Luis Manuel Otero Alcántara. Foto: Belo PCruz
El Estado
El 13 de diciembre de 2020, el semanario oficial Trabajadores publicó un reportaje titulado “La cara oculta de San Isidro”. Hablar de la barriada habanera de San Isidro no era entonces algo fortuito, sino cierta tendencia en los medios estatales cubanos desde el acuartelamiento y la huelga de varios miembros del Movimiento San Isidro y otros activistas políticos en dicho lugar.
“La cara oculta de San Isidro” pretendía ser una reivindicación “revolucionaria” de uno de los lugares más marginados de La Habana. Por “barrio marginado”, por ejemplo, el texto usa expresiones como “barrio humilde” o “barrio obrero”. Para la prensa oficial, San Isidro pintaba como una suerte de lugar paradisíaco donde recientemente se había inaugurado una suerte de museo en honor al director de cine Tomás Gutiérrez Alea, donde florecían proyectos artísticos comunitarios en cada esquina y ningún niño pertenecía a una familia disfuncional.
El semanario Trabajadores, órgano oficial de la Central de Trabajadores de Cuba, aplaudía en el artículo la labor comunitaria desarrollada por el “proyecto cultural Galería Taller Gorría (GTG)”, perteneciente al actor cubano Jorge Perugorría y uno de sus hijos, Adán Perugorría.
–La idea es revalorizar el sur de la Habana Vieja mediante la cultura.– dijo Adán a Trabajadores, luego de hablar sobre los disímiles talleres comunitarios de arquitectura y uso responsable de las tecnologías impartidos por su “proyecto cultural” y bajo el permiso de la Oficina del Historiador de la Ciudad. En la entrevista, sin embargo, omitió cualquier comentario sobre el hostal, el restaurante y el mercado de arte que también tienen espacio en la GTG.
–Hay que aprender a funcionar más rápido, porque surgen vacíos en las normas legales que pueden aprovechar quienes pudieran tener otros propósitos menos nobles.– dijo también, refiriéndose a las acciones culturales comunitarias desarrolladas en la barriada por el Movimiento San Isidro.
Cuando le preguntaron en qué consistían esos vacíos legales, solo respondió:
–Falta una figura jurídica que ampare a galeristas privados.
Según el texto de Trabajadores, San Isidro solo tiene un problema: 86 edificaciones en estado constructivo grave y crítico. En uno de esos edificios “inhabitables”, reconoce el artículo, es donde trabaja un supuesto grupo de “mercenarios”, acusados muchas veces de recibir grandes sumas de dinero de parte del Gobierno de Estados Unidos y hasta de la Organización de Estados Americanos. El lugar referido es la sede del Movimiento San Isidro, y también la morada de Luis Manuel Otero Alcántara.
Luis Manuel Otero
Luis Manuel Otero Alcántara. Foto: Belo PCruz
-Luis Manuel, descríbeme San Isidro
–San Isidro es un espacio muy interesante. Está en la Habana Vieja, pero es un espacio periférico. No tiene esa arquitectura y ese estado de conservación que le interesaba a Eusebio Leal. Es un barrio marginado, con apartamentos pequeños. A veces pasas y ves por las puertas abiertas y ves barrios muy pequeños que, en su momento, servían para matar jugada, tú sabes, la prostitución. En su momento este barrio fue famoso por ser una suerte de zona de tolerancia para esas cosas. También ves muchos espacios que en su día fueron almacenes.
-¿Hace cuánto llegaste a San Isidro y qué fue lo que encontraste?
–Llegué a San Isidro hace unos cinco años. Encontré que la vida aquí dependía en buena medida de los turistas que bajaban a las ferias y de otros que estaban como perdido por esta zona. Encontré violencia, sobre todo robo a esos turistas perdidos. Vi que la juventud no tiene buenos referentes ni nada. Muchas veces, cuando pasaba un turista con una cámara o algo, le robaban fácilmente. Y tampoco aquí hay tanto presencia policial, o no para atender esos problemas específicamente. El robo, el invento, es un medio de vida para muchos jóvenes. Pero también imagina que esos jóvenes vienen de madres solteras, de padres presos por delitos de violencia, por robo o por drogas.
A nivel cultural aterriza un proyecto como el de Perugorría, un proyecto blanco, dirigido por blancos de élite. Toman un espacio y, por más que lo digan, no se acerca a la comunidad. Se habla de arte contemporáneo, donde toman ron gratis en las exposiciones, donde la comunidad choca. San Isidro es un barrio marginado y es lógico que al introducir a su gente en ese mundo, lo más probable es que roben los vasos,o vayan solo a tomar ron. Entonces hay que tener en cuenta las características de la comunidad para poder trabajar con ellos. Y, o trabajas para la comunidad, o te quedas en tu espacio snob artístico y elitista.
