afortunadamente, cuando estaba en el hotel “Guantánamo”, hice algunos videos a quienes se conectaban conmigo, en los que les preguntaba si ellos veían o conocían que yo cobraba por compartir el internet. Cada uno ofreció su testimonio, y eso habría de ayudarme para refutar la acusación que caía sobre mí.
Finalmente, después de cuatro días retenido en “Operaciones”, me aplicaron una sanción administrativa de 500 CUP. También me confiscaron todos mis artículos informáticos, que eran una laptop y un adaptador Wifi por USB. Esos equipos tenían un gran valor para mí, porque en aquel entonces me resultaba muy difícil ahorrar para comprar otros.
Leinier, en Cuba es común que las cosas se centren en La Habana, incluso los análisis y las coberturas de situaciones cotidianas, cómo puede ser todo lo que comprende el acceso a internet de los ciudadanos. Por eso sería bueno que contaras un poco, desde tu experiencia, cómo fue la llegada de internet a Guantánamo y, por ejemplo, qué contenidos consumes tú y quienes te rodean en la web.
-El acceso aquí, como en toda Cuba, es muy limitado y controlado por el gobierno a través de las instituciones que tiene secuestradas. Antes, las personas solo podían tener un acceso limitado, muy controlado y supervisado, solo en sus centros laborales. Esto cambió en 2015, cuando se implementó el acceso a internet a través de puntos de accesos ubicados en parques, utilizando una combinación de usuario y contraseña impresa en una tarjeta. Estas se compraban en las oficinas comerciales de ETECSA, primero por un valor de 4,50 CUC por cada hora de acceso a internet. Era el equivalente a 111,25 CUP.
Me es un poco difícil exponer con exactitud cuáles servicios y sitios webs consumían las personas por aquel entonces. De modo superficial, lo que podía observar era a muchas personas usando su tiempo de conexión en redes sociales como Facebook, Youtube, Instagram. También se comunicaban mucho por Whatsapp y, sobre todo, por IMO, que se hizo muy popular. Como consumía poca velocidad, IMO era de las primeras cosas que usaban casi todos los que se conectaban con aquellas tarjetas. En mi caso, consumía noticias de medios independientes, revisaba el correo electrónico, contenido sobre tecnología, librerías y sus códigos fuente, algo de Whatsapp y casi nada de videollamadas.
¿Qué tanto crees que mejoró la vida de los ciudadanos en Cuba con el acceso a internet?
–Mejoró un poco la calidad de vida, sí, puesto que las personas podían comunicarse con sus familiares, parejas, amigos quizás, y eso representó una oportunidad de hacer pedidos o recibir regalos de diferentes tipos. Hay que tener en cuenta que nuestro país se encuentra sumergido en la eterna carencia de todo tipo de cosas que en otros lugares del mundo son normales y comunes. Además de que existe la imposibilidad de tener una vida digna y sostenible con el salario de un trabajo honrado.
¿Llegó a todos por igual esta posibilidad?
–No, porque muy pocos podían pagar casi 1/3 de sus salarios para utilizarlo en una sola hora de internet. En aquella fecha, los salarios de menor escala rondaban los 300 CUP, siendo el salario de un profesional de 500 CUP a 800 CUP. Ya en centros “privilegiados”, donde se daban los “estímulos” adicionales, el salario de un profesional podía ascender a 900 CUP o 1000 CUP.
Además de lo sucedido a finales de octubre de este año, tuviste otro encuentro con la Seguridad del Estado. ¿Cómo fue?
–Ocurrió el pasado 4 de noviembre, cerca de las 11 am. Justo después de extraer dinero del cajero automático, ubicado en calle Carretera, entre Calixto García y Pedro A. Pérez, me abordó un agente de la Seguridad del Estado y pidió que le acompañara. En esta oportunidad no hubo ninguna acción que atentara contra mi bienestar físico. Sin embargo, según se fueron desarrollando los hechos, consideré que aquella era una maniobra para recopilar evidencia que pueda ser utilizada en campañas de descrédito contra mi persona en el futuro.
Me condujo en auto hacia las afueras de la ciudad de Guantánamo. Calculo unos dos kilómetros, rumbo al municipio Niceto Pérez. Allí, a la orilla de la carretera, había dos piedras. El agente se sentó en una y yo en otra, y comenzó el “conversatorio”. El agente empezó reconociéndome cosas positivas, y luego dijo que me estaba dando una oportunidad para que yo me “acabara de salir” y continuara “tranquilamente con mi vida”. Al final, me lanzó las amenazas de siempre, como profetizando una condena legal contra mi persona.
Eso fue lo que pasó. Los abusos, las violaciones de las leyes, la institucionalización de la represión al pueblo por parte del propio gobierno a través del Partido Comunista, el Ministerio del Interior, la Policía y el Ministerio de Justicia, laceran constantemente a la debilitada y oprimida sociedad civil cubana. Esta última ni reproduce ni está de acuerdo con el discurso ni la narrativa oficialista comunista. Este tipo de acciones solo revelan la verdadera naturaleza del gobierno que rige nuestro país.
¿Y qué importancia le concedes al acceso a internet y, en especial, a las redes sociales, en el despertar de la sociedad civil?
–Hay que entender que las redes sociales son una de las vías para expresarse en el ámbito digital, ya sea desde el ámbito personal, social, profesional y hasta político. Son como un periódico descentralizado y desestructurado, donde las personas de diferentes puntos geográficos pueden informar y mantenerse informadas entre ellas. Esto hace posible que la gente pueda comunicar aquellas cosas que consideran buenas, interesantes, atractivas, necesarias; y también que pueda denunciar las cosas que consideran mal.
La mayor parte de la historia de Cuba ha transcurrido sin internet. Primero, porque no existía, y luego porque era una estrategia y una voluntad del régimen cubano el mantener a su población aislada e incomunicada. Con la llegada del acceso a internet y, por consecuencia, de las redes sociales, las personas han tenido una herramienta controlada por ellas mismas, por la cual pueden transmitir sus mensajes y hacer llegar a los demás sus realidades. Esto ha servido para denunciar las atrocidades, violaciones de derechos humanos e injusticias que el régimen cubano y sus instituciones cometen contra una población empobrecida en muchos ámbitos, no solamente el económico. Ya no se cuenta solo con el Noticiero de la Televisión Cubana para transmitir noticias y crear matices de opiniones, sino que cada cual tiene la posibilidad real de participar en este proceso.
Gracias a lo anterior hoy existe Archipiélago, ha evolucionado la conciencia de muchos cubanos dentro de la Isla y se reconoció la necesidad de tener y poder ejercer derechos ciudadanos, tales como el derecho a reunirse, expresarse y manifestarse. Con las redes sociales se ha creado un movimiento de empatía, solidaridad y colaboración de cubano a cubano, que se ayudan entre sí para pagar las injustas multas del Decreto Ley 370 o para reponer algún móvil que haya sido confiscado de forma ilegal por las autoridades. Estas cosas jamás habían sucedido, puesto que cada cual estaba aislado y viviendo en su propia burbuja, tratando de llevar un bocado de comida a la mesa y sin conocer qué le ocurría a los demás.