Por Yariel Valdés González
Iroel Arencibia se acomoda frente a la computadora y todo a su alrededor parece desaparecer. El mundo pierde importancia, incluso, su identidad misma. Ya no es él, sino un poderoso guerrero, quien destruye cuanto se interpone en su camino. Desde el lado exterior de la PC luce de 18 años, pero la pantalla lo muestra mayor, con una fuerza temible y varias vidas acumuladas.
Su Alter Ego virtual comanda ejércitos con clics y dispara armas digitales solo con apretar los botones de un veterano teclado blanco. Así puede pasarse 10 horas cada día, sumergido en decenas de batallas con otros “efectivos”, desplegados por todo el “territorio nacional”.
“Yo voy a la escuela por las tardes y juego por las mañanas. A veces ni voy. Este vicio me tiene loco, es complica’o”, dice sin levantar la vista del monitor, que lo transporta al universo paralelo de Warcraft, un juego online de guerra medieval con pequeños toques modernos y que actualmente figura como uno de los productos estrella de los Joven Club de Computación y Electrónica (JCCE) en Cuba.
Iroel Arencibia es un adicto a los JCCE. Recorre varias instalaciones de Santa Clara para sus partidas de Warcraft. (Foto: Yariel Valdés González)
Aunque últimamente se hayan convertido en templos del ocio infantil y adolescente, estas instalaciones, ubicadas mayormente en las zonas más populosas de cada municipio, pretenden ser los oficiales alfabetizadores digitales del presente, en una sociedad desconectada, que generalmente se instruye de los adelantos informáticos por reality shows extranjeros y video-tutoriales que llegan por el Paquete Semanal.
Los JCCE, una iniciativa gubernamental, han sido un actor secundario en el lento acceso de los cubanos a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), a la vez que ha facilitado servicios propios de utilidad para quienes los visitan.
El proyecto lleva tres décadas en las comunidades y ha experimentado inevitables mutaciones para intentar adaptarse a la actual realidad del país caribeño. ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cuáles son los principales proyectos y productos que ha concretado? ¿En qué estado técnico se encuentran sus instalaciones? Yucabyte traspasa el umbral de los JCCE para indagar sobre estas y otras temáticas.
Génesis
Tercer sábado del mes de julio de 1987. La Habana ve abrir en su barriada del Vedado una exposición con unas cuantas microcomputadoras y teclados inteligentes, un espacio diseñado por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) para la recreación de infantes y jóvenes, la víspera del Día de los Niños en Cuba.
La experiencia tuvo tanta acogida por el público que llegó hasta los oídos del entonces presidente Fidel Castro Ruz. “A mí me gustó mucho esta idea”, llegó a expresar el líder y “a solo un mes y 21 días, el 8 de septiembre de 1987, se decide extender la experiencia allí vivida al resto del país con la concreción, ese mismo día, del primer Joven Club de Computación y Electrónica, en el lugar exacto donde se montó la exposición, convertido hoy en el actual Joven Club Central de La Habana”, detalla Tino, la revista de los JCCE.
En este lugar, que ahora ocupa el actual Joven Club Central de La Habana, ubicado en el Vedado, comenzó la historia de los JCCE en Cuba hace tres décadas. (Foto: Yariel Valdés González)
Como “la computadora de la familia cubana”, bautizó el expresidente cubano estos lugares de acceso público, similares a lo que en otros países de Latinoamérica se conoce como cibercafés, telecentros, telecentros comunitarios, infocentros, tecnocentros, entre otras denominaciones.
En Bolivia, por ejemplo, hacia 2009 estos sitios fueron claves para la socialización de las tecnologías. “La existencia de cibercafés ha aportado bastante, pues no todos podemos acceder al servicio de internet. Ahora con los precios económicos no sólo podemos acceder a la información, sino que también nos sirve para enseñar a otros a utilizarlo”, relató Jessica Olivares a la BBC sobre la importancia que adquirieron estos lugares.
“Al principio, los JCCE eran fundamentales en las comunidades porque en aquellos años las personas no tenían computadoras en sus casas, incluso para las empresas. Aquí se capacitaban trabajadores. Recibían cursos porque se los exigían desde sus trabajos, sobre todo el de Operador de Micro. Había una asistencia nutrida”, rememora a YucaByte el instructor Tomás Fernández Hernández, quien acumula 14 años en esta institución.
Gladys Rodríguez García, Especialista Principal del JCCE número 5 de Santa Clara, relata que estos centros se iniciaron con el fin de informatizar a la sociedad en su zona de residencia. “Cuando surgen eran gratuitos y contemplaban un mínimo de servicios, como cursos a personas naturales, sobre todo el denominado Operador de Micro, tiempos de máquina, donde los niños jugaban con softwares más sanos y simples, dibujaban en el Paint y otros. Los servicios eran pocos, en comparación con los que hoy tenemos”.
En la génesis, el proyecto incluía, como su nombre lo indica, un espacio para la Electrónica, donde sus especialistas impartían cursos y atendían círculos de interés.