El Estado
El 20 de diciembre de 2020, el diario oficial Granma informó sobre una feria culinaria desarrollada en San Isidro, supuestamente en saludo al 501 aniversario de la fundación de La Habana. En plena pandemia de Covid-19, fueron invitadas varios paladares particulares, grupos musicales, y una compañía de danza y teatro sobre zancos. Por alguna razón, los organizadores del evento sobre cocina, que incluyó 501 platos distintos, colocaron a lo largo de la calle un cartel con una frase de Fidel Castro. Resulta curioso que el artículo de Granma se titulara “San Isidro en Revolución”, en vez de aludir al evento culinaria.
El 26 de febrero de 2021, este mismo diario informó sobre la plataforma cultural El Arsenal, un proyecto de la Oficina del Historiador de la Ciudad destinado a los aficionados a las artes plásticas de San Isidro. Esta era la primera vez que el periódico Granma referenciaba en al menos dos años a dicho proyecto comunitario. La noticia de que El Arsenal pasaría a ser “un espacio virtual” a causa de la pandemia del coronavirus, fue replicada por varios medios estatales, incluyendo la página en Twitter de la Presidencia de Cuba.
De la noche a la mañana, la barriada de San Isidro pareció cobrar gran importancia social, al menos para Granma. Desde diciembre de 2019 hasta el 16 de noviembre de 2020, este medio referenció directamente la barriada de San Isidro en cerca de cinco textos. Del 16 de noviembre a la fecha lo ha hecho en más de 40.
Luis Manuel Otero
Luis Manuel Otero Alcántara. Foto: Belo PCruz
-¿Qué crees de los proyectos y espacios culturales en San Isidro?
–Mira, a nivel cultural aterriza, por ejemplo, un proyecto como el de la Galería Taller Gorría. No estoy en contra de eso, pero hay que entender que es un “proyecto blanco”, dirigido por blancos de élite. Toman un espacio, y por más que lo digan, no se acercan a la comunidad. Se habla allí de arte contemporáneo, donde se toma ron gratis en las exposiciones… En esos espacios la comunidad choca. San Isidro es un barrio marginado, y es lógico que de introducirse en ese mundo lo más probable es que alguna gente del barrio se robe los vasos o vayan solo para tomar el ron gratis. No critico el proyecto en sí, pero creo que hay que ser realistas y tener en cuenta las características de la comunidad para poder trabajar en verdad con ellos. O trabajas para la comunidad o te quedas en tu espacio artístico snob y elitista.
-¿Cómo es tu relación como artista en el barrio después de la huelga?
–En verdad el régimen ya me había prohibido trabajar en San Isidro mucho antes de la huelga. A mí se me había ocurrido hacer un taller de arte con niños y el régimen vino y citó a las madres para decirles que no dejaran a sus hijos conmigo. Después varios perfiles falsos en redes sociales comenzaron a decir que yo era un delincuente, que yo toco niños y esas cosas aberrantes.
Ya después de la huelga el Gobierno comenzó a generar simulacros de acciones culturales. Pero al ser un régimen snob, pijo y eminentemente blanco, se desconecta de la realidad, y en vez de proyectos culturales termina haciendo proyectos políticos que mueres al segundo o tercer día. Cada vez que se me ocurre algo para la comunidad, mandan a dos o tres muchachitos y dicen que están haciendo algo, ponen un poco de “música patriótica” que no escucha nadie aquí y la gente, por supuesto, no se comunica con eso. La gente tiene otras necesidades que el régimen no tiene en cuenta. Por ejemplo, aquí, después de un mitin de repudio que me hicieron, se pusieron a vender libros. Vendieron “El Monte”, de Lydia Cabrera, a 50 CUP. Ese fue el libro más caro. El resto de los libros eran de Fidel Castro, y baratísimos, uno o dos CUP. Ellos aspiraban a que la gente del barrio consumiera eso, y no fue así.
-¿Cómo valoras estos proyectos culturales oficiales en San Isidro?
-Yo no tengo ningún problema con que hagan proyectos aquí. Es más ¡quiero que los hagan! Porque el Estado tiene recursos para hacerlo. Eso sí, que sean proyectos comunitarios, no simulacros. Como te dije, primero hay que entender el barrio, las aspiraciones de la gente. Hay niños que por sus condiciones familiares crecen rodeados de violencia y marginalidad, y lo más que aspiran es a irse del país, trabajar en la feria o de bicitaxistas. Hay que pensar en eso para planificar un proyecto cultural comunitario. Aquí los proyectos duran dos o tres días, ponen música con propaganda política, a dos o tres niños a saltar sacos, llaman a los medios y a algún factor de la comunidad y ya. Los mismos que hacen el proyecto no le ponen ganas, lo hacen por hacerlo. Entonces no se comunican con el barrio y todo muere. Simplemente, no hay interés.
