Todos pueden saber tu nombre, tu dirección, tus deudas y las veces que vas al mercado. No estoy hablando de 1984, no aludo a los pasajes ficticios de George Orwell; me refiero al día a día de la Isla. Me refiero también a la falta de cuestionamientos de los cubanos cuando se les obliga a entregar sus datos personales a cambio de comida.