“Se les enseñaba cómo armar y desarmar una máquina (computadora personal), cómo funcionaba desde el punto de vista electrónico, aprendían a reparar radios, a estañar… Se utilizaba un software, que se llama El Cocodrilo, que te capacitaba para hacer un circuito eléctrico. No todos los centros impartían estos cursos, porque no existían muchos medios técnicos para ello”, cuenta Fernández, quien ofreció muchos de esos cursos, pues ostenta credenciales suficientes en la materia: Técnico Medio en Industria Electrónica y graduado de Electroenergética.
“Los Joven Club tuvieron un apoyo fuerte porque fue una idea importante de Fidel, una iniciativa necesaria para las personas”, afirma el instructor Tomás Fernández. Foto: Yariel Valdés González.
Desde el JCCE número 3 de la capital villaclareña, Fernández reseña que con el paso del tiempo la enseñanza de esta materia se fue concentrando en lo que hoy es el Palacio Provincial de Computación, debido a la disminución de las herramientas y los medios para ejecutarlas.
“Al principio existieron unas maletas que traían destornilladores, un cautín para estañar, tijeras, pinzas, alicates, entre otras herramientas y unas placas para hacer prácticas. Con eso se podía armar hasta un radio de frecuencia media”.
Como los utensilios necesarios para impartir las lecciones jamás se repusieron, la afluencia de aspirantes disminuyó y aparecieron los reparadores de equipos por cuenta propia en el escenario laboral cubano, la Electrónica como una prestación de los JCCE fue relegada hasta su desaparición.
Mientras esta parte esencial del proyecto original moría, la computación, con esa fuerza impetuosa, fue ganando terreno y los centros comunitarios fueron multiplicándose, según explicó en una entrevista a Cubadebate el director general de los JCCE.
“En el país se fueron ampliando la cantidad de Joven Club y llegaron a ser 174 instalaciones. Luego, en 1991 un antiguo mercado de La Habana se convirtió en Palacio Central de Computación y más tarde, en el 2000 la cifra de Joven Club llegó a 300. Entre 2004 y 2005 se crearon 300 más, aumentando la cifra a 600 en todo el país. Hoy hay más de dos por municipio”, subrayó Vantroi Navarro.
Joven Club de Computación y Electrónica en cifras. Infografía: Yudi Amores.
En los años iniciales, el líder cubano Fidel Castro Ruz siguió muy de cerca el crecimiento de esta iniciativa. Alentó su fundación, asistió a aniversarios cerrados e inauguró nuevos locales. De lo anterior se deduce que a los JCCE no le faltaron fondos ni equipos, dado el seguimiento que tuvieron por la máxima autoridad del país.
La enciclopedia colaborativa cubana EcuRed, gestionada y actualizada por los propios JCCE, informa que estos establecimientos están ubicados estratégicamente con el objetivo de que el acceso no se dificulte. Más de 130 se sitúan en comunidades rurales y 39 en regiones montañosas. Agrega que cada municipio del país tiene como mínimo dos Joven Club, lo que se traduce en un Joven Club por cada 18 000 habitantes.
Dirigidos ahora por el Ministerio de las Comunicaciones (anteriormente eran atendidos por la UJC), disponen de un parque tecnológico de computadoras, unido a medios de impresión, digitalización de imágenes, almacenamiento y reproducción de información. En 2017, existían “alrededor de 5 mil trabajadores especializados. El 47 por ciento de ellos, son universitarios, más de 1 500 dominan un segundo idioma y hay además 800 masters”.
Más servicios, menos trabajadores
¡Atareado!, así describe un trabajador sus horas en los JCCE. Mientras conversa con YucaByte, los clientes llegan a cada minuto. La actividad es permanente.
Unos muchachos ya hacen fila para el próximo turno y se asoman ansiosos por una de las ventanas de cristal. En el laboratorio solo pueden estar dos usuarios, pues solo están disponibles la misma cantidad de computadoras. Hay una tercera, pero sin mouse.
“Vienen muchos clientes”, apunta el instructor, del cual reservamos su nombre. “No acabas con uno y llegan dos más. Hay que tratar de darle la mejor atención a todos sin que nadie se incomode. Cuando no, hay que estar en la calle trabajando, visitando los clientes en sus casas”. Esto lo confirmamos en un recorrido realizado por algunas instalaciones de Santa Clara, en el centro del país. Gladys Rodríguez García, Especialista Principal en los JCCE, desmiente lo que algunas personas afirman: “Quizás muchos piensan que nosotros no tenemos qué hacer y es todo lo contrario. Laboramos a diario, sin descanso, siempre buscando información porque los propios clientes te la exigen”.
Tal ajetreo se debe, principalmente, a la diversificación en los servicios que han experimentado los JCCE con el paso del tiempo. En marzo de este año, la institución estrenó más de 20 prestaciones, entre los que figuran Alquiler de Locales, Exámenes de Suficiencia de los cursos que ofertan, Gestión y Copia de Información, Descontaminación de Dispositivos (memorias y discos duros), Recuperación de Información Digital, Digitalización de Imágenes y Documentos, Restauración Digital, Instalación de Aplicaciones, Asistencia Informática para Móviles, entre otros.
Con el paso de los años, los JCCE han ampliado sus servicios a la población. Hoy acumulan más de 30. (Foto: Yariel Valdés González).