El Estado
Por el 168 aniversario del natalicio de José Martí, se organizó el 28 de enero pasado una exposición fotográfica en la barriada de San Isidro sobre la que se informó en varios medios oficiales. El título de la exposición fue “Maestro y discípulo”, y sus obras un compendio de fotos en las que Fidel Castro se hacía acompañar de un retrato del supuesto homenajeado.
Un mes antes, específicamente el 10 de diciembre de 2020, la Academia Nacional de Canto Mariana de Gonitch también había pasado por San Isidro para realizar una cantata bautizada como “Fidel es Cuba”. Los miembros de la Academia ejecutaron temas como “Cabalgando con Fidel” y “Desbloquéame”, de Raúl Torres, así como “La Lupe”, de Juan Almeida Bosque. Varios medios como Radio Ciudad de La Habana advirtieron que la cantata ocurría “en coincidencia con el Día de los Derechos Humanos”. Ese día también el régimen, de forma deliberada, limitó el acceso a redes sociales como Facebook y Twitter para evitar la divulgación de cualquier manifestación pública de parte de activistas políticos, según denunció el Observatorio de Internet NetBlocks.
El 12 de marzo de 2021 fue la última gran alusión al barrio de San Isidro realizada por los medios oficiales y por el propio Miguel Díaz-Canel. Los textos giraron alrededor de la visita del presidente a la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo, donde, sin venir a tema, una estudiante declaró tener la necesidad de hablar a Díaz-Canel para expresarle su “admiración y cariño”. La joven, Solange Fon, confesó ser de San Isidro, “una barriada humilde, pero patriótica y revolucionaria”. El presidente no tardó en responderle que estaba consciente de que “San Isidro es un barrio revolucionario”, y también “de Patria y Vida”.
-Esa es una frase de Fidel. Nosotros no podemos dejar que ellos nos cojan nuestros símbolos, nuestras consignas, nuestros barrios.- dijo Díaz-Canel, aludiendo a la exitosa canción contestataria “Patria y Vida”, donde cantan varios miembros de San Isidro y en cuyo videoclip aparece el propio Luis Manuel Otero.
Luis Manuel Otero
Luis Manuel Otero Alcántara. Foto: Belo PCruz
-¿En qué se diferencian las acciones culturales institucionales de las realizadas por el Movimiento San Isidro en el barrio?
-Lo primero que se ve desde la institucionalidad es la falta de voluntad política para insertar proyectos culturales en barrios marginados en general. Pareciera que solo les interesa dar respuesta a lo que hacemos nosotros y que no les importa el barrio.
Nosotros hemos dado varios talleres de arte con los recursos que tenemos. Ahora mismo pensamos crear una beca para enseñar artes visuales, escultura y música a los niños de la comunidad. También hemos dado conciertos, eventos sociales. Una vez, por ejemplo, repartimos copas menstruales y, por supuesto, explicamos para qué servían y cómo se usaban. También hemos hecho eventos de poesía. Mi casa se brinda muy bien para esas cosas, porque es el espacio que tenemos, pero también es un espacio natural, como muchas casas de mucha gente aquí.
-¿Cuál es la situación actual de San Isidro?
-Mira, lo que el régimen defiende como espacio cultural en San Isidro, como la Galería Taller Gorría, son en verdad especies de platillos voladores que aterrizan aquí. Abrieron otro espacio en homenaje a Titón también, pero eso se desconecta de la realidad, es decir, están en una realidad a la que no pertenece este espacio. Y se ve porque comienzan a abrirse bares snobs, pijos, todos muy caros. Y te das cuenta de que se está dando una suerte de gentrificación por el interés de gente con dinero sobre el barrio. Ese pudiera ser el futuro de San Isidro. Todo el mundo ahora quiere vender su casa para irse a vivir a cualquier otro lado y quedarse con un dinero por encima. Gente que vive hacinada desea vender caro su cuartico en San Isidro para que lo conviertan en un bar o en lo que sea, y ellos comprar al menos dos cuarticos en el Cerro.
-¿Y qué te gustaría que realmente pasara?
-Es difícil pensar en lo que uno quisiera, porque también es difícil que ocurra. Yo lo que sé es que, como te dije, esto va rumbo a la gentrificación. Se irán muchos, y no creo que lo que sea que venga tenga un proyecto para rescatar las edificaciones y mantener aquí a sus habitantes. Yo apostaría por un desarrollo del barrio desde el barrio. Quizás una inversión de capital fuerte aquí, aunque sea por préstamo a sus habitantes. Quisiera que los habitantes de San Isidro fueran quienes pudieran abrir sus negocios pequeños, grandes o lo que deseen. Quisiera que nosotros mismos seamos los que cambiemos las calles y le demos vida. Ese sería mi sueño.