Sin embargo, Rodríguez García lamenta que no todas las instalaciones puedan ofrecer la totalidad de los servicios, pues muchos Joven Club carecen de las herramientas necesarias. “Por ejemplo, el servicio Impresión de Documentos, muy demandado por las personas y que sería una buena competencia con los particulares, no lo puedo ofertar porque no tengo una impresora. Tampoco está disponible el servicio Nauta, que igualmente es muy pedido entre los vecinos, ni la Restauración Digital de Imágenes y Documentos porque no hay escaneadora”.
Como los servicios más demandados figuran Copia de Información, Licencia del antivirus nacional Segurmática, Tiempo de Máquina, así como Correo y Navegación Nacional. Al pagar este último servicio, el más solicitado, los usuarios acceden a una red, que permite jugar con cientos de personas de diversos lugares de la geografía nacional.
“En cuanto a juegos – refiere Alexandro Rodríguez Aguiar, un asiduo visitante – el más popular es WarCraft, que se ejecuta online y que tiene servidores a nivel mundial y realiza torneos mundiales. Aquí en Cuba pueden estar conectados al servidor cerca de 1200 personas a la vez. Yo he llegado a estar en partidas con 25 personas, pero hay bandas que se pueden formar hasta de 40. Te engancha mucho porque es abierto y se pueden hacer muchas cosas. Además de la red nacional, se pueden armar equipos dentro del mismo Joven Club”.
Pero no se trata solo de jugar por jugar. Algunos han encontrado algo más entre saltos y disparos. Otro fanático jugador, José Manuel Peralta Silé, de 19 años, manifiesta que los juegos le han brindado además la posibilidad de crear y conocer nuevas amistades de distantes lugares.
“Me paso dos o tres horas –dice José Manuel– sobre todos los fines de semana. La computadora está buena, se mueve rápido para el juego. Tengo una computadora en casa, pero prefiero venir a aquí, así puedo consultar la EcuRed también y encontrar la información que necesito para trabajos de la escuela”.
La mayoría de los clientes de los JCCE son niños y adolescentes, quienes inundan sus laboratorios para jugar en línea. (Foto: Yariel Valdés González)
Los JCCE han sustituido ahora a los hogares cubanos, donde en la década de los noventa, se gastaban las horas y los salarios familiares en Nintendos alquilados. En aquella funesta década, denominada Período Especial y colmada de escaseces y tensiones económicas, el divertimento de moda era jugar Súper Mario o Mortal Kombat. Sin embargo, estas instituciones se han propuesto ser más que salas de juegos o “guarderías para adolescentes”.
«Durante estos 30 años, hemos desarrollado aplicaciones informáticas, dado asistencia y asesoría, y se han graduado más de 4 millones 550 000 personas. En la actualidad, tenemos en proyecto 21 nuevos servicios y pretendemos mejorar los que ya existen», ha declarado Raúl Vantroi, máxima autoridad de los JCCE en la nación.
El 5 de diciembre de 2017, los JCCE lanzaron Ludox, un portal “encaminado a facilitar a los usuarios una gran variedad de videojuegos de producción nacional y foráneos, que cuenta hasta el momento con más de 40 videojuegos, 13 de ellos de factura nacional”, explicó a Cubadebate Danays Moreno Moreno, Directora Nacional de los Programas de JCCE.
Otro de los servicios más visibles entre los cubanos, sobre todo en su versión portátil offline, resulta la enciclopedia nacional EcuRed, un compendio que, según la web Postdata.club, suma 166 350 artículos en los cuales han participado un total de 36 021 usuarios.
“Recibe visitas de diferentes países como México, Ecuador, Guatemala, Colombia, Chile, Venezuela y otros. Además, la consultan diariamente más de 250 000 personas”, especifica Anamaris Solórzano Chacón, subdirectora general de Joven Club.
“Generalmente –advierte Tomás Fernández Hernández- la EcuRed la usan los muchachos o sus padres para hacer las tareas de la escuela. Tiene contenidos del mundo, pero refuerza los temas de historia del país y otros tópicos nacionales. Ha crecido bastante porque se actualiza diario”.
El medio de prensa cubano Posdata.club hizo un ilustrativo análisis de sus contenidos, comparándola con la mundialmente famosa Wikipedia. El artículo arrojó que EcuRed “en su andar de más de 6 años, ha logrado establecerse como un espacio importante en la red cubana. En ese espacio de tiempo, ha logrado que se cree un mayor número de contenidos sobre Cuba con respecto a Wikipedia.
“Sin embargo –continúa este medio especializada en periodismo de datos- no es tan visible, en el conjunto de todos sus artículos, la visión descolonizadora y no tan occidental que se pretende exista en Ecured. Por otra parte, Ecured posee un elevado número de artículos compartidos con Wikipedia los cuales, en muchos casos, son réplicas”.
El artículo corrobora la sospecha que EcuRed no es tan consultada como sus creadores quisieran, pues aún “el interés desde Cuba por el contenido disponible de Wikipedia es mayor que el que existe por Ecured”.
Los especialistas que laboran en los JCCE han situado también en la intranet cubana Reflejos, una plataforma que agrupa blogs de factura criolla. Asegura Solórzano Chacón que es “un espacio accesible donde los blogueros pueden compartir sus opiniones, intereses y necesidades en formato de texto, imágenes y videos. Están activos más de 3 000 blogs, alrededor de 22 199 usuarios y recibe más de 300 000 visitas mensuales”.
Hasta aquí todo perfecto, solo que Reflejos establece ciertas normas que, de no cumplirse a cabalidad, pueden desembocar en la censura de determinados blogs y blogueros, como ha sucedido en varias ocasiones. La mordaza impuesta por los gestores la han sufrido, por ejemplo, los blogs ProQueer, Proyecto Arcoíris, La Jugada, Observatorio Crítico, Bubusopía, El Colimador, entre otros. En ocasiones, la “medida aleccionadora” ni siquiera fue producto de una “indisciplina” de un bloguero , sino por los debates generados en sus blogs.
Otro de los servicios que los JCCE han adicionado a su arsenal tecnológico se denomina Mi Mochila, la versión estatal del Paquete Semanal, que al igual que su competencia underground, deviene en un compendio, solo que menos amplio, de materiales audiovisuales, libros, aplicaciones, cursos, materiales infantiles, entre otras opciones, a disposición de los clientes desde 2014.
Con una capacidad entre los 300 y los 350 GB, Mi Mochila se oferta de forma gratuita y persigue “ofrecer creaciones con calidad y defender nuestra identidad”, señaló Roxana López Velázquez, Ingeniera Informática y especialista principal de este proyecto.
La experiencia comenzó por la provincia de Artemisa, para luego extenderse por todos los territorios con una actualización semanal. Es “un paquete con un concepto más cultural”, ha plateado Raúl Vantroi Navarro Martínez, máxima autoridad de los JCCE, que si bien negó haber creado esta iniciativa para competir con el Paquete Semanal, lo ataca indirectamente al decir que su producto “no premia la chabacanería ni lo banal, sino que aporta conocimientos, y en lo formal tienen un atractivo muy esencial”.
“Siempre se asumió como una opción más para viabilizar el acceso de la familia cubana a contenidos intelectuales y de entretenimiento”, especifica López Velázquez. “El Paquete, según las investigaciones de la Fundación Ludwing, tiene por lo general una racha de contenidos audiovisuales de entretenimiento, algunos instructivos y muy buenos, pero son muy pocos los relacionados con personalidades o las distintas manifestaciones artísticas de la cultura cubana”.
Mi Mochila se ramifica en carpetas de Cine, Música, Literatura, Artes escénicas, Artes plásticas, Videojuegos, Informática, Deportes, Humor, Infantiles, Servicios, Educativos, Audiovisuales, etc… (Foto: Yariel Valdés González)
José Manuel Peralta Silé, un joven consumidor del proyecto, lo cataloga como “interesante” y añade que “se pueden encontrar buenas series, novelas. Yo cojo el Paquete también. Al final es casi lo mismo, aunque Mi mochila está un poco más reducida. El paquete trae todas las series y novelas que salen en el exterior y Mi mochila no”.
En opinión de Osvel Mesa, otro cliente, “está bien configurada. Tiene archivos que son de utilidad para muchos trabajadores. Yo copio material de derecho y de otros tipos. El Paquete viene prácticamente de afuera y Mi mochila trae contenidos propios de Cuba. El primero es puro entretenimiento, mientras que el otro es más educativo, de otros temas que no ves en el Paquete”.
En nuestro recorrido por varias instalaciones, los instructores entrevistados refirieron que la compilación, que ya supera la edición 65, tiene una buena aceptación entre los usuarios y las secciones más solicitadas resultan Somos el Mundo (series, películas, novelas extranjeras, casi lo mismo del Paquete), Utilísimo y Me dicen Cuba (materiales cubanos).
Para Alexandro Rodríguez Aguiar, los contenidos resultan apropiados, solo que se repiten demasiado. “Yo mayormente me llevo el Anime, el Manga, alguna que otra película. El Paquete como tal sigue ganando, porque a veces Mi Mochila llega atrasada, o la copia se demora y muchas personas no conocen de esta opción”.
Como ventaja, Mi Mochila brinda la posibilidad de volver a solicitar un material anteriormente publicado. “A través de nosotros –indica el instructor Tomás Fernández- se envía un correo a la dirección del proyecto para incluir en el próximo número lo que la persona desea adquirir”.
Si bien los servicios que brindan los JCCE han crecido sustancialmente, en claro beneficio popular, no ocurre de idéntica forma con los beneficios a quienes cada día se encargan de hacerlos funcionar.
Gladys Rodríguez García, Especialista Principal del Joven Club Santa Clara 5, declaró a YucaByte que “cada año que pasa te exigen más y cuando vienes a ver tu cerebro no descansa, porque es demasiado el trabajo. Hay mucha sobrecarga y salarialmente no ves una compensación. En estos momentos, falta personal para los JCCE y si tienes déficit de empleados tienes que asumir porque no puedes cerrar”.
Entre las problemáticas que enfrentan los JCCE está el déficit de personal, que provoca sobrecargos en sus trabajadores. (Foto: Yariel Valdés González)
Tomás Fernández Hernández, quien lleva 14 años en estas instalaciones, lamenta la inestabilidad de la fuerza laboral, pues los empleados no están compensados salarialmente. “No nos pagan por resultados .No recibimos beneficios. No nos venden nada, las personas no pueden resolver nada para sus casas. Lo único que tenemos es internet para el trabajo y la investigación”.
“Cuando las personas no ven cumplidas sus expectativas –continúa Fernández- se van. Se prevén muchas cosas, pero, al final, no hay nada. Lo único que tenemos es un salario de 400 y pico de pesos mas la divisa que dan por el almuerzo, 0.60 centavos en CUC por cada jornada, que son 12 CUC al mes. No hay estimulación”.
Si de cursos se trata
Amén de ofertar diversos servicios, educar a los cubanos en temas informáticos fue la misión con la cual nació este proyecto, aunque en la actualidad ese eje fundamental de trabajo no sea tan demandado. Los JCCE han diseñado varios cursos con una duración entre 20 y 90 horas, para instruir sobre diversos tópicos relacionados con las TIC.
“Sus contenidos, ordenados en planes y programas de estudio, que se actualizan y perfeccionan constantemente, pueden recibirse en la modalidad presencial, semi-presencial y a distancia, esta última haciendo uso de entornos virtuales de aprendizaje soportados en la red. Una variedad de estos cursos se ofertan en modo de postgrado y diplomados”.
“Los cursos que nosotros ofertamos –comenta un instructor desde Santa Clara- están en concordancia con la demanda. Si vienen varias personas interesadas en una determinada materia, nosotros estamos en la obligación de buscar al instructor más preparado y ofertárselo”.
La carta de ofertas incluye cursos de Conocimientos Generales de Computación (también llamado Operador de Micro), otros especializados en algunos programas de la suite ofimática Microsoft Office, Photoshop, Administración de Redes, Redes Sociales, Navegación y Correo Electrónico , cursos para sistemas Android, Conexiones Inalámbricas, Virus Informáticos, entre otros muchos.
“Yo estoy impartiendo un curso de sistema operativo Windows por las noches, para personas que quieren aprender desde cero y otro de navegación nacional, que enseña cómo manejar el correo, las conexiones en los puntos de acceso Wi-Fi y otras demandas. Las matrículas de los cursos son de cuatro personas, para que el cliente esté uno por máquina”, precisa el instructor Tomás Fernández Hernández.
Sin embargo, Fernández lamenta que en su Joven Club las máquinas destinadas a estos propósitos no sean las más idóneas. El laboratorio número dos de su instalación, devenido aula, simula un viaje al pasado. Las máquinas lucen amarillentas, anticuadas, verdaderos fósiles, sobrevivientes a tantas penurias.
En uno de los laboratorios del Joven Club #3 de Santa Clara, las computadoras destinadas para los cursos tienen varios años de explotación. Foto: Yariel Valdés González.
En el campo tecnológico, uno de los sectores más demandados actualmente a nivel global es la programación y su enseñanza, por las propias facilidades que brinda al crecimiento del sector. Socializar los fundamentos más básicos de esta compleja disciplina es el cimiento esencial de La Hora del Código, una iniciativa mundial, que ya ha tenido reflejos en la nación caribeña.Promovido mundialmente por la organización Code.org, varias instituciones cubanas, entre las que figuran los JCCE, han auspiciado este proyecto, que convoca a niños y jóvenes a interactuar con un esbozo en materia de programar con una hora de duración, informa el portal Cubadebate. La más reciente edición, efectuada en diciembre de 2017 en el Palacio Central de Computación de La Habana, permitió a los participantes jugar y copiar juegos relacionados con el aprendizaje de las Ciencias de la Computación, materia que los JCCE ponen a disposición de sus clientes a través de varios cursos.
El Palacio Central de Computación, ubicado en La Habana, es la casa matriz de los JCCE en Cuba. Foto: Yariel Valdés González.
Según un instructor entrevistado por YucaByte, los cursos que ofertan sobre ese tema tienen a un nivel básico, “se aprende a crear una base de datos simple, un programa no muy complejo, entender la lógica del lenguaje de programación, esos temas generalmente. Tenemos cursos de Java, C++ y otros. Ya si el usuario solicita un curso más avanzado se coordina con especialistas más capacitados en el tema. Aunque, hasta ahora, los cursos de programación no son muy solicitados”.
En cuanto al personal encargado de esta misión, no todos están preparados para enfrentarla, advierte. Sin embargo, apunta que “hay especialistas que sí están habilitados para impartir esos tópicos. Puede que un profesor imparta un curso de Photoshop, porque se ha preparado en la materia y otro de uno de programación. Si hay necesidad, me preparo en los contenidos para cuando tenga que impartirlos”.
Los JCCE ofrecen cursos en varias materias y modalidades, aunque actualmente no son muy demandados. Existe la posibilidad, incluso, de cursos a distancia. (Foto: Yariel Valdés González)
Tomás Fernández agrega que estas temáticas se imparten mayormente como postgrados a ingenieros, técnicos o personas que ya tienen un camino ganado en esta materia, que, como señala Lester Santos Martínez, graduado de Ciencias de la Computación por la Universidad Central, “ayuda a resolver muchos de los problemas y necesidades que tiene el ser humano el día de hoy”.
Redes sociales Made in Cuba
A nivel mundial, las redes sociales adquieren cada día más protagonismo en la vida cotidiana de las personas. Se estima en miles de millones, por solo citar un ejemplo, los suscriptores de Facebook, que ocupa la posición cimera entre todas. Cuba no ha querido quedarse atrás y ha lanzado sus propias redes sociales, gestionadas desde y por los JCCE.
Kirenia Fagundo, al frente del grupo de desarrollo Cubava (una plataforma que aloja servicios de blogs, fotos, videos), explicó al diario Juventud Rebelde, las razones que llevaron a la creación de La Tendedera, la primera red social 100% cubana.
“Surge por la necesidad de crear una alternativa para quienes no tienen acceso a Internet y posibilitar que los conectados desde el dominio .cu (Cuba) conozcan las herramientas de la web 2.0 y puedan trabajar con ellas, aprender cómo funcionan o socializar con otras personas en el país”.
La Tendedera (www.tendedera.cubava.cu), permite a los usuarios subir fotos, escribir en su muro, enviar mensajes personalizados, compartir videos y música, crear eventos, todo sin límites de espacio. Para abrirse una cuenta es necesario tener activo un correo nacional o internacional.
La Tendedera, copia cubana de Facebook, es gestionada por desarrolladores de los JCCE. (Foto: Yariel Valdés González)
Las prestaciones resultan muy similares a las de Facebook, que sus propios creadores afirmaron tomar como referencia, “pero lejos de incrementar opciones, lo que hicimos fue simplificarlas y dejarlas en lo básico, personalizando nuestro producto a las condiciones de conectividad en Cuba. Muchos nos preguntan si tuvimos intención de competir con Facebook, pero nada más lejos de la realidad”, aclaró Kirenia Fagundo.
“La mayoría de los clientes que hoy vienen a los JCCE tienen cuenta en La Tendedera, en este específicamente hay 35 usuarios activos. En el 2017 fue cuando más clientes agregamos a esta red”, indica la especialista Gladys Rodríguez García.
Esta red social tiene como público meta a los jóvenes y acumulaba en 2014 alrededor de 4 500 usuarios. Fagundo advirtió que está en desarrollo y que nunca estará del todo concluida, porque “cualquier producto que realices para la web lleva soporte y mantenimiento. Se va modificando a partir de las inconformidades de los usuarios”.
Rodríguez García, quien opera casi a diario con la plataforma, proyecta algunas insatisfacciones: “Lo que me sucede con ella es que no me brinda nada de enseñanza y a veces me he encontrado cosas incorrectas. Como no hay limitaciones, varios usuarios suben fotos obscenas, lo que me parece inadecuado”.
Gladys Rodríguez García, especialista principal del JCCE número 5 de Santa Clara, afirma que la red social tiene buena aceptación entre los usuarios. (Foto: Yariel Valdés González).
A la Tendedera solo puede accederse desde las instalaciones del JCCE, una inconformidad constante de sus seguidores, quienes además critican la lentitud del sitio. Kirenia Fagundo, líder del proyecto Cubava, explicó a Juventud Rebelde los porqués de esta situación.
“La idea inicial era hospedar La Tendedera en servidores nuestros, pero nos dimos cuenta de que esa alternativa no iba a cubrir las expectativas, porque no podíamos darle acceso a otras redes para que se conectaran. Se comenzaron entonces trámites con Etecsa para hospedarlo en un centro de datos nacional, que sí facilitaría la conectividad desde la intranet”.
“Pero ya la red social –continúa Fagundo- estaba construida en una primera versión, así que decidimos lanzarla el 7 de septiembre del año pasado (2016) en una etapa de prueba masiva desde los Joven Club. Así los usuarios podrían probar el servicio y transmitirnos sus inconformidades, algo que ha sido de gran utilidad”.
Como se trata de un sistema muy “pesado”, la especialista indicó que ya laboran “en una segunda versión, más ligera, que se hospedará en los servidores de Etecsa y será accesible desde la intranet nacional”, acción que todavía no se concreta.
A La Tendedera solo se puede acceder desde las máquinas ubicadas en los JCCE, una queja constante de los usuarios y una significativa limitante para su difusión. (Foto: tomada de Internet).
Fruto también de esta carrera por “cubanizar” las más reconocidas redes sociales del mundo, los JCCE han planeado, hasta ahora infructuosamente, una copia de Twitter. Lo han llamado Pitazo y viene ideándose desde marzo de 2013 por parte de un equipo de programadores de la provincia de Villa Clara.
Su utilidad se resume, al igual que el gigante tecnológico, en compartir mensajes con unos cientos de caracteres, permitiendo asimismo subir imágenes y enlaces. “Las personas podrán estar al tanto de un tema mediante el uso de etiquetas introducidas dentro de cada publicación; se puede republicar y responder lo que otras personas han divulgado, estableciéndose hilos de conversación”, divulga su página de EcuRed.
Sin embargo, este proyecto de microblogging no ha logrado romper el cascarón y aún continúa en modo beta, pues “al hacer las pruebas de calidad presentó problemas y hubo que volver a reconfigurar todo”, aseguró al diario Juventud Rebelde Ernesto Rodríguez Fernández, director general de Informática en el Ministerio de Comunicaciones (Mincom).
“Pitazo está en desarrollo aún. No se encuentra disponible para el público, pero está bastante adelantado. Incluso, nosotros hemos interactuado con él, pero no puedo darle más información”, asevera un instructor.
La versión cubana de Twitter, nombrada Pitazo, aún no se encuentra terminada. (Foto: tomada de Internet)
Para que te hagas escuchar resulta el eslogan de esta inconclusa red social a la cubana. Aunque la enciclopedia digital EcuRed la sitúa en la URL: http://pitazo.cubava.cu/, después de cliquear, el navegador devuelve una respuesta negativa, luego de unos cuantos segundos de espera.
“Es un proceso complicado- detalla Rodríguez- porque hasta que no tengamos un servicio comprobado en su funcionamiento no lo abriremos para su uso masivo”. El propósito final es que todas estas plataformas de interacción en línea sean de uso masivo y se pueda acceder desde cualquier lugar. Al parecer, tendremos que esperar un poco más.
Toma chocolate…paga lo que debes
A 27 años de creados, y al compás de El bodeguero, el famoso Cha cha chá, de Richard Egües, los JCCE anunciaron que siete de sus servicios dejarían de ser gratuitos. “Toma chocolate…paga lo que debes” parecían cantar, mientras exponían sus motivos para comercializar los servicios. Desde 2014 todas las prestaciones se cobran, a excepción de los cursos a personas naturales.
“Las entidades que dan servicios informáticos en el mundo son muy costosas –justifica Raúl Vantroi Navarro Martínez, director general de los JCCE en el país–, actualizar software, hardware y mantener un funcionamiento adecuado de todos estos equipos es fundamental para estas instalaciones”.
Los gastos anuales de una entidad de este tipo suponen para el Estado cubano un desembolso de alrededor de 56 millones de pesos, según cálculos del propio Vantroi Navarro.
“Yo pienso que el gobierno decidió eliminar un poco de gratuidades en este país. Tuvo un gran impacto en la población, porque cuando hay un cambio siempre ocurren comentarios, surgen polémicas, pero las personas luego se fueron adaptando y vieron la necesidad de cobrar los servicios, porque hay que mantener equipamientos, salarios y todo no puede ser gratuito. Eso no ocurre en ningún lugar del mundo”, opina Gladys Rodríguez García, Especialista Principal de un JCCE en Santa Clara.
Esta política se inscribe dentro de la “actualización del modelo económico cubano”, encargada de suprimir gastos “innecesarios” del presupuesto estatal. Los precios establecidos son diversos. Oscilan desde los dos pesos por hora de navegación hasta 50 pesos para la actualización del antivirus nacional, todo en pesos cubanos. Los más baratos se establecieron por tiempo y los más caros, por meses.
Los precios en los JCCE, afirman las autoridades, fueron instaurados con el propósito de generar ingresos propios. Foto: Captura de pantalla de la Gaceta Oficial No. 4 de 26 de febrero de 2018.
“Para implementar el cobro de los servicios –indica el instructor Tomás Fernández Hernández- primero se realizaron experimentos en los territorios de Mayabeque y Artemisa. Una vez probados, se fueron generalizando al resto del país. El cobro se instaura por la misma necesidad de sustentarse, porque cada día que pasa los equipos e inmuebles se deterioran y con ese dinero se reponen dispositivos, para los mantenimientos y solucionar determinados inconvenientes. Hoy somos una unidad presupuestada, pero se prevé que seamos una empresa y tenemos que ser rentables”.
La mayoría de los entrevistados por YucaByte contaron que algunas personas estuvieron inconformes al instaurarse el cobro. Sin embargo, ahora muestran conformidad con los precios establecidos, los cuales consideran justos y económicos. Aun así, sin lugar a dudas, esta medida impuso un muro de contención, que familias con menores ingresos no pueden traspasar.
El objetivo inicial de apertura popular de estos centros luce aquí descolorido, aunque la máxima autoridad de los JCCE insista que “no van a perder su esencia social, y la atención a los más jóvenes será una prioridad en nuestro trabajo, para que ellos sigan viendo a nuestros centros como espacios para interactuar con las nuevas tecnologías”.
“Antes cuando no se cobraban los servicios, venían todo tipo de muchachos, pero cuando se comenzó a cobrar ya no vienen los mismos o no vienen con la misma sistematicidad. No es lo mismo entrar gratis, que tener que buscar los dos o tres pesos. No todas las familias pueden permitirse eso”, sugiere Fernández Hernández.
Un habitual usuario de los Joven Club, Iroel Arencibia, expresa que “hay gente que no aguanta el precio. Hubo un tiempo que lo subieron a 5 pesos la hora, ahí sí estaba complica’o. Después se dieron cuenta que no venía nadie y lo bajaron. Conozco personas que no pueden venir porque no tienen dinero pa’ eso”.
La instauración del cobro de los servicios en los JCCE ha generado opiniones divididas entre los clientes. (Foto: Yariel Valdés González)
Los especialistas entrevistados dieron a conocer que los planes económicos se confeccionan de acuerdo a las posibilidades, los gastos, los salarios y el nivel técnico de cada centro.
“Este Joven Club tiene que ingresar este año 40 066 pesos. En el primer trimestre llevamos recaudado 11 645 pesos y estoy por debajo de lo que debería tener en esta fecha. En mayo son 3 005 pesos y en julio debo recaudar 3 965”, detalló Gladys Rodríguez García, quien reveló cómo logra completar esas sumas.
“¿Cómo lucho eso? Pues con el trabajo en la calle, que es el que más nos aporta. Visitamos las casas para vender las licencias del antivirus nacional, Mi Mochila, Asistencias Informáticas, Asesorías… lo único que da dentro del Joven Club es la Navegación, el Tiempo de Máquina, y los cursos a empresas, que sí se cobran”.
Rodríguez García expuso que el control mensual del plan de ingresos es estricto y las exigencias resultan altas. “Si no cumples el plan en un mes, lo tienes que cumplir en el otro. Nosotros estamos creando las bases este año y en el 2020 veremos los resultados, porque lo que no seamos capaces de ganar hoy para la institución, no lo vamos a ganar cuando seamos una empresa y ganemos por lo que hacemos. Hoy tenemos nuestro salario, pero dentro de un tiempo nos pagarán por resultados. Estamos sentando las bases para eso”, expresó con cierto optimismo la especialista.
Por otra parte, el instructor Tomás Fernández Hernández siente que los beneficios económicos ya se están viendo, al menos en su instalación. “Hace alrededor de un año nos renovaron el laboratorio, porque entra dinero, pero no es para cambiarlo todo de un momento. Poco a poco se han ido modernizando las máquinas, nos pusieron varios mouses especializados para jugar, los aires acondicionados…”.
En un gran número de JCCE conviven varias generaciones de computadoras, donde las más viejas están pendientes de reparación o son utilizadas para labores que no demanden mucho de ellas. (Foto: Yariel Valdés González)
José Manuel Peralta Silé, un asiduo cliente de estas instalaciones no piensa igual. Manifiesta que el centro que visita no dispone de aire acondicionado, lo cual es funesto para las computadoras. Como él, no pocos usuarios han mostrado su inconformidad con las actuales condiciones de estos locales, que desde hace años no reciben una renovación capital.
Lo confirma la especialista principal Gladys Rodríguez García: “El estado técnico no está como los clientes desearían, pero tampoco estamos críticos. Hoy disponemos de cinco máquinas para el público. Sin embargo, tenemos un aula con todo el equipamiento roto. Son cuatro máquinas con cuatro monitores. Lo hemos reportado en varias ocasiones a Copextel, pero ellos no disponen de las piezas para arreglarnos el equipamiento. Tenemos problemas también con los aires acondicionados, los tres están rotos, el único que funciona es el del servidor. Con esa situación, las máquinas sufren calentamiento porque es un día entero de uso”.
Mientras copiaba Mi Mochila, Osvel Mesa, un cliente habitual de los JCCE, señala que las computadoras necesitan programas de mantenimiento de software con sistematicidad. “Algunas se demoran en ejecutar operaciones por esa propia causa. En otras instalaciones que he visitado no tienen el paquete de Office (Microsoft Office). El trato del personal es bueno, pero el inmobiliario no está en buenas condiciones, dan una mala imagen”, señala.
La mayoría de los Joven Club visitados presentan serios problemas con el mobiliario. (Foto: Yariel Valdés González)
El problema del mobiliario fue una constante en las instalaciones visitadas, donde se aprecian asientos desgarrados, mesas mutiladas y paredes interiores y exteriores desgastadas por la ausencia de pintura o reparaciones .
“Este JCCE tiene 10 máquinas. En el primer laboratorio, que es el que se utiliza para darle servicio a la población, tenemos equipos de altas prestaciones, bastante actualizados, pero en el otro laboratorio son dos computadoras en decadencia, que utilizamos para dar los cursos. Si tuviéramos más equipos, el servicio sería mayor también, pero las necesidades que tiene el país no nos permiten concretar esos deseos”, advierte Tomás Fernández Hernández.
Cuba está en medio de un proceso de transformación económica y social en el cual muchos proyectos, que hasta hace unos años el Estado sostenía con presupuesto público, han visto reducido ese apoyo o simplemente han desaparecido. El gobierno de Raúl Castro entre 2008 a 2018 eliminó “gratuidades indebidas”, por ese motivo muchos programas financiados con presupuesto estatal transitaron hacia un esquema de autofinanciamiento. Los JCCE son parte de esas iniciativas que adoptan paulatinamente otras formas de financiamiento. Eso, unido al envejecimiento tecnológico de esos centros y al hecho de que hoy muchos cubanos tienen vías alternativas para acceder y aprender a usar las TICs ha dejado a este proyecto sin el protagonismo que en otra época tenían.
Los tiempos que corren requieren que se evalúen los modos en los que proyectos como los JCCE sufragan sus gastos. No es descabellado que se consideren modelos de financiamiento y administración que incluyan a ONG nacionales y extranjeras, organizaciones comunitarias y al incipiente sector privado nacional, al mismo tiempo deberían establecerse mecanismos para que estas iniciativas reciban fondos de la cooperación internacional, sobre todo los que se dedican a potenciar la alfabetización digital. Es necesario lograr que el impacto social de este tipo de centros aumente, que se diversifiquen los servicios que brindan a la comunidad, que se actualicen en función de las necesidades de la población y que, si finalmente no vuelven a ser gratuitos, los precios no se conviertan en una barrera insalvable para quienes menos ganan.
En varios países, sobre todo de Latinoamérica, se han implementado modos de administrar y financiar este tipo de iniciativas que bien pudieran servir de referencia para el futuro de los Joven Club de Computación de y Electrónica en Cuba.